Hale y empuje
El Gobierno del PLD ha colocado de moda dos palabras que
abren las puertas de la desgracia: hale y empuje. Todas las semanas sale
un ministro o un funcionario a tratar de crear nuevos impuestos, sin ser
aprobados por el Senado, empujando a los dominicanos a vivir en la informalidad
y a su vez a caer sin remedio en el abismo de la pobreza y la violencia. Este
estilo de Gobierno ha sido tomado como estandarte, para amedrentar a todos y
mantener el pueblo a la defensa de sus intereses.
A su vez, los dominicanos han tomado como suyas esas
palabras y están halando y empujando a todo el que se le pone en el medio, con
el fin de obtener sus objetivos; así vemos que en las calles nadie quiere
detenerse, el que camina empuja y da codazos y luego dice excúseme. El chofer o
conductor no se para ni en los semáforos y va dando bandazos y tropiezos como
carro sin frenos hasta chocar, el que debe no paga y los tribunales
indiferentes ante el crimen organizado.
Los
funcionarios públicos no tienen saciedad en sus afán de cada vez obtener más
dinero y halan a sus subalternos y empujan al Presidente al abismo hasta el
punto de que a Danilo lo quieren presentar como un Presidente Popular que gana
una nueva reelección presidencial y el líder del déficit excesivo gana sin arrugas,
apoyado por cinco más que les hacen coro.
Esas dos palabras que abren puertas, hale y empuje,
nos llenan de pavor, pues la humanidad, sin las reglas de cortesía y urbanidad,
no podrá subsistir y, eso de Hale y empujar cada vez que alguien quiere algo,
es un hecho que aterra y llena de pesar al que todavía le queda algo de
decencia.
Hale
y empuje es el proceder del anarquista, del analfabeta y el desquiciado mental.
Parece ser que la norma es ésa, ya que por doquier la gente vive halando y
empujando para sustituir al otro en el trabajo, en las familias, en las
fiestas, en las reuniones y donde quieras que te muevas.
La ansiedad por los placeres materiales es la que consume
y desgasta la salud, provoca grandes fatigas, enfados y gastos.
El que no se somete a las leyes naturales de la vida
y al desenvolvimiento lógico de la naturaleza va siempre por el camino errado
dando traspiés, halando y empujando hasta caer en la cima de la desgracia
inevitable, causada por su torpeza y afán de cambiar lo que ineludiblemente
tiene que seguir su curso natural.

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