Sobre el crimen de las multitudes
Entendemos por crimen de las multitudes la acción criminal o un conjunto de actos criminales cometidos por una masa de individuos agrupados, sea espontáneamente, sea al llamado de líderes que le llaman los cabecillas. Conviene a este respecto hacer una distinción entre dos situaciones diferentes.
La primera es aquella donde el llamado a la multitud por los organizadores tiene una finalidad delictiva, sin que por otro lado las personas llamadas tengan fatalmente conocimiento de esta finalidad; la multitud es entonces instrumentalizada por los líderes. La segunda situación es aquella, usual en democracia, donde el llamado a la publicidad.
Los pequeños grupos de “matones” que, aprovechan de la situación, se infiltran en la manifestación y se benefician de ello para dedicarse a diversos abusos (destrucciones de vitrinas de magazines, pillajes, robos, enfrentamientos deliberados con las fuerzas policiales encargadas de velar por el cumplimiento de las condiciones de la manifestación…).
El crimen de las multitudes se reconoce por dos rasgos esenciales: 1-El rol y la acción de los líderes en la sugestión y la preparación de la acción criminal.
Ese rol varía, según los casos, de la decisión deliberada de utilizar la manifestación de multitudes como de cometer actos delictivos, especialmente para provocar una reacción de represión de parte de las fuerzas de policía, hasta la organización de un servicio de orden destinado al contrario a impedir toda menoscabo de la manifestación.
2-La naturaleza del fenómeno psicosocial que engendra el crimen cuando individuos, que tomados aislado son los no delincuentes, actuando de manera criminal cuando ellos se encuentran en multitudes.
Se ha hablado de hipnotismo, de sugestión colectiva, pero esta interpretación es muy criticada. Hemos acercado el crimen de masas al crimen pasional, pero esta asimilación sólo es posible si vaciamos esta última noción de su especificidad como crimen de amor.
El análisis que ve una liberación de las tendencias profundas del individuo la ocasión de un anonimato y de un grupo de masas que suprime tanto toda censura individual como todo control social colectivo, es sin duda la que más se corresponde con la realidad. Separadamente de un contexto político, “asesinato masivo” se refiere al matar un número alto de personas al mismo tiempo. Ejemplos cercaron disparar un arma de fuego en contra de una multitud mediante un robo, o incendiar un lugar donde se haya aglutinada una multitud.
El USA Bureau of Justice Statistic da una definición del asesinato como aquel que implica “el asesinato de 4 o más víctimas en una ubicación en un evento”. La totalidad de asesinos masivos se sitúan dentro de tres categorías: aniquiladores de familias, individuos con trastornos mentales, y trabajadores desconsolados.
En lo relativo al término trabajadores desconsolados, es una relación habitualmente no muy exacta, habida cuenta que un buen número de asesinos masivos son ex trabajadores que son despedidos de sus empleos y a la postre retornan fuertemente armados y matan a sus socios.
Uno de esos casos famosos de “trabajadores disgustados y” acaeció en los años ochenta en la empresa Electromagnetics System Labs (en California) cuando el programador de computadoras Richard Farley, que después de ser despedido por acoso a una de sus colegas llamada Laura Black, regresó a su lugar de trabajo con varias armas de fuego dando muerte a siete de sus compañeros, fallando en su intento de matar a la misma Laura.
También hay casos de asesinatos masivos aparentemente “no intencionales” al menos en términos de premeditación. Tal es el caso del refugiado cubano Julio Gonzales, que incendió el club nocturno “Happy Land” en la ciudad de Nueva York luego de haber discutido con su novia y a quien un miembro de seguridad sacó del local (en el siniestro murieron 87 personas, y solo sobrevivió la novia).
Otros “asesinos masivos” se han beneficiado de motivos financieros donde matar es no un fin sino un medio o un resultado fortuito de robo, y es el caso más insólito del japonés Sadamichi Hiurasawa quien envenenó con cianuro a 12 empleados de un banco para cometer un robo. Pero distinto de los asesinos en serie, rara vez existe un motivo sexual en los asesinos masivos, aunque hay excepciones como la de Szilveszter Matuska, un austriaco que aparente conseguía placer sexual al dinamitar trenes (con gente dentro preferiblemente).
Su fetichismo letal cobró la vida de 22 personas antes de ser atrapado en 1932. Según el libro de Loren Coleman Copyca Effect, la publicidad sobre estas múltiples muertes tiende a provocar más eventos similares.
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