Todavía hay luz
Una muchacha de 15 años que trabajaba como camarera en un bar salió de allí de madrugada con un cliente de 39 que la mató a puñaladas y lanzó su cadáver a un río. Un piloto sufre un accidente y vándalos acuden a saquear tanto las casas que su helicóptero afectó, como al propio lesionado e incluso, al aparato.
Un exlegislador y presidente de un partido en una provincia plantea en medios de comunicación que tiene una “segunda base” en referencia a una amante y que muchos hombres la tienen también.
No dudo eso en un país en el que de forma lamentable esa actitud es cultural, pero todavía otros de sus congéneres mantienen esas relaciones en secreto por respeto a la pareja formal.
Así podríamos tener páginas entras sobre conductas que jamás deben verse como comunes ni dejar de indignar, porque cuando eso ocurra ya no tendremos nación.
Al país habrá que ponerle candado cuando deje de existir gente que denuncia las atrocidades que intentan permearnos o personas como las que corrieron en masa a ayudar a ese piloto accidentado. Para recordarnos que los malos aun son minoría.
Por eso, porque son menos los que cometen aberraciones como violar niñas y niños o maltratar animales, tal como muestra una imagen hizo un desaprensivo con un perro, todavía hay esperanzas y vale la pena luchar contra tanta atrocidad, tanta podredumbre.
Callar no sirve ni aceptar atropellos e infracciones con el argumento de aquí nadie hace nada. La población tiene el derecho y el deber de asumir cambios, de empoderarse (ahora que está tan de moda esa palabra) y entender que sí puede presionar para revertir este sistema.
Larga es la lista de conquistas sociales de pueblos que han sabido defender sus intereses sin titubeos. Por tanto, no es una utopía pretender que si bien no cambiaremos el mundo (y quién sabe) podemos mejorar la parte en la que nos tocó vivir.