Una isla de leyenda
Los ataques a la Republica Dominicana desde adento y desde afuera responden claramente a intereses que atentan contra la soberania, la identidad nacional, los logros alcanzados historicamente por la sociedad dominicana y el porvenir de sus ciudadanos. Extraemos de nuestro libro “Viajero del tiempo”, el siguiente texto. Es necesario defender la dignidad de nuestra nacion y el honor de sus hombres y mujeres que trabajan duramente por el bienestar de todos.
“Oriundo de esta tierra de palmeras. Manglares llenos de vida. Playas de arenas suaves como un beso. Costas pintadas de ámbar, cubiertas con sombras de cocoteros. Cálido oleaje sobre un fondo marino de coloridos peces. Disfrutadas por peregrinos del placer y la fortuna, Veo el manatí jugar en sus aguas, al barrancolí salir de sus cuevitas en las lagunas.
Habitada por gente mansa, alegre, hospitalaria. Deleita morar en ella. No me iré a otras tierras. Aquí nacen mis sueños, aquí vive mi esperanza.
Isla de leyenda de tesoros y piratas. Disputada por razas y naciones. como la herencia de una gran fortuna. Los viajeros venidos del este la amaron tanto, allí vivieron. No olvidaron sus altas montañas sembradas de riquezas hasta las nubes, sus valles de frutales con exuberante vegetación. Las auroras nacen cantadas por aves, rolitas y palomas. Poéticos crepúsculos despedidos por cotorras y chicharras.
Un lugar en medio del mar, rodeado de distancias litorales, de profundidades abisales, en la ruta del huracán. Poblado de soledad, colmado de olvido. Aletargado por el sopor tropical. Permanentemente saqueado y olvidado, eternamente oprimido e ignorado.
Desde aquí, tiranos, muchos Judas. Desde allá invasores. Desde los cuatro puntos cardinales, sin tregua ni descanso, como si fuera un codiciado botín, se levantan opresores, nacen traidores. Cascos de acero aparecen en el aire, en el mar, imponiendo dictadores con sus armas y dinero.Los veo sucesivamente, inagotablemente.
Al otro lado de esta misma tierra alimentan odio, nos culpan. A ellos los engañan. Les ocultan el castigo divino por servir a las deidades del vudú, al brujo de los zombis. Es su tragedia. Cambiaron a Dios por una cabra, por sus ídolos. Desde afuera quieren obligarnos a cargar con ese dolor ajeno, como si el nuestro fuera pequeño. Tapan ojos, cierran oídos. No ven a conciencia nuestra ayuda.
Con amenazas nos echan encima tal desventura. Maniobran para arruinar definitivamente a ambos pueblos. Maquinan contra nuestra nacionalidad. Nos acusan de lesa humanidad por definir nuestra identidad. Como si tener un gentilicio fuera algo barato, negociable. Dios nos hizo una nación y puso la Biblia en su escudo. Jesucristo dio por insignia la cruz de nuestra bandera. Dios es quien defiende nuestra patria y nuestra libertad.
Aunque por cobardía o convenios cedan los gobernantes, no recularemos antes sus ataques salvajes, desproporcionados. Dios nos hizo un estado soberano y peleará nuestra batalla. Jesús frenará el asalto a nuestra dignidad, a El clamamos.
Nos acorralan porque Jesucristo nos hizo un pueblo en busca de su gracia, su misericordia. Una nación que no ha mendigado su libertad. “Que si fuera mil veces esclava, otras tantas ser libre sabrá”.
Los enemigos de esta isla, buscan destruir ambas naciones. Son los mismos adversarios de Jesucristo, del hombre. Siembran cizañas para dividir una tierra pequeña. Proyectan devastar ambos lados de la línea, traer del más allá ,el genocidio del lado este, con el Reino de este Mundo. Huestes de orcos enviados por el ojo, atacan incesantemente. Con veneno de áspid en sus lenguas, ultrajan este pueblo que en bandeja de plata les ha dado deliciosos manjares.
Novelistas de la ignominia como perros rabiosos atacan, ¿Con que derecho nos dicen paria y dibujan la cruz gamada en nuestras playas? ¿No ven nuestras costas y fronteras rodeadas de ángeles con espadas encendidas para defender la cruz de Cristo puesta en nuestra bandera?.
Nadie les da más que nosotros. Cedimos tierra, agua y vida. Su pesar es el mío, su bienestar queremos todos. Con debilidades y defectos con penurias y pobreza llevamos la carga de dos, a pesar de no poder con la nuestra. Cubren de infamia nuestro amor y misericordia hacia ello. Nos amenazan en sus foros con sanciones y aislamiento para obligarnos a seguir solos con ambas miserias.
Decimos como el rey Leónidas I a los mensajeros siniestros de Jerjes I: Esta es República Dominicus. La república del Señor. Por eso abominan nuestro nombre, arruinan nuestro honor. No venceremos con plomo, ni con fuerza, sino con el Espíritu de Dios.
Oremos como nación. Volvámonos a Dios. Imploremos su protección. Jesús los vencerá. No nos moverán. No nos batirán. Los enemigos de esta isla de leyenda, no pasarán. Aunque tengan el oro y la plata. No vivirán más, serán comida de las aves,” No los llorarán, ni los sepultarán”.
Todavía quedan hombres que cuentan esta historia. Imposible doblar sus rodillas ante las riquezas, ante Mammon. Ellos no venden sus ideas ni su patria, por un puñado de monedas”.