¿Quién aporta los muertos?
La población marginal o excluida ya no quiere aportar los muertos y heridos en luchas sociales que concluyen en arreglos económicos o políticos que privilegian a mentados líderes populares, representantes de la sociedad civil y a titiriteros, de que desde sus poltronas manejan los hilos de esas jornadas.
El escándalo de Odebrecht ha generado un movimiento cívico que reclama castigo penal para los implicados en ese caso de soborno, y exige que la dirigencia política y económica se bañe con cloro para que sus actuaciones públicas o privadas sean limpias como papel y transparente como un cristal.
La ciudadanía demanda castigo en los tribunales, no en improvisado Coliseo donde fariseos abren compuertas para que las fieras devoren a los cristianos, tampoco desean que su derecho a elegir sea abruptamente interrumpido por quienes no lograron su favor en el último certamen electoral.
Sectores de la izquierda delirante lucen entusiasmado en la conformación de una cooperativa sediciosa con la extrema derecha, quizás motivados por el generoso regalo de algunos escaños congresuales que recibieron de esos insaciables grupos rentistas.
La gente quiere cárcel para los corruptos del escándalo Odebrecht, pero también para los evasores de impuestos, contrabandistas, lavadores de dinero provenientes de actividades ilícitas, especuladores, quienes promueven o imponen formas de monopolio y oligopolio o cualquier prevaricador sean del bando de los mansos o de los cimarrones.
La población quiere gente presa, pero también que se concluya Punta Catalina, que se amplíen las líneas del Metro y que se termine la presa Monte grande, que agregará 450 mil tareas a la producción en el sureste, además de garantizar agua a un acueducto múltiple para Barahona, Bahoruco, Pedernales y Jimaní.
Se ha dicho y repetido que aquí no hay condiciones objetivas para un abrupto cambio en la conducción del Gobierno y del Estado, porque no hay crisis económicas, ni social ni política. Por el contrario, la economía crece, los partidos funcionan, el empresariado opera libremente y las instituciones se fortalecen.
La derecha política y su expresión empresarial les pintan pajaritos en el aire a la izquierda delirante, que como ha sido su comportamiento histórico, confunde la realidad objetiva con sus quiméricos deseos. Al final de esta jornada, el litoral derechista volverá a repetir la historia de que “la banca pierde y se ríe”, mientras nietos de Marx y Lenin aprende a libar el buen vino.
La izquierda tendrá que armarse de valor y rechazar el sutil mandato de la derecha, de procurar los muertos y heridos que harían falta para encender la pradera porque, en el improbable escenario de una insurrección, carece de poder para dirigirla, y porque está vez el pueblo no los aportará.

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