Trujillo invadiendo a Fidel
El generalísimo Trujillo estaba desesperado ante dos nuevos enemigos a nivel de Estado, surgidos en la zona del Caribe, el presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt y el primer ministro de Cuba, Fidel Castro.
Los dos se habían unido para derrocar el régimen de sangre y terror del tirano dominicano. Las expediciones gloriosas del 14 y 20 de junio de 1959, fueron coordinadas por ambos líderes, como una contribución a la lucha democrática del pueblo dominicano, y en el caso de Fidel, como un compromiso contraído desde que era estudiante de la carrera de Derecho de la Universidad de La Habana , donde presidió el Comité Pro Democracia en Santo Domingo, que lo llevó a ser expedicionario de la frustrada invasión de Cayo Confites, en 1947, que de haberse materializado tenía muchas probabilidades de victoria.
Además, Fidel le había prometido al comandante Enrique Jiménez Moya, en la Sierra Maestra, que al triunfar la revolución cubana, podía contar con su apoyo incondicional para iniciar la lucha armada contra Trujillo.
Para Trujillo, Betancourt y Castro se convirtieron en obsesiones, planificando la muerte de Rómulo Betancourt y la invasión a Cuba, para el derrocamiento de Castro, con la presencia activa en República Dominicana, de una legión de esbirros batistianos que acompañaron al Presidente Fulgencio Batista, en su huída de Cuba la noche del 31 de diciembre de 1958 y su llegada a la base militar de San Isidro, el 18 de enero de 1959.
Entre los esbirros había generales, coroneles y torturadores con experiencia militar. El enlace de comunicación de toda la operación trujillista lo fue el temible matón, coronel Johnny Abbes García, quien, curiosamente, hubo de quedar atrapado en La Habana, el 18 de enero de 1959, a donde había ido días antes en una misión secreta de Trujillo, para llevar armas, municiones y dar asesoría a la policía secreta.
Abbes pasó varios días en peligro de ser apresado por las nuevas autoridades revolucionarias, protegido por el inefable embajador dominicano en Cuba, Porfirio Rubirosa. Finalmente, aprovechando la confusión de las primeras semanas, logró salir clandestinamente, luego de pagar un vuelo irregular y falsificar sus documentos.
Abbes nunca le perdonó al dictador Batista, haberlo dejado en Cuba, y no haberle comunicado su salida por la pista aérea de la base militar del campamento de Columbia, convertido después por Fidel en escuela. El resentimiento de Abbes no pudo ser apagado por las explicaciones que Batista le ofreció en Ciudad Trujillo.
Para la operación propuesta por Trujillo de invadir a Cuba, se prescindió de Batista, a quien Trujillo humilló y a quien calificaba de cobarde por salir huyendo, cuando en los informes transmitidos a Trujillo, había posibilidades de resistir y contrarrestar la rebelión castrista. Trujillo fue más lejos, le cobró a Batista el precio de las armas “San Cristóbal” que le había enviado, y para ello, lo recluyó por varias horas en la Penitenciaría Nacional de La Victoria.
Los comandantes Eloy Gutiérrez Menoyo y William Morgan (norteamericano del ejército rebelde castrista) establecieron contacto con Trujillo a través de intermediarios, que hicieron depósitos de dólares a cuentas en Miami, y se comprometieron a participar en la intentona dominicana.
Luego le informaron a Fidel Castro de todos los pormenores de sus vínculos con Trujillo, y Fidel decidió que éstos siguieran haciéndoles creer a Trujillo que ellos estaban colaborando con él, para poder atrapar la mayor cantidad de participantes.
El 9 de agosto de 1959, un avión de la Fuerza Aérea dominicana sobrevoló las montañas del Escambray, con la finalidad de entregar armamentos a supuestos alzados trujillistas, pero las condiciones meteorológicas y la insuficiente iluminación le impidió aterrizar en una pista improvisada, una recta de unos dos kilómetros que había en la carretera de Cienfuegos a Trinidad.
El martes 11 de agosto de 1959, a las dos de la mañana, un avión militar dominicano C-46, arrojó un alijo de armas al oeste de la ciudad de Trinidad, por la zona de la playa “El Inglés”, a los supuestos sublevados que esperaban las mismas para alzarse contra Fidel, diez ametralladoras Thompson con 20 mil cartuchos, ocho ametralladoras calibre 30 con 30 mil cartuchos, dos ametralladoras calibre 50 con 15 cartuchos, cajas con botas y otros pertrechos de guerra.
El miércoles 12 de agosto a las 7:30 de la noche, un avión dominicano C47 sobrevoló el aeropuerto de Trinidad, después aterrizó, y al abrir la portezuela del avión, apareció la figura del enviado especial de Trujillo, un “sacerdote” católico cubano, Velazco Ordoñez, y de inmediato la multitud empezó vivar a Trujillo.
Los combatientes disfrazados de campesinos simulaban su apoyo a Trujillo. El sacerdote explicó que su misión era coordinar las acciones que se iban a tomar contra la revolución, y para precisar el día, la hora y el lugar exacto donde se iba a producir el desembarco de la “Legión Extranjera trujillista”.
El sacerdote entregó diez bazucas, además de tres mil pistolas, cinco radios y accesorios de comunicación. El apasionante relato de la invasión de Trujillo terminaría el jueves 13 de agosto de 1959, con una tomadura de pelo al tirano de dimensiones colosales. El tema me obliga a precisar los datos y enriquecer la memoria histórica, en próximas entregas.