Nuevos jueces en la Suprema Corte de Justicia: retos
POR CARLOS SALCEDO
La reciente designación de nuevos jueces de la Suprema Corte de Justicia por parte del Consejo Nacional de la Magistratura no es un simple relevo institucional. Es, en sentido estricto, una prueba de estrés para el sistema judicial dominicano, porque ocurre en un contexto particularmente exigente: salen magistrados cuya producción jurisprudencial elevó la vara técnica y doctrinal del alto tribunal, y entran nuevos integrantes llamados no solo a ocupar sillas, sino a sostener -y ojalá superar- un estándar de calidad que ya no admite regresiones.
El primer gran reto es, precisamente, estar a la altura de quienes se fueron. No por nostalgia, sino por rigor. En los últimos años, la Suprema Corte de Justicia había comenzado a consolidar una línea más cuidada de razonamiento jurídico, con decisiones que -sin ser perfectas- mostraban mayor conciencia del deber de motivar, de dialogar con la doctrina, de articular principios y reglas, y de comprender su rol como tribunal de cierre del sistema ordinario. Sustituir jueces técnicamente solventes por perfiles débiles o complacientes tendría un costo institucional inmediato: la pérdida de autoridad moral y jurídica de la corte de casación.
Decisiones motivadas
El segundo reto, quizás el más decisivo, es la calidad de la motivación de las sentencias. No basta con decidir; hay que explicar. No basta con citar artículos; hay que razonar. La motivación no es un adorno retórico ni una formalidad burocrática, es la esencia del Estado constitucional de derecho. Una sentencia mal motivada es una sentencia arbitraria, aunque el resultado sea correcto. Y una Suprema Corte de Justicia que se conforme con motivaciones aparentes -esas que repiten fórmulas vacías o transcriben normas sin interpretarlas- traiciona su función más elemental.
Aquí la exigencia es doble. Por un lado, profundidad jurídica, entendida como capacidad de ir más allá del silogismo tradicional y enfrentar los problemas reales del derecho contemporáneo, como lo son la colisión de derechos fundamentales, los límites del ius puniendi, el control de la discrecionalidad judicial, proporcionalidad, razonabilidad, coherencia sistémica. Por otro lado, honestidad argumentativa, esto es, decir por qué se adopta una posición y no otra, incluso cuando ello implique apartarse de precedentes o de soluciones cómodas, para adoptar decisiones de principio.

Manejo responsable del precedente
Un tercer reto es el manejo responsable del precedente. La Suprema Corte de Justicia tiene el debe de superar mucho más el fetichismo del precedente acrítico y el voluntarismo que lo desconoce sin explicación. La seguridad jurídica, la previsibilidad, exige estabilidad, pero la justicia exige evolución. El nuevo pleno de la Suprema Corte de Justicia está llamado a construir una jurisprudencia coherente, previsible y, al mismo tiempo, abierta a la corrección racional. Esto requiere jueces con formación sólida, carácter intelectual y respeto por el derecho como sistema, no como instrumento coyuntural. Teniéndolos, no caben las excusas.
Resistir presiones de todo tipo
El cuarto reto es resistir las presiones externas, visibles e invisibles. La Suprema Corte de Justicia opera en un entorno político, mediático y social cada vez más polarizado, donde se exige rapidez, mano dura o decisiones “populares”. El juez supremo debe recordar que no administra aplausos, sino razones. La independencia judicial no se prueba en los casos fáciles, sino en los difíciles, en aquellos donde decidir conforme a la Constitución tiene un costo político o mediático. Los nuevos integrantes deberán demostrar que su legitimidad proviene del derecho, no de la expectativa de quien los designó.
Liderazgo interno
Un quinto reto, no menor, es el liderazgo interno. La Suprema Corte de Justicia no es una suma de individualidades brillantes, sino un órgano colegiado que necesita dirección intelectual, coherencia y visión institucional. Los nuevos jueces deben integrarse a una cultura deliberativa real, donde se discuta con rigor, se disienta con respeto y se decida con responsabilidad. La mediocridad colegiada es tan dañina como el autoritarismo togado.
Reconectar la alta corte con la ciudadanía
Finalmente, está el reto de reconectar la Suprema Corte de Justicia con la ciudadanía, no a través del populismo judicial, sino mediante sentencias claras, comprensibles y bien estructuradas. La legitimidad del juez en una democracia constitucional no se construye con discursos grandilocuentes, sino con decisiones que puedan ser leídas, entendidas y controladas por la sociedad, por la academia y la comunidad jurídica en general.
La Suprema Corte de Justicia entra, pues, en una etapa decisiva. Los nuevos integrantes no heredan solo cargos; heredan una responsabilidad histórica. De ahí que deben demostrar que el máximo tribunal ordinario del país puede ser un verdadero espacio de racionalidad jurídica, y no una estación de paso de intereses, improvisaciones o silencios elocuentes. Si fallan, no será un fracaso personal. Será un retroceso institucional que el país no puede permitirse.
jpm-am

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