La Iglesia retoma una línea activa que necesitaba
Un informe oportuno y firme a la Casa de Pedro, propio del estilo responsable de un cardenal Nicolás López Rodríguez que mantuvo en alto la voz y la misión de la iglesia católica, puso fin a la estadía y los extravíos en el país de quien hacía de nuncio apostólico, Jósef Wesolowski. Pero, un posterior informe ligero y sesgado del sustituto, Jude Thaddeus Okolo, un hombre de color y origen nigeriano, marcó el declive de nuestro hoy cardenal emérito y de otros obispos y sacerdotes identificados con su visión correcta y línea de acción enérgica , como Víctor Masalles, a que algunos veía como posible relevo, pero víctima de una extraña jugada que lo sacaría de la Diócesis de Bani para un desempeño en España y que, finalmente, lo lleva a alojarse en una capilla de un sector de la capital.
Se vendió en el Vaticano la idea de que la jerarquía católica dominicana era presa del elitismo y otros “ismos”, todos infundados. Y no valió la vieja amistad con un Papa Francisco que le había rechazado dos veces la renuncia, en el 2011 y en el 2015, presentada por razones de edad y de salud, tras 35 años de servicio pastoral, sino en el 2016, ni sus altos méritos.

Nicolás no pudo defenderse; lo tenemos, retirado y con 89 años, pero eso le marcó. Ni blanco ni negro, sino color chocolate, y trasladan de San Pedro a la capital al manso y pasivo de monseñor Francisco Ozoria, encargado de la Pastoral Haitiana, como arzobispo metropolitano. De bajo perfil y sin las luces de un Arnaiz y los bríos y presencia de Nicolas, de Masalles, de Mamerto Rivas, en su tiempo, y otros tantos lideres religiosos. Y la Iglesia católica: Como si no pasara nada, muda; sin una voz alta, firme y vigilante.
En fin, fuera del debate de los grandes temas nacionales y en un dejar hacer y dejar pasar penoso y preocupante, porque la sociedad pierde a la carrera sus principales valores morales y soportes institucionales.
Por suerte, mientras Ozoria calla la provocación del intruso exembajador que exhibe el “casamiento” de dos hombres, el arzobispo coadjutor con poder en mano, monseñor Carlos Morel Diplán, le enmienda la plana al intruso Brewster, pidiéndole respetar la Constitución y los valores cristianos del país. Además, ve delicado, como paso desacertado y mala señal para la sociedad, la sentencia del TC que libera de sanciones las relaciones homosexuales entre policías y militares. Llamó a cuidar y resguardar los valores familiares.
Con esto, y su visita al cardenal emérito en sus 89 años, le reivindica y retoma una línea activa que la iglesia necesitaba.

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