Sobre el político profesional

En los últimos días, para afincar ciertos “liderazgos”, se han puesto en vigencia criterios que podrían suscitar un interesante debate sobre quién o quiénes son los políticos profesionales, en República Dominicana. Este artículo lo teníamos cuadrado hace algún tiempo, pero lo lanzamos ahora, porque ha concitado cierto interés.
Establecer exactamente, los parámetros que determinen esa condición es un asunto complicado. Podría convertirse en un galimatías, porque indistintamente de vocación e instrucciones académicas; un analfabeto puede ser tan exitoso o más en lo político, que cualquier figura convincentemente ilustrada.
Se parte de que el profesional es el que ejerce con destreza cualquier actividad, tarea, oficio y disciplina académica. Pero sucede que, en donde abundan las pasiones como en las políticas partidistas, se ejerce como profesional para algunos, pero para otros no; y no existen, taxativamente, normas educativas ni normativas que determinen quién lo es.
Además, no hay forma de saber cuándo se es un político profesional, sobre todo cuando no hay moderación y se es grotesco; sin apoyo de las masas a quien se trata de convencer. El que participa en estas lides no sólo debe preciarse como prudente; objetivamente, debe serlo. En esto, el tiempo no es determinante.
Tanto Juan Bosch, Joaquín Balaguer, así como José Francisco Peña Gómez, aunque cometieron sus errores, fueron auténticos líderes a los que nunca se les oyó ufanarse como profesionales de la política. Pero lo eran, aun sin sustentarse en el puro clientelismo.
Si se persiste en la intolerancia ante la diversidad, y se ausenta la discreción como es de rigor, entonces, no se es un confiable profesional de la política. Sólo se ha logrado llegar al poder por muy condicionadas obediencias y genuflexiones con grupos en el poder;  artimañas, autoritarismo y retóricas demagógicas.  Así de simple.
Razonablemente los politólogos debieran ser los políticos profesionales. Empero, muchos de éstos no tienen el “talento”, la “madera” ni la malicia de otros, que se han alejado de su profesión y obtenido pingües beneficios con la partidocracia, y los tejemanejes de las políticas públicas.
En resumidas cuentas, si en lo político, el profesionalismo tiene que ver con lo que se ejerce con luces, competitividad y convincentemente, y debe ser aprobado por las grandes masas; evidentemente hay gente que ha vivido de los partidos que, no necesariamente, son políticos profesionales. A esto hay que agregar la ignorancia, fruto de la anomia que confunde a la mayoría de dominicanos.
Sin ningún ánimo tendencioso podría afirmarse que si ser político profesional es lo que algunos entienden, el ex-presidente Hipólito Mejía, nunca lo ha sido. Esto así, porque es atípico como tal; de los pocos que sostenidamente ha sido exitoso en su carrera como agrónomo. Es decir, que comparado con otros, por un buen tiempo, no se ha limitado a vivir del provecho de las riquezas proporcionadas por las mal trazadas políticas públicas.
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