Veámonos en el espejo de Franklin D. Roosevelt

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EL AUTOR es economista y docente universitario. Reside en Santo Domingo

En estos tiempos de pronósticos inciertos y cargados de enfoques sesgados, por el quehacer político y el afán de lucro, me viene a la mente aquel periodo nefasto para la humanidad, donde se gestó una depresión sin igual, en los Estados Unidos de Norteamérica, y por ende, en el mundo entero; el año, 1930.

De ahí que, cuando se invoca el nombre de Herbert Hoover, el 31avo presidente de los Estados Unidos, probablemente se piensa en esa “Gran Depresión”, que azotó a Norteamérica y el mundo en esos años.

Ante el colapso del Mercado de Valores en el 1929, Hoover, un Republicano, se niega a intervenir. En cambio, deja que el libre mercado se ocupe del problema y la recesión económica se transforma en una caída catastrófica. Sin embargo, esta actitud se doblegará ante el avasallador avance de la depresión.

Hoover, un buen hombre con instintos magnánimos fue un exitoso ingeniero de minas antes de entrar en el gobierno.

Creía que casi cualquier cosa podía ser diseñada, y trajo esa filosofía a la crisis económica de 1929. Como resultado, él era el hombre equivocado para el trabajo, exactamente en el momento equivocado.

Además, era un marinero experimentado, conocía cada grieta de la costa atlántica. Su primer trabajo en el gobierno federal fue como subsecretario de marina, donde su dominio de los mares se hizo evidente para sus colegas.

Después de servir como gobernador de Nueva York, Roosevelt fue elegido presidente en 1932. El trabajo al que se enfrentaba era bastante escabroso. América yacía sumida en la gran depresión. Uno de cada cuatro estaba desempleado. Roosevelt hizo una promesa: hacer que los estadounidenses volvieran a trabajar. Ayudaría al “hombre olvidado”, al “hombre de la base de la pirámide económica”.

Para rescatar a Estados Unidos, el nuevo presidente decidió gobernar el país como un barco en una tormenta, con él mismo como capitán.

Para empezar, Hoover sabía que la competencia sin restricciones obliga a las empresas a reducir los precios; pero, creía en que los precios más bajos conducen a bajar los salarios.

En noviembre de 1929, poco después del colapso del mercado de valores, Hoover convocó una reunión con los directores ejecutivos de las principales industrias estadounidenses y les conminó a:

1) A pesar del debilitamiento economía, mantener los salarios en los niveles antes de la crisis.

2) Minimizar los despidos. Si debe reducir la mano de obra, hágalo a través del trabajo compartido, es decir, haga que dos trabajadores trabajen medio día cada dos días.

3) Roosevelt subvencionó a los agricultores y creó trabajos temporales en las artes; El trabajo social experimentó un auge. Prometió pensiones a los ancianos. Eso sonaba bien. La política del New Deal respaldó las demandas de los trabajadores organizados. La recuperación estaba a la vuelta de la esquina, prometió Roosevelt. Todo lo que los estadounidenses tenían que hacer era esperarlo.

NOTA: A cambio de mantener las tasas salariales y compartir puestos de trabajo, Hoover prometió a los directores ejecutivos que convencería a los trabajadores de no ir a la huelga ni exigir salarios o beneficios adicionales. Él mantuvo su promesa.

Los sindicatos acordaron no hacer huelga. La industria acordó no recortar los salarios. De hecho, muchas empresas aumentaron los salarios como gesto de solidaridad.

Eventos imprevistos 

Estas iniciativas, aunque muy bien intencionadas, recibieron el impacto de eventos imprevistos:

1-A medida que 1929 pasó a 1930 y a 1931, los precios de los bienes industriales disminuyeron. Una razón fue la deflación de toda la economía provocada por la política monetaria restrictiva de la Reserva Federal; las personas simplemente no tenían dinero para comprar bienes o invertir en empresas

2-Algo más que hizo Hoover fue su firma de la Tarifa Smoot-Hawley o Ley de 1930, que elevó los aranceles sobre las importaciones a los niveles más altos en 100 años. Como consecuencia de la aplicación de esta, los socios comerciales de Estados Unidos tomaron represalias imponiendo aranceles a los productos estadounidenses; las exportaciones se redujeron a la mitad y, consecuentemente, los precios de los bienes industriales estadounidenses disminuyeron drásticamente.

3-A medida que se profundizaba la Depresión, la industria le pidió permiso a Hoover para reducir los salarios. La respuesta de Hoover fue: “Si recortamos los salarios, los sindicatos tendrán muchos motivos para pegar”.

4-Como resultado de estos imprevistos, a fines de 1931, con la economía en ruinas, la industria rompió el trato recortando los salarios y el aumento de los despidos. Pero ya era demasiado tarde para detener la caída libre. El desempleo se disparó del 3,2% en 1929 a casi un 25.0% en 1932.

5-Hoover contrariado, aumentó enormemente el gasto público, ofreciendo un plan de nueve puntos- EL NEW DEAL- que incluía importantes proyectos como la Presa Hoover y el Acueducto de Los Ángeles. Además, subió los impuestos a los ciudadanos de superior ingresos del 25% al 63%. Hizo todo lo que se le ocurrió para que la economía volviera a dinamizarse. Sin embargo, soslayó la importancia de las fuerzas del Mercado, que podría haber funcionado, pero optó por entronizar el estatismo económico norteamericano (la intervención contundente del gobierno en la economía). De ahí que, lo que debería haber sido un par de años difíciles se convirtió en un desastre de una década.

jpm/am

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Adolfo Herrera Wehbe
Adolfo Herrera Wehbe
1 Año hace

y aún hay muchos que siguen aplicando este tipo de políticas, mezcladas o aderezadas, los del foro de sao paulo, con populismo comunista bolivariano. el resultado salta a la vista…

Rafael Pimentel.
Rafael Pimentel.
1 Año hace

excelente arti****.