De la rebelión de las masas al enjambre

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El autor es abogado. Reside en Santo Domingo.

POR CARLOS SALCEDO

Para Le Bon (Psicología de las masas, 1895), la Era de las masas conduce tanto a la crisis de la soberanía como a la decadencia de la culturaCon su obra más relevante (La rebelión de las masas, 1929), Ortega y Gasset sentía un malestar respecto al hombre-masa y vaticinaba la llegada de los regímenes totalitaristas y el ocaso de las democracias liberales.  

Esto, porque para Le Bon, el orden tradicional de dominio había decaído, por haber alcanzado la primacía “la voz del pueblo”. Pero, este constituye una masa que, en palabras de Ortega y Gasset, es superficial, conformista y que, aun estando consciente de su propia banalidad, reclama una vigencia universal. Además, destruye la personalidad y el talento y a todo aquel que piense distinto y no piense como la mayoría lo elimina, en la medida que adquiere poder e influencia, lo que conduce a la barbarie y a la destrucción de la cultura.

Para Ortega, el hombre-masa es el hombre cuya vida carece de proyectos y va a la deriva. Por eso no construye nada, aunque sus posibilidades y poderes sean enormes.

Pero, ¿quién pertenece a esa masa? Masa no se refiere a ninguna clase social, de tipo proletariado, sino a un tipo de personas que se encuentran en todas las capas de la sociedad. Especialmente, la gente formada y especializada, los médicos, abogados, ingenieros y financieros, expresan opiniones de lo más estúpidas cuando hablan de política, arte o religión. Y, además, se les considera pilares del imperio de las masas.

No podemos confundirnos, La rebelión de las masas es, principalmente, un diagnóstico de la época en la que escribió Ortega y Gasset, por lo que no ofrece el remedio para combatir el imperio de las masas, el cual Ortega ya ve materializado en las pretensiones tanto de los fascistas como de los comunistas.

A pesar de su elevada estima respecto a la contribución histórica de la nobleza, Ortega no propugna un regreso de la aristocracia. Su ideal político son las democracias liberales del siglo XIX, en las cuales el poder del Estado se autolimita y ofrece protección y espacio a las minorías políticas.

Si bien Ortega no fue un auténtico demócrata, tampoco fue un antidemócrata. Su idea de la democracia está ligada al prerrequisito, según el cual, no son las masas las que dirigen al Estado, si no que éstas son las que han de aprobar las decisiones de las élites.

La queja acerca de la superficialidad de las masas y su incapacidad para emitir juicios es uno de los conceptos del pensamiento conservador más empleado, desde Alexis de Tocqueville, pasando por Gustavo Le Bon hasta llegar a Osvaldo Spengler.

La crítica de Ortega a las masas, cuya filosofía fue influenciada por Heidegger y Dilthey y puede resumirse en su célebre frase: “Yo soy yo y mis circunstancias”, está inspirada en el concepto de Nietzsche de una plebe vaga y estúpida que sólo responde a su instinto de rebaño, que tiraniza a las personas de excepción y que es susceptible de dejarse impresionar con frases hechas.

A diferencia de la masa clásica de los siglos XIX y XX, que era amorfa, desarticulada e incapaz de constituirse en fuerza verdaderamente motora del cambio transformador, El enjambre digital, en palabras de Chul Hang, uno de los más prolíficos escritores y célebres filósofo de este tiempo, consta de individuos aislados, carece de alma y de un nosotros y es incapaz de una acción común o de manifestarse en una sola voz.

Hipercomunicación

Hoy nos embriagamos con el medio digital, sin que podamos valorar por completo las consecuencias de esta embriaguez, además de que esta ceguera y la simultánea obnubilación constituyen la crisis actual. Esto es, el barullo, el escándalo, la superficialidad y la banalidad, las falsedades y, en suma, la hipercomunicación digital, propias de la entropía (desorden e incertidumbre) comunicativa, que dan la sensación de poder y masa, ahogan cada vez más el poder ciudadano, pues la comunicación del poder, no siendo dialógica, hace solo percibir el ruido, sin sentido y sin coherencia, lo que impide la formación de un contrapoder.

Las consecuencias son harto conocidas y dan cuenta de la presencia de regímenes pseudodemocráticos que, en nombre de la real democracia, la fulminan y con ello el verdadero poder del soberano.

Lo peor es que la mayoría, ya no dispersa, sino que, debido a las multinacionales de la información y del cuasi monopolio de los medios, sobre todo en las dictaduras pintadas de democracia y que ofrecen los mismos pensamientos y preferencias, transformando y deteriorando los modos de lo público, se sienten que tienen un poder, por demás irreal o enclenque, que en los hechos está en manos de los enemigos del poder verdaderamente popular.

He ahí la confusión de este enjambre digital con la masa uniforme, respetuosa de la diferencia,  pero con propósitos de libertad y de promoción, respeto y defensa los derechos fundamentales, sin nubarrones mediáticos ni digitales, con el consecuente fortalecimiento del sistema democrático, necesario para enfrentar los cantos de sirena de regímenes supuestamente democráticos que, en el fondo, constituyen su propia negación y llegan al poder por la trampa en las que caen quienes constituyen un enjambre.

carlos30salcedo@gmail.com

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