Una Pequeña Haití toma forma en México

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Después de que el Gobierno de Estados Unidos endureciera los requisitos para acoger a ciudadanos de Haití, muchas familias de refugiados han comenzado a construir su propia aldea en Tijuana, en la frontera norte de México.

Las veinte familias que fundaron la Pequeña Haití salieron de su país tras el devastador terremoto de 2010, que asoló la economía de su país. Viajaron a Sudamérica en busca de trabajo, hasta que en 2016 decidieron emigrar a Estados Unidos. México era solo un país de tránsito; ahora es su destino.

«Esta será la casa de mi familia», dice orgulloso Jeccene Thimote-Hinch, el primer colonizador de la Pequeña Haití.

Parado frente a una vivienda de madera de 20 metros cuadrados, Jeccene explica que estudió contabilidad en Haití, pero nunca encontró trabajo en su profesión. Emigró a Ecuador, donde vivió y trabajó seis años como constructor, hasta que la escasez de empleo lo obligó a viajar a Estados Unidos.

Desde mediados de 2016, alrededor de 19.000 haitianos han llegado a la ciudad fronteriza de Tijuana con la intención de ingresar a Estados Unidos por motivos humanitarios. Pero en septiembre, el entonces presidente Barack Obama suspendió las entradas humanitarias y empezó a acoger solamente a solicitantes de asilo.

«Salimos hacia Estados Unidos buscando una vida mejor, pero ya no pudimos pasar», explica el haitiano que, temeroso de no cumplir con los requisitos del asilo y ser deportado a su país, optó por quedarse a vivir en México.

Esa misma decisión tomaron más de 3.500 haitianos, sobre todo en la ciudad de Tijuana, según el Instituto Nacional de Migración. Con el paso del tiempo, éstos fueron abandonando los albergues temporales que los acogieron a su llegada, lo que generó una demanda de vivienda de bajo costo en la ciudad.

La construcción de una aldea para los inmigrantes haitianos fue ideada por el pastor evangélico Gustavo Banda, fundador de la iglesia Embajadores de Jesús, que acogió a más de 4.000 haitianos durante diez meses, desde su llegada en mayo de 2016. Todas las noches, el suelo del templo se tapizaba de colchonetas y cobijas que acomodaban hasta 450 haitianos.

«Después de tantos meses no era apropiado tenerlos viviendo de esa manera», explica el pastor, que donó unos terrenos aledaños al templo para la construcción de la aldea. «Lo que se pretende es que se construya una comunidad, que en su primera fase tendrá veinte casas para familias y un espacio de recreo para niños».

La Pequeña Haití comenzó a construirse en marzo, en el fondo de un cañón llamado Los Alacranes, a dos kilómetros de la frontera de México y Estados Unidos. Está en un barrio de clase trabajadora fundado en parte en terrenos federales invadidos por migrantes llegados desde el sur de México.

Vecinos como Alberto Romero -un mexicano deportado de Estados Unidos- han recibido cordialmente a los inmigrantes haitianos. «Yo he estado en su lugar, y es muy difícil su situación», dice Romero, mientras repara la reja de un gallinero instalado en el patio de su casa.

Pero la creación de la Pequeña Haití también afronta dificultades. Una inspección del departamento de Protección Civil de Tijuana determinó que la aldea se construye en una zona de riesgo de inundación, por su cercanía con el cauce de un arroyo.

«El Gobierno municipal no está en contra de la construcción, pero se advirtió a los colonos que sus casas podrían correr riesgo durante la temporada de lluvias», explicó a dpa Moises Márquez, portavoz del Ayuntamiento de Tijuana.

El pastor Banda asegura que el proyecto ha contemplado el flujo del arroyo durante las temporadas de lluvias y que ni la aldea ni el templo corren riesgo de inundarse.

Jecceme también confía en que su casa estará a salvo y que muy pronto podrá vivir junto a su esposa y su hija de dos años. «Muy pronto aquí viviremos juntos. Esta casa pequeña será nuestro hogar».

Fuente: TIEMPO

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