Sondeos, fraude y el 5% de los votos

 

 

Yo pensaba que la experiencia de 2012 había dejado bien claro, que la improvisación en materia electoral no era una apuesta en firme al momento de inducir el comportamiento popular en las urnas. Estaba casi seguro de que los estafadores que prometían a las direcciones de campaña de los partidos en desventaja, un denominado “sondeo serio e imparcial”, realizado en diferentes lugares del país, ya habían pasado a la historia. Estos sondeos -que no son mas que un vulgar engaño a la población- siempre arrojaban los resultados apetecidos por los partidos que los pagaran.

 

Aunque el encanto se desvanece a las pocas horas de concluidas las  votaciones, cuando menos mantiene el optimismo en las incautas masas de votantes que sorprendidas, descubren que los resultados son totalmente opuestos a lo que dichos sondeos pronostican. Pero a seguidas entrará en función la maquinaria mediática de denuncia de un “colosal fraude electoral”, que en cierta forma explicará la derrota y actuará como relajante mental, que gradualmente irá preparando al aguerrido seguidor político a enfrentar la realidad, la verdad monda y lironda que se evidencia el 16 de agosto: el que se juramenta es el otro, no el mío, perdimos otra vez.

 

Pero cuan equivocado estaba yo creyendo que los equipos de campaña son engañados por los intrépidos “comunicadores” que se tiran a la calle, micrófono y cámara en ristre, en un escenario dizque “elegido totalmente al azar”, pero que todos los entrevistados son contratados previamente y trasladados al lugar en cuestión, para que “pasen inocentemente” frente a la cámara y que al preguntárseles su intención de voto, respondieran, también “inocentemente” que apoyaban a tal o cual candidato.

 

Nunca hubo tal engaño por parte de los entrevistadores de marras. Todos sabían que esto era una farsa preparada para enfrentar y desmeritar las encuestas formales y con prestigio, en un vano empeño por revertir las verdades que dichas encuestas evidencian y pronostican antes de las elecciones. Los políticos pagan conscientemente a los “comunicadores” que ofrecen los dichosos sondeos, porque sienten que ya no hay nada sensato que hacer, que la decisión popular ya está tomada y que el desenlace -de seguir el derrotero indicado- solo confirmará la derrota  total.

 

Estos sondeos son un intento desesperado por confundir la mente de los votantes; la de los ciudadanos indecisos, que una buena parte de los cuales no les gusta perder y siempre votan por el que ellos suponen que es el seguro ganador. La estrategia consiste en hacer evidente -con los sondeos- una aparente simpatía de los votantes con el principal candidato de la oposición.

 

El único problema es que los sondeos fueron descalificados -como ya se vio- en el proceso anterior (2012) y que en materia de establecer una real o aparente percepción en el votante, ya la campaña del candidato oficialista ha recorrido un trecho tan amplio, que resulta prácticamente insalvable.

 

Lo triste de todo esto es que tanta gente buena, aunque equivocada, se esperanza y espera unos resultados que nunca habrán de llegar. Y una vez pasadas las elecciones afloran las decepciones y con ellas las frustraciones. Estarán sorprendidos de los resultados, porque solo ellos se creyeron el cuento de que los “sondeos populares” eran un reflejo de la realidad. Sus jefes siempre han sabido que la causa estuvo y está perdida desde hace tiempo, pero se mantienen en pie de lucha porque necesitan sacar ese 5% de los votos, que les permitirá volver a ordeñar la vaca nacional como partido mayoritario.

 

Porque en realidad, sus propias encuestas de trabajo les indican por donde andan los pronósticos, pero tienen que mantener la marcha, a fin de posicionar las candidaturas menores (municipales y congresuales) y de paso, ese porcentaje mínimo de votos que la ley electoral señala para tener acceso a la tajada mayor del pastel, a una parte del 80% de los fondos que reparte el Estado entre las maquinarias partidarias ¿mayoritarias?

 

Puede estar seguro el lector, que el candidato y su equipo de campaña, saben perfectamente que los resultados serán adversos, pero lucharán hasta el último momentos, por las razones que les señalé mas arriba: el 5% de los votos y las candidaturas menores, que al ser remuneradas, permiten mas holgura al momento de repartir las futuras asignaciones presupuestarias de la JCE. No hay nada patriótico en este tramo de la lucha política, todo se reduce a conveniencias, individuales y colectivas.

 

O no se les ha ocurrido a ustedes pensar, el porqué de tantos políticos profesionales en las nóminas de todos los partidos. Pero qué mas da, como dice el viejo refrán: agua que no has de beber, déjala correr.

 

¡Vivimos, seguiremos disparando!

rolrobles@hotmail.com

jpm

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