Tres hurras por los gays
El tema aun se considera tabú; pero no para los dominicanos que nos hemos divertido hasta más no poder a costa de las personas que tienen orientación sexual diferente a las mayorías. Ahora, lo que resulta en verdad difícil es sentarse a escribir con orgullo de varón, lo que se sabe es motivo de gran satisfacción para la gente progresista de todo el mundo, el triunfo del orgullo gay.
La aceptación del “matrimonio” entre personas del mismo sexo, ha sido durante décadas, el más importante objetivo del colectivo LGBT, que ha sabido ganarse -a fuerza de tesón y perseverancia- la voluntad y comprensión de los que no compartimos su orientación sexual. Hoy día y gracias a esa labor paciente y continua de muchos de mis amigos homosexuales o no, puedo decir por enésima vez que no siento ningún rubor escribiendo estas cuartillas, que no me sentí extraño en su gran celebración, como no me sentí forastero cuando participaba con mi pareja en las jornadas de lucha por esta gran conquista. Mi mujer y yo hemos apoyado desde siempre la causa de los homosexuales, porque es un asunto de derechos humanos.
Aunque nadie me lo ha pedido, tengo que jugar mi papel, el que más me gusta hacer: el de decir en público las cosas que mis amigos y yo pensamos y compartimos en privado. Y tengo que ser yo quien lo haga, porque yo fui muy duro e injusto con los homosexuales dominicanos. Solo como referencia, debo confesarles que en los años finales de la dictadura trujillista, los mozalbetes del barrio atacábamos a pedradas a un conocido afeminado que se identificaba como “la Comadre”. Para el personaje en cuestión, era todo un suplicio llegar hasta el mercado a hacer sus compras, porque tenía que pasar por el bloque donde vivía el que les escribe. Gracias a Dios que antes de morir pude pedirle perdón -junto a mis hijos- por ese comportamiento tan desaprensivo.
Hay otras razones por las que tengo que escribir estas líneas y una de ellas es muy probable que ustedes la hayan notado. Escribo matrimonio entre comillas, algo que pudiera parecer un contrasentido, y en verdad que lo es. Yo hubiera preferido que se aceptara la unión civil entre gays y que no se le llamara matrimonio, que es una institución entre los que somos heterosexuales. Me hubiera gustado que la votación de la Suprema Corte hubiera sido menos dividida; y de seguro que pudo haber sido casi unánime, si se hubiese usado el término “unión civil”. Aunque fuera provisional, como una medida de transición, hasta que la sociedad madure y acepte el término “matrimonio” entre gays.
De cualquier manera, estoy de fiesta; por esa magnífica demostración de persistencia de LGBT y esa gran solidaridad que ha mostrado la sociedad, que sin compartir intereses, defiende el derecho de todos a lograr su felicidad en esta vida.
¡Vivimos, Seguiremos Disparando!