El pedido de renuncia al Presidente Medina

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EL AUTOR es periodista y reside en San Pedro de Macorís.


Por ENRIQUE CABRERA VASQUEZ

En los últimos días se han caldeado los ánimos políticos ante el pedimento formulado por un grupo de intelectuales y profesionales pidiendo la renuncia inmediata del Presidente de la república, licenciado Danilo Medina Sánchez.

La solicitud ha generado un amplio debate en torno al tema. Hay una polarización al respecto. Los que están de acuerdo y los que están en contra esgrimen sus respectivas razones.

El meollo del asunto no es el estar o no de acuerdo, es ponderar la realidad política actual, la coyuntura que estamos viviendo al tenor de los factores geopolíticos tanto en el ámbito nacional e internacional.  Y, además, tomar en cuenta el carácter conservador de la sociedad nacional muy condicionada en sus reacciones públicas al dictamen del alto clericó católico.

Porque en política todo tiene su momento preciso. He aquí lo importante y trascendente de elaborar tácticas y estrategia eficaz que se correspondan con la realidad concreta del momento concreto. No es asumir una actitud emotiva, resentida, explayar el ego sobre nuestro deseo de lo queramos sin sopesar los efectos inmediato de cualquier planteamiento.

Es verdad que el movimiento de las marchas verde contra la impunidad y la corrupción ha tenido amplia aceptación y repercusión en la conciencia pública; que hay un creciente rechazo contra estos flagelos que hoy carcomen las arcas del estado; que la clase política que nos ha venido gobernando en los últimos años ha sido rapaz e insaciables en cuanto a apropiarse de los bienes públicos. Y que «todo poder usurpado es ilegítimo”. Pero cada cosa tiene su tiempo.

El extender la demanda hasta pedir la renuncia del presidente Medina Sánchez huele a tremendismo emocional.  Ya lo dije al inicio, en política todo tiene su momento preciso.  En el país se presentaron dos escenarios ideales para demandar nuevas elecciones: el fraude electoral de las elecciones del 2010 contra la candidatura de Hipólito Mejía (llegó papá) y el siguiente fraude de 2016 contra la candidatura de Luis Abinader.

Ambas situaciones políticas electorales eran propicia para articular vigorosos movimientos de opinión pública nacional e internacional acompañado de grandes agitaciones de calle y contundente movilización gremial y social para obligar al gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD) a entrar en razones, y entender que este país no es exclusivo de su propiedad. Esos dos momentos no fueron aprovechados todo se limitó a rueda de prensa, denuncias y comparecencias en los medios y amagar con carabina vacía.

El conservadurismo primó en ambas coyunturas.  Además, tenemos una oposición sumida en una división narcisista donde cada quien solo piensa en sus intereses particulares.  No es que se llamara a la revolución, a la asonada cuartelaría, a tierra arrasada ni cosas parecida, es que solo creando crisis política se posibilita la negociación política.
El inolvidable líder del Partido Revolucionario Dominicano José Francisco Peña Gómez supo con su liderazgo y visión política llevar al presidente Joaquín Balaguer a negociar tras el fraude electoral de 1994, logró modificar la Ley Electoral, reducirle dos años a Balaguer y otras importantes conquistas políticas del momento. Lo consiguió porque se creó una crisis política, y al margen de crear crisis política el que está en el poder nunca entra a negociar, hay ejemplo de sobra a nivel mundial.
La oposición actual ha sido incapaz de vertebrar una situación especial que obligue al PLD a negociar. La justa demanda por la ley de partidos y Altas Cortes, Junta Central Electoral, Tribunal Constitucional y Tribunal Constitucional han carecido de la fuerza social, de la agitación de calle, de la movilización política. Todo se ha circunscrito a los medios y a lo que diga y quiera Agripino Núñez Collado, un hombre acomodado siempre con el poder de turno.

¿Y que aconseja la realidad actual? Ya lo señalé en trabajos anteriores. Cuando la crisis interna del PRD frente a autoridades electorales que reiteraban ganancias de causas a la minoría de facto encabezada por el traidor de Miguel Vargas Maldonado propuse que se demandara en las calles la renuncia de los componentes de la Junta Central Electoral, Tribunal Superior Electoral, Tribunal Constitucional y las llamadas Altas Corte venida del indigno pacto de “Las Corbatas Azules”.

Lo propusimos y nadie tomó en cuenta nuestra propuesta. La subestimación y la discriminación siempre presente en la mezquindad le dio de lado a nuestra propuesta de entonces. Luego, meses después, vi que Hipólito Mejía habló tímidamente de sobre este tema. Hoy tras el pedimento de la renuncia del presidente Medina Sánchez veo unas declaraciones de Vinicio Castillo Semán del FNP que coincide con aquellos planteamientos que hicimos a raíz de la crisis interna del PRD.
Al respecto el vocero de la FNP dice que procede en la actualidad un gran pacto o negociación con el gobernante PLD y la sociedad civil para consensuar una reforma constitucional y los proyectos de leyes de Partidos, Reforma Electoral y un Tribunal Superior Electoral. Lo mismo que nosotros ya habíamos planteado.

El movimiento de la marcha verde le falta profundidad en sus demandas, se ha limitado a lo de Odebrecht y la corrupción. Hay temas neurálgicos que ameritan desarrollar conciencia sobre ellos acompañado de grandes movilizaciones sociales. La alarmante carrera de endeudamiento de la presente administración constituye un peligro para nuestra soberanía.

Hay que convocar al pueblo frente al congreso controlado por el PLD a protestar y rechazar la galopante carrera de préstamos, el alto costo de los medicamentos, de la canasta familiar, los impuestos innecesarios.  Estas y otras importantes reivindicaciones sociales, políticas, económicas, entre otras, deben ser incorporadas a la   cívica jornada de las marchas verdes.  Sin presión social ni política ningún gobierno cede.
JPM
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