Trujillo: actor nato

 

 

Uno de los rasgos peculiares del perfil de Trujillo fue la teatralidad. Actor nato, simulaba los más diversos estados de humor, a conveniencia de cada situación y propósito. Halagaba a una dama a conquistar, a un Jefe de Estado extranjero o a los militares del Pentágono, con una jovialidad envidiable, prodigando todo tipo de atenciones. Infundía respeto y temor entre los subalternos, exhibiendo una férrea disciplina, reforzada con rostro adusto y severidad gestual.

Aterrorizaba como sólo él sabía hacerlo, aún a servidores de lealtad probada como Joaquín Balaguer, a quien, en las postrimerías de su dictadura -al coincidir en el ascensor del Palacio Nacional- le miró fríamente y le dijo: «Balaguer, yo sólo creo en esto», al tiempo que se pasaba el índice derecho por el cuello, a modo de filosa navaja amenazante.

Aparte de histrión, Trujillo fue guionista consumado, asignando roles para sus dramas o sainetes, escogiendo cuidadosamente a sus actores, voluntarios o forzados. Montaba la escena, sin descuidar detalles y dirigía la obra, buscando impactar a su «blanco de público», como diría hoy un mercadólogo. La fracasada expedición de Luperón de junio de 1949 brindó la oportunidad para el despliegue de estas cualidades del dictador.

Rafael L. Trujillo.
Rafael L. Trujillo.

No sólo propinaba un nuevo revés a sus enemigos internos y externos, reforzando la adhesión a su régimen, sino que le permitiría ensamblar una pieza teatral para consumo internacional, colocando ante la recién creada Organización de Estados Americanos (OEA) las pruebas de la intervención de los gobiernos de Guatemala, Costa Rica y Cuba en los asuntos domésticos de otro estado miembro.

México también figuró preliminarmente en el tintero, ya que el doctor José Antonio Bonilla Atiles -exiliado dominicano radicado en ese país- había encaminado gestiones ante autoridades aztecas para facilitar el reabastecimiento de combustible a los aviones de la expedición en la isla Cozumel.

Asimismo, su territorio sirvió para la compra y arrendamiento de aviones a través de la compañía Rutas Aéreas Mexicanas, S.A., y el reclutamiento de pilotos y de asesores militares españoles, algunos naturalizados mexicanos, para la elaboración de los planes estratégicos y operativos del general Juancito Rodríguez. Tareas en las que participaron el doctor José Horacio Rodríguez, el legendario teniente coronel Alberto Bayo y otros republicanos residentes en México.

Al parecer la intervención del hábil embajador dominicano en esa nación, Dr. Joaquín Balaguer -quien obtuvo información confidencial anticipada de uno de los republicanos españoles acerca de los planes-, influyó para excluir a México de las acusaciones diplomáticas. Pese a ello, fue claro que el tratamiento dado por las autoridades mexicanas a los expedicionarios apresados en su territorio comportaba un cierto grado de protección. Un cable de la agencia AP, fechado el 25 de junio de 1949 en ciudad México, indicaba que:

«México está reteniendo cualquier conocimiento que pueda tener de la tentativa de invasión contra la República Dominicana. El Departamento de Defensa ha guardado silencio en relación con los cuarenta individuos uniformados y usando botas que fueron apresados cerca de la península de Yucatán. El general Antonio Sánchez Acevedo, jefe de la Defensa Nacional, ha regresado de Mérida donde interrogó a los detenidos. Su misión fue la de determinar si estos hombres pertenecían a la fuerza expedicionaria o si simplemente ‘se trata de trabajadores buscando qué hacer y que hayan podido olvidarse de obtener visas mexicanas para entrar al país’, según han dicho ellos mismos. Estos hombres no están bajo arresto. Pero se les ha dicho que no traten de abandonar el país

Horacio Julio Ornes.
Horacio Julio Ornes.

Montando el Escenario

Al apresar el 22 de junio, 52 horas después del desembarco, al grupo principal encabezado por Horacio Julio Ornes Coiscou e integrado por Tulio Hostilio Arvelo Delgado, José Rolando Martínez Bonilla, Miguelucho Feliú Arzeno y el nicaragüense José Félix Córdova Boniche, el régimen disponía del núcleo indispensable para proceder a documentar las pruebas del involucramiento de los gobiernos hostiles y de paso desacreditar a los líderes del exilio envueltos en la operación. Y así se hizo.

Los tres norteamericanos de la tripulación del Catalina -Habet J. Maroot, George R. Seruggs y John William Chewing- y el nicaragüense Alejandro Selva, separados del grupo de Ornes, fueron capturados y fusilados en el acto tres días después, informándose que habían muerto en combate. A Trujillo no le convenía lidiar con un expediente en el que figuraran ciudadanos de los Estados Unidos. Igual suerte corrieron Gugú Henríquez y Manuel Calderón, quienes inicialmente lograron evadir el cerco a los expedicionarios. Apresados, fueron fusilados por instrucciones del Jefe.

La primera información sobre lo acontecido en Luperón apareció el lunes 20 de junio de 1949 -los expedicionarios arribaron el domingo 19 alrededor de las 7 de la noche. El Caribe tituló a ocho columnas «Rechazados Sediciosos en Luperón», subtitulando «Población Civil les Causó la Derrota», «AP se Comunica con Presidente Trujillo». Al referir la entrevista con la agencia noticiosa norteamericana, el diario enfatizaba que «Trujillo no dio muestras, hablando por radiofonía, de ninguna preocupación y terminó su conversación diciendo: ‘estamos investigando bien los acontecimientos; pero de todos modos aquí estamos listos para todo’. »

Dominando la escena, la primera aparición pública de Trujillo se verificó el lunes 20, cuando se apersonó a Luperón para ascender a segundo teniente al raso del ejército Leopoldo Puente Rodríguez y condecorarlo con la Orden al Mérito Militar, por encabezar la resistencia armada a los expedicionarios.

Tras inspeccionar los restos del avión Catalina en la bahía, el Jefe se trasladó al ayuntamiento para reunirse con las autoridades locales y leer una proclama de reconocimiento a la población «por el arrojo de sus habitantes al hacer frente a la tentativa de invasión de un grupo de traidores a la Patria.»

INTERROGATORIO

Trujillo, luego de ser «vitoreado con entusiasmo», regresó a Santiago -donde había emplazado su cuartel general- acompañado por los secretarios de Guerra, general Héctor B. Trujillo, de Sanidad, Dr. Manuel Robiou, el presidente del Partido Dominicano, Virgilio Alvarez Pina, el capitán Rafael L. Trujillo Martínez, el diputado Manuel de Moya Alonzo y sus ayudantes militares. Justamente a Santiago, días después, fue trasladado el grupo de los expedicionarios sobrevivientes, para ser interrogados directamente por el dictador en la Fortaleza San Luis, en compañía del coronel Manuel E. Castillo, el Lic. José Ernesto García Aybar, procurador general de la República, el Lic. Mario Abreu Penzo y el infaltable Moya Alonzo.

Aguzado interrogador, el interés de Trujillo se centró en establecer las reales dimensiones operativas del plan, la complicidad de los gobiernos de Guatemala -con el presidente Juan José Arévalo al frente secundado por los jefes militares de ese país-, de Costa Rica -cuyo presidente José Figueres había facilitado el armamento que antes Juancito Rodríguez le había suministrado para su revolución triunfante-, y de Cuba -tanto en la persona del presidente Carlos Prío como de su jefe de policía secreta, el Dr. Eufemio Fernández, quien acompañaba al grupo expedicionario varado en México. Asimismo le interesaban detalles sobre el rol de Juancito Rodríguez, Juan Bosch, y José Antonio Bonilla Atiles.

Todavía con la impronta fresca de la batería de preguntas realizadas por Trujillo, ya de vuelta en la celda, Ornes -quien se hallaba padeciendo de fiebre desde hacía varios días- fue requerido por el coronel Castillo para decirle que debía participar como orador en un mitin que se estaba celebrando en ese momento en la plaza central de Santiago en apoyo al régimen.

«Haciendo un gran esfuerzo físico y mental para expresarme con claridad, apoyándome en la balaustrada del balcón para sostenerme en pie -hablaba desde el Club Santiago-, hice una breve alocución», relata Ornes en su libro. Tras referir las adversidades de su empresa revolucionaria, terminó informando «que Trujillo había decidido respetar nuestras vidas».

Al concluir sus palabras, se le dijo que debía trasladarse a La Voz de la Reelección, para desde allí producir una alocución que sería retrasmitida por La Voz Dominicana. En ésas estaba, cuando le llamó por teléfono Anselmo Paulino para a su vez ponerlo al habla con su hermano, el periodista Germán Emilio Ornes Coiscou -quien era jefe de redacción de El Caribe y director en funciones-, con la encomienda de que repitiera para ese diario lo dicho en Santiago.

Días después, ya ubicados los presos en la Fortaleza Ozama, Ornes entrevistaría a Ornes, en un histórico episodio que sirvió el propósito diplomático y político de Trujillo, pero que de paso -como me observara juiciosamente Juan Doucoudray, veterano de las ergástulas del tirano- contribuyó a salvarle la vida a Horacio Julio y a sus demás compañeros de infortunio.

jmdelcastillopichardo@hotmail.com

JPM

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