Un día sin ruidos
Desde el año 1996 un conjunto de instituciones a nivel mundial vienen realizando diversas actividades el último miércoles de abril de cada año para sensibilizar a la población en todo el planeta sobre la molestia y los daños a la salud que provocan los ruidos. Ya prácticamente se ha institucionalizado el Día Internacional de Conciencia sobre el Ruido. Más de cuarenta países han hecho suya esta iniciativa.
Para el próximo año, nuestro país debería unirse a estas propuestas en contra de los excesivos y molestosos sonidos que degradan y agreden los espacios humanos, y que personas e instituciones desaprensivas los ocasionan, no importándoles el daño que causan a la gente a su alrededor.
Hay que reconocer la preocupación de las autoridades por disminuir la contaminación auditiva, y la ciudadanía puede denunciar a la gente ruidosa llamando al 911. Varios factores generan el problema de los endemoniados ruidos en la sociedad dominicana, entre los que se puede mencionar la falta de educación, la ausencia de conciencia de ese mal, originándose un verdadero pandemonio y una afrenta a la salud en todo el hábitat que es asaltado por la estridencia de sonidos.
Desde los pequeños espacios urbanos, hasta los lugares de alta concentración humana, se ha entronizado la inmundicia del ruido, contribuyendo este vector de enfermedades del oído hasta en el mal humor de las personas, y siendo caldo de cultivo de muchos hechos violentos que ocurren en el país.
Con tan solo salir a las calles nos damos cuenta que la contaminación acústica se ha convertido en una epidemia, y en todo momento y lugar el indeseable sonido se impone en cada lugar.
En la calle Teniente Amado casi esquina avenida 27 de Febrero, se mantiene un inconsciente joven con una bocina a todo volumen,superando los decibelios que soporta el oído humano, lanzando a cada mujer que cruce a su lado por medio de ese altoparlante cuantos insultos y frases soeces le lleguen a la cabeza.
Pero en la avenida Máximo Gómez esquina avenida Nicolás de Ovando existe una competencia de religiosos, los cuales que despunta el día encienden unos ensordecedores aparatos de sonido, y disque poseídos por el “espíritu santo”, agreden con la “palabra de Dios” a todo el entorno adyacente.
Pero no se quedan atrás los camioneros y guagüeros que suenan sus fatídicas bocinas, importándoles un bledo si se encuentran enfrente de un hospital, escuela, o zona residencial. Y qué decir de las guaguas anunciadoras que deambulan en las barriadas populares, robándole las horas de descanso a la gente que vive allí, produciendo más de 40 decibelios de ruidos infernales.
De los sistemas de sonidos de los llamados drink y discotecas solo sale un golpe mortal a la salud de nuestro sistema auditivo, al extremo de que quien osare entrar a una famosa y legendaria discoteca de la avenida San Vicente de Paul está expuesto a sufrir de sordera perenne, delatándose que estuvo allí la noche anterior, por el alto y chirriante tono de voz que exhibe.
Sería de mucha salud y contribuiría al inicio de la superación de este grave problema, adherirnos el próximo año al Día de Concienciación con Respecto a los Ruidos. El actual camino de ruidos altisonantes nos llevará indefectiblemente a la sordera total.