Roxana, la única cordobesa “casco azul” en Haití
Por seis meses, Roxana Baigorria dejó su apacible trabajo en el complejo de vacaciones Miraflores, de Santa Rosa de Calamuchita, para sumarse al contingente militar argentino de 67 “cascos azules” que a fines de octubre viajó a Haití en misión humanitaria. El país caribeño es el más pobre de América y fue azotado, esta vez, por el huracán Matthew, que dejó a cientos de muertos y una enorme destrucción a su paso.
Roxana, de 38 años, es la única mujer cordobesa de la delegación argentina en su grupo. El complejo turístico donde trabaja en Calamuchita es un centro vacacional de la Fuerza Aérea.
La misión humanitaria de la delegación argentina arrancó el 31 de octubre y se prolongará hasta mayo de 2017. El grupo relevó y tomó la posta de otros militares, luego de medio año en el lugar.
Los “cascos azules” fueron creados por Naciones Unidas (ONU) para ayudar a países en situación de catástrofes o emergencias graves y están formados por grupos de militares que envían los países que aportan al sistema.
Primera vez
Roxana es instructora militar de la Fuerza Aérea y su especialidad es la seguridad y la defensa. Pese a que hace 20 años integra la fuerza, se trata de su primera misión de este tipo en el exterior.
Desde aquel sitio de la América Central, cuenta que su base de trabajo es un “hospital reubicable” ubicado por estos días en Campo Charly, cerca de Puerto Príncipe, la capital del país. Allí, integra la Minustah (sigla que identifica en inglés a la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití), en la que conviven delegaciones de ayuda de varios países.
En el caso de Haití, cuando parecía que la intervención de la ONU tras un devastador terremoto ocurrido hace un par de años ya concluía, el huracán reactivó la necesidad de prolongar la presencia y la ayuda social.
Qué hacer ahí
Roxana cuenta que entre los cascos azules argentinos hay enfermeros y médicos, personas que se ocupan de la logística y el mantenimiento y quienes se encargan de cuestiones de seguridad, más militarizadas. Al principio de la misión estaban alojados en carpas, sin baños ni agua.
“Durante 15 días fui asignada a Jeremie, la ciudad más golpeada por el huracán. Lo que más me impactó, entre tantas necesidades y problemas graves, fue advertir los hechos de violaciones de niñas de entre 4 y 6 años y la reacción pasiva de sus madres al enterarse”, señala a La Voz.
Cuenta que el grupo que integra asistió a “pocas personas con heridas producidas por el huracán, por lo general son muchos casos de micosis en la piel y gripe”. Los de muertes y heridos graves apenas ocurrido el temporal habían sido atendidos por otros grupos.
Roxana apunta que alcanzan pocos días en el lugar para comprobar la compleja realidad de una sociedad altamente polarizada entre ricos y muy pobres, sin clase media y con necesidades básicas para la gran mayoría que están lejos de ser complacidas. “Se nota la escasez de alimentos y de agua potable”, añade.
“La mayoría de las viviendas son precarias, de chapa. No hay escuelas públicas, son todas privadas y no todos acceden, la gente está acostumbrada a que le den, los hombres son muy machistas y las mujeres son las que trabajan”, relata aún asombrada.
También apunta que son comunes los robos y saqueos.
“El Gobierno no tiene fondos necesarios para generar progreso, la gente no paga impuestos”, agrega en su relato. A ese contexto se agrega la sucesión de desastres naturales. que ante tanta precariedad deja secuelas más graves, comparado con otros países.
Roxana es madre de tres hijos adolescentes. La mayor cumplirá 15 antes de que ella regrese. Se desempeñaba como instructora de aspirantes en el cuartel de la Fuerza Aérea en la ciudad de Córdoba hasta que meses atrás se mudó a Santa Rosa de Calamuchita, donde nació y vivió hasta su adolescencia, para trabajar en el complejo turístico que es propiedad de la Fuerza Aérea.
La de Haití es su primera misión humanitaria. “Seguramente me marcará y me cambiará la perspectiva”, admite desde la lejanía.
FUENTE: LA VOZ.COM
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