La líneas faltantes del Metro
La ciudad de Santo Domingo es la primera urbe fundada en el Nuevo Mundo. Agregado a eso, la Capital es la metrópolis de un país que una parte importante de sus divisas la genera el turismo. Verla postrarse en posición de genuflexión, como por momento parece, significaría alejar el desarrollo y el progreso del país. Ya santo Domingo no puede continuar con los parámetros que hasta el momento se ha mantenido y que la están llevando indefectiblemente a su liquidación. Uno de los problemas principales de la ciudad lo representa el mal llamado transporte público, el cual es una verdadera pesadilla, lacerando a la ciudadanía, que sufre este cáncer sobre ruedas cotidianamente. El proyecto del Metro de Santo Domingo ha sido una gran iniciativa que desde sus inicios recibió críticas de sectores políticos interesados, que siempre buscaron politizar el asunto, pero que también nunca han padecido de la modorra de tener que utilizar el mal llamado transporte de concho, motoconcho o voladora, y que nunca han desmontado sus traseros de flamantes Yipetas. Había que leer los escritos de un jovencito (pero con mentalidad de viejo) “limpiando el piso” durante la construcción del metro, para luego subirse a su Mercedes Benz, burlándose del pueblo humilde y trabajador. Sin embargo, nosotros defendimos con uña y diente desde sus inicios la construcción del Metro. Ante el caos reinante en la ciudad y la contaminación a diestra y siniestra, se hace inminente la terminación de las faltantes líneas del Metro en un tiempo prudente, como forma de que la gente pueda recorrer los puntos más remotos de la ciudad en un transporte eficiente, limpio y sin exponer su integridad física. Sin embargo, es una realidad de que la obra resulta costosísima para el gobierno, que para poderla llevar a cabo tiene que descuidar otros renglones de su agenda nacional. Empero, si el gobierno se emplea a fondo y busca un acuerdo con otro gobierno, creemos perfectamente que se podría terminar la necesaria obra. Consideramos que si el gobierno acude ante las autoridades japonesas o chinas, y le plantean una permuta en la que el gobierno dominicano a cambio de la construcción de las líneas faltantes, ceda un terreno del país por 30 años para que esas autoridades construyan una zona libre en donde vendan sus productos y mercaderías, la respuesta sería positiva y no rechazarían una oferta tentativa. Naciones poderosas en estos momentos de crisis global dan lo inimaginable a cambio de un punto comercial en donde poder vender parte de su producción. ¿Y quién objetaría una permuta en un país con la ubicación geográfica del nuestro que está en el punto exacto para un tipo de intercambio como este? A eso se agregaría los miles de empleos directos e indirectos que generaría una zona de libre comercio de esta magnitud. De esta forma el gobierno no tendría que descuidar su agenda nacional, y podría invertir recursos en la construcción del necesario Metro de Santo Domingo.

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