Residuos de la dictadura en República Dominicana
Blanco Dequis llegó a República Dominicana en los años 80 para trabajar en las plantaciones de caña de azúcar. Su llegada fue producto de un acuerdo entre el estado dominicano y el haitiano para contar con mano de obra barata en la época de zafra. El acuerdo data de las relaciones entre autoproclamado presidente vitalicio François Duvalier, conocido como Papa Doc y el dictador dominicano Rafael Trujillo. Así nacieron los bateyes, comunidades donde se ubicaba a la mano de obra de la caña de azúcar. Allí se acomodó Blanco, quien decidió quedarse cuando conoció a una chica haitiana que había llegado años atrás con sus padres para trabajar también en la zafra. Con un documento de la central Estatal del Azúcar (CEA), Blanco anotó a sus hijos en la escuela, con la esperanza de que tuvieran un futuro mejor. Mientras él seguía trabajando en los cañaverales en una situación de inmigrante irregular. VIVIR ¿UN SUEÑO? Se estima que el numero de haitianos en la República Dominicana está entre los 500 mil y el millón, aunque se trata de estimaciones difíciles de verificar, ya que la mayoría de estas personas no disfruta de un estatus jurídico regular. Una situación, que favorece el surgir y el perpetuarse de ‘zonas protegidas’, como los bateyes, que por un lado garantizan a los braceros la sobrevivencia sin el temor a ser deportados y repatriados, por el otro lado, constituyen una preciosa reserva de mano de obra muy cómodamente explotable. Llegados con la ilusión de poder trabajar esos 7-8 meses que dura la zafra para luego poder regresar a Haití donde se encuentran sus familias con un poco de dinero en los bolsillos, los braceros terminan por transcurrir su vida entera en los bateyes, condenados a pagar un precio altísimo por haber ingenuamente creído en el sueño de un mejor futuro. En el batey de los Jobillos, Municipio de Yamasá, provincia Monte Plata en República Dominicana, Blanco Dequis hizo su vida y una de sus hijas, Juliana Dequis Pierre nació, creció e hizo parte de la escuela allí. Hoy con 30 años y cuatro hijos Juliana es el símbolo de los apátridas en la nación caribeña y la protagonista del documental de Romero, ‘Juliana soy yo’. Ya que el tribunal constitucional dominicano dictó la sentencia 168/3 que determinó que no poseen nacionalidad dominicana y por tanto no tienen derecho a documentos, los hijos e hijas de extranjeros cuyos padres se encontraban ‘en tránsito’ por el país, al momento de hacer la inscripción de actas de nacimientos. Esto significa que Juliana Dequis y sus hijos no pueden seguir estudiando, no podrán asistir a la universidad y nunca obtendrán un pasaporte, colocandolos en un limbo jurídico porque son no dominicanos aunque hayan nacido allí. FUENTE: la estrella de panamá