OPINION: Catarsis del arte y la cultura
SANTIAGO DE LOS CABALLEROS.- El Palacio de Bellas Artes en este país ha sufrido el constante e inquietante clamor de sus alumnos a través de las escuelas de Bellas Artes en casi todo el país. La mayoría de dichas escuelas son puntos y posiciones políticas donde el Ministerio de Cultura nombra a un parlanchín político del Partido Oficialista, para que mantenga esa entelequia abierta, pero sin ninguna función. Ese es el triste panorama de nuestra nación en el estado actual.
Otro de los aspectos colaterales a que debemos dedicar cumplida atención en esta dominicana oportunidad de reformación histórica es la de la cultura y el arte. Hemos visto protestas donde el Ministro de Cultura se hace de la vista gorda y no pone atención al clamor y reclamo de profesores que pasan la mil y una noche con estos asuntos tan delicados y tan tirados al desgane por el Ministerio. Advertimos que anquen el arte puede entenderse en realidad como la manifestación de la cultura por los senderos de la belleza, y por lo tanto parte de la misma, podemos por motivos de claridad, tomarnos la licencia de improvisar la distinción.
De una lado, pues, situaremos la obra de los artistas: pintores, escultores, ceramistas, músicos, poetas…; del otro lado la de laos intelectuales; historiadores, literatos, sociólogos, educadores, científicos, periodistas…
Su obra particular y de conjunto puede tener un centro de relación y estimulo en el «Palacio de Bellas Artes», «Instituto Nacional de Cultura» o como usted le quiera llamar. Es obvio que tal es la función principal y la razón de ser de este organismo. Para eso existe. En el caso dominicano lo que se expone es una cultura política partidaria y por tal razón el encuentro y los choques entre estudiantes, profesores y el Ministerio.
Esta función, sin embargo, lleva implícita la derivada de extender la cultura al pueblo. De ahí el gran valor de las actividades concretas de divulgación e ilustración: exposiciones, conciertos, seminarios, conferencias, recitales, misiones populares, amén de la distribución de abundante y variado material literario e informativo. Cosa que no existe en la mayoría de las capitales de casi todas las provincias del país. Vergonzante es que en municipios no existan ni bibliotecas públicas para elevar el grado de cultura de esos lugares en todos los sentidos a lo largo y ancho del país. Todo se ha convertido en un negocio político.
Es posible suponerle, además, la delicada misión de velar por el decantamiento y superación de los valores nacionales del arte y el conocimiento, procurando establecer pautas de gusto y pureza en los mismos de modo que, sobre todo en el campo artístico, tiendan a reflejar cada vez más lo mejor del alma nacional. ¿Acaso el Ministerio de Cultura en sus promociones en tratar de establecer culturas extranjerizantes como si fuesen dominicanas reflejan el alma nacional? Lo que sí conocemos es que la culturización del alma nacional es que todo alrededor de la barquita y los cantones de haitianos lo han cedulizado para que voten a favor del gobierno en las próximas elecciones. Un trabajo magnifico del Ministerio en dar una cultura política a los ciudadanos haitianos, pero con cédula, para que establezcan la cultura del caos y el fraude este próximo mayo en las elecciones.
Esta misión es «delicada» porque hay que tener mucho cuidado de no ponerles moldes a patrones fijos a la expresión cultural que la deformen en la dirección de tal o cual línea de pensamiento o escuela de gusto. Cosa que ha hecho antojadizamente el Ministro de Cultura actual. La cultura ha de ser siempre libre. La orientación que se le preste deberá ceñirse a los campos de la estética y de la verdad histórica o científica.
Vista así la cosa, el «Ministerio Nacional de Cultura» tiene delante un anchísimo horizonte en que contribuir al progreso del país. No ha de tardar mucho seguramente la ocasión en que veamos a pleno vuelo sus actividades: conciertos de una gran sinfónica nacional, temporada de gran teatro, conferencias, seminarios, concursos, exposiciones, intercambios, publicaciones… Cosa que en estos cuatro años que han pasado la política de la cultura del gobierno de Danilo Medina Sánchez, la Cuyaya del Sur, ha sido espantoso. Todo ha sido propagación de la cultura haitiana de la época de Boyer en el país.
Es un sesgo de vida que le hará incalculable bien a la Nación, precisamente en una coyuntura como la presente. Será el mejor medio de aplacar y canalizar emociones, filtrándolas de elementos negativos y haciéndolas correr por vías de educación pura. Ya dijo Aristóteles al describir la tragedia que «a través de la piedad y el temor podía efectuar una catarsis de estas emociones».
Existe, estamos seguros, una relación estrechísima entre el acontecer nacional y las virtudes del arte y la cultura. No lo perdamos de vista. De ello puede depender la realización de nuestros más caros ideales y esperanzas de Patria grande.
jpm