Sin abusos,  pero con firmeza

El Plan de Regularización de Extranjeros  que ha venido desarrollando el Gobierno dominicano para poner fin al desorden migratorio que desde hace décadas  se registra en el país es una de las medidas más valientes y correctas que puede asumir Estado alguno.

Ya era hora de que las autoridades dominicanas asumieran de una vez y por todas su derecho legítimo y soberano  de decidir quién  y en qué condiciones puede permanecer en territorio dominicano.

La migración en todas las partes del mundo es normal siempre y cuando los inmigrantes se acojan y cumplan con las normativas internas que establecen los Estados.

Ahora bien, el país en los últimos meses  ha sido sometido  a un  asedio, acoso y derribo, en el ámbito nacional e internacional, tratando de  llevarlo  asumir decisiones y responsabilidades que no están a su alcance ni  material ni institucionalmente.

Los poderes de la tierra,  representados en el país por organizaciones internacionales del Norte y Europa  deben entender que nadie está obligado a lo imposible.

Sencillamente, la República Dominicana no puede acoger en su territorio personas que no cumplan con lo que establecen las leyes dominicanas y la Constitución. Más nada.

Todo aquel habitante de la nacionalidad que sea, haitiano, chino, japonés, español, cubano, mexicano, peruano, venezolano, que no se acoja a lo establecido en el nuevo Plan de Regularización dispuesto por el actual Gobierno en los tiempos y plazos determinados simple y llanamente deberá  ser enviado a su país de origen.

La autoridades dominicanas en sus diferentes instancias  que no se dejen chantajear, eso es lo que se hace en todas partes del mundo e incluso los acuerdos, convenios y tratados internacionales así lo estipulan.

Sin embargo, hay decir para que el país no sea puesto  aún más en las cuatro esquina,  que esos procesos de deportación de extranjeros  que vendrán que se hagan con estricto respeto a los derechos humanos.

Esto lo digo porque en anteriores gestiones gubernamentales  no se observaron las más elementales reglas de protocolo de respeto a la dignidad humana del inmigrante ilegal  y el país recibió varias condenas en tribunales internacionales que al día de hoy es estigmatizado como racista y violador de los derechos humanos.  Apliquemos nuestras leyes migratorias, sin  abusos,  pero con firmeza.

 

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