Venezolanos en búsqueda del tiempo perdido
Por FRANCISCO JAVIER RAMOS NUÑEZ
Es inevitable para los sentidos ignorar la exótica raza, acento y gastronomía que día a día incide y crece en República Dominicana y varios países de Latinoamérica. A pie, en avión, e incluso en balsa, el éxodo de más de 150,000 venezolanos, como apuntan algunos estudios, es una realidad.
Tras conversar con decenas de ellos en el Gran Santo Domingo, he podido percibir la juventud de la mayoría de estos inmigrantes: 24 años la media, percatándome además de la peculiar estructura psicosocial de estos.
Tras la muerte de Chávez, y en menos de 4 años, las condiciones de vida cambiaron drásticamente para estos jóvenes. La generación que hoy migra está compuesta en su mayoría por quienes únicamente conocieron la Venezuela con servicios sociales de alimentación y atención médica gratuita. Fue a quienes la UNESCO en el 2010 otorgó 96 puntos sobre 100 en mejora educativa.
La diáspora que ahora hace vida en la puerta de los supermercados no fue reprimida en el caracazo de 1989 ni recuerdan la crisis económica de los gobiernos de Carlos Andrés Pérez o Rafael Caldera en los 90, cuando Venezuela fue el país más desigual del continente con más del 60% de su población en la pobreza.
Aunque sabedores de que una vez el Chavismo, con altas y bajas, sacó su patria del montón de “Repúblicas Bananera”, hoy repudian el ideal y con desesperación huyen de él. Buscan el único tiempo que conocieron en otros oficios, plazas y patrias.
No les juzgo. Contextualizo anhelando que hallen puertos con el ideal de José Martí: “Todo nuestro anhelo está en poner alma a alma y mano a mano los pueblos de América Latina.”
jpm