Thelma Camilo Rosa, maestra ejemplar

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EL AUTOR es médico y abogado. Reside en Santo Domingo

Todos la conocían por Thelma, e incluso con  ese nombre firmaba todo, pero su verdadero nombre era Leonarda. A mí me lo confesó en voz muy baja, cuando la atendí por primera vez como paciente, en 1978, poco después de mi regreso de México graduado de gineco-obstetra.

La conocí en 1958 como la novia de Braulio Peñaló, que por entonces era mi profesor de carpintería y ebanistería en Artes  Manuales, como parte de la instrucción en la escuela primaria José María Alejandro Picharfo, en San Cristóbal. 

 Ella llegó a San Cristóbal procedente de San Francisco de Macorís a estudiar como interna en la escuela formativa de maestros José Trujillo Monagas (así se conocía durante la Era de Trujillo, aunque llamada por la población simplemente como La Monagas) denominada Américo Lugo, después de los acontecimientos de 1961, ubicada al lado Sur del Instituto Politécnico Loyola.

Los domingos, el profesor Peñaló pasaba a recogerla a La Monagas y caminaban por las calles del pueblo tomados de la mano. Nunca olvido una vez que mientras regresaban a La Monagas los sorprendió un fuerte aguacero y continuaron caminando despreocupados, tomados de la mano, ignorando la fuerte lluvia. Esa escena me pareció tomada de una novela de romanticismo clásico y desde ese día consideré ese noviazgo como modelo.

Thelma Camilo Rosa

 Antitrujillista

Cuando se graduó de maestra quiso quedarse en San Cristóbal porque ya tenía planes de matrimonio, pero conociendo su procedencia de San Francisco de Macorís, una ciudad desafecta al régimen de Trujillo, allí se le veía con recelos. El profesor Alfredo Zabulón Díaz, a la sazón director de la escuela primaria de varones, me contó que le costó trabajo conseguir su nombramiento. “Tuve que defenderla mucho, en base a su capacidad y preparación”, me dijo.

Con todo y esa dificultad inicial, con algunas profesoras con las que estableció amistad estrecha, hablaba mal de Trujillo, sobre todo, después del asesinato de las hermanas Mirabal. A tal grado llegó su rechazo al régimen, que el día del entierro de Trujillo en la iglesia parroquial de San Cristóbal, la profesora Luisa, del cuarto de primaria, tuvo que obligarla a ponerse una blusa blanca, a lo que ella se negaba a pesar de todos los razonamientos que le hacían sobre el peligro que corría, de no hacerlo.

José Francisco Peña Gómez, que era el profesor del octavo curso, no regresó a la escuela desde que se anunció la muerte del tirano y el profesor Zabulón Díaz nombró a Thelma como su sustituta. Así me tocó que fuera mi maestra por primera vez. Recuerdo que me hizo aprender varios poemas, sobre todo dedicados a las madres y me ponía a declamarlos en los actos de la escuela.

Unos meses antes de la muerte de Trujillo  contrajo nupcias con el profesor Braulio Peñaló, que dejó la escuela y pasó a ser empleado del Banco de Reservas en San Cristóbal. De su unión nacieron cuatro hijos: Braulio, Rosalía, Pilar y Marcos.

Pero la profesora Thelma no era una maestra común y su inteligencia y dedicación se divulgaron desde su primer mes como maestra del octavo curso. Por esa razón, desde que terminó el año escolar, doña Dora Sturla, directora del Liceo Secundario Manuel María Valencia, no titubeó en reclutarla y llevarla como profesora del bachillerato. Ahí volví a tenerla como profesora los siguientes cuatro años.

Solo tenía poco más de un año como profesora del bachillerato, cuando organizó una gira a la UASD con los estudiantes del último año. Les hizo un recorrido por la Universidad, concluyendo en la Escuela de Medicina, donde se encontraba como estudiante el hoy Dr. Guaroa Ubiñas Renville. Este les mostró todas las instalaciones de la Escuela, incluyendo el salón de disección, donde había varios cadáveres. La idea era que conocieran la que sería su Universidad.

Tres o cuatro años más tarde, la profesora Thelma Camilo fue nombrada como directora del Liceo Secundario y desempeñó esas funciones por varios años, dando esplendor al Liceo y restableciendo la disciplina. Algunos estudiantes traviesos renuentes a la nueva disciplina organizaron una huelga indefinida, a pesar de lo cual ella mantuvo su postura con firmeza. Decidieron entonces trasladarla como funcionaria técnica al Ministerio de Educación. Allí fue Directora de Educación Primaria.

En los años 80 realizamos varias investigaciones en el plano médico-psicológico y las publicamos en revistas científicas. Recuerdo que cuando no estaba satisfecha con lo escrito solía decirme: “Debemos cranear más nuestras conclusiones antes de publicar el trabajo”.

Pero sus miras iban más lejos. Estudió psicología en la UASD y luego consiguió colocarse como profesora de varias materias de esa carrera. Así se mantuvo hasta su jubilación. Pero también laboró en lo que hoy es el Ministerio de Estudios Superiores y  Tecnología (MESYT). Finalmente cursó un doctorado en psicología en la Universidad Complutense de Madrid, llegando a concluirlo, pero el deterioro progresivo de su salud le impidió presentar la tesis de Doctorado.

Hablábamos con frecuencia de todos los temas que se nos ocurrieran. Yo la miraba con el respeto del alumno al profesor, pero ella propició que nuestra relación amistosa se desenvolviera en un plano de igual a igual. Recuerdo que en diciembre del año pasado, cuando le pregunté  sobre sus planes para el nuevo año, me dijo en tono formal: “Pienso seriamente salir a buscar trabajo en Enero. No resisto estar maniatada en la casa”. Y de esto hace menos de ocho meses.

La visité 10 días antes de su muerte. Se le veía enferma, pero fue capaz de reconocerme y hacerme un leve gesto de afecto con una mano. No pudo hablarme, ya no tenía fuerzas para hacerlo. Pero tampoco hizo falta. Tenía tantas cosas que recordar mientras la miraba impotente, tantas vivencias gratas, tantas enseñanzas que su muerte no podrá arrebatarme. Entretanto solo le digo: Duerme tranquila querida amiga, cumpliste tu deber hasta el día de tu muerte.

dpenanina@gmail.com

jpm-am

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Luis Peterson
Luis Peterson
1 Año hace

muy interesante dato sobre una compueblana macorisana que nos enorgullese por su valentia y su pasion por defender sus ideales.

Ramonita Domínguez
Ramonita Domínguez
1 Año hace

excelente reseña