Redes sociales: paredón de fusilamiento moderno
POR FRANCISCO URIBE
En una sociedad que no se detiene, donde vale más unos “vius” que la objetividad, donde las diferentes redes sociales marcan la diferencia entre la verdad y la post verdad, aunando el morbo y el desconocimiento de lo que pasa a nuestro alrededor.
Vimos hace unos días cómo una acción desviada de un servidor público de nuestro país se vio envuelto en una situación, que más allá de su falta de tacto a la hora de abordar a una ciudadana por la violación de una norma de tránsito desembocó en un paredón de fusilamiento moderno: las redes sociales.
Pasamos por alto el impacto mediático que actualmente puede tener un vídeo de segundos, que si bien (como manifestamos), no fue, no es ni será una acción correcta que no es de celebrar y que no representa el buen nombre de la entidad a la que en ese momento estaba llamado a representar.
Pero, pero no es cierto que, la infractora (que de modo malicioso realizó y posteó el vídeo), no puede argumentar que desconocía la acogida que tendría en la sociedad dominicana; desde ese acceso inmediato a sus cientos de miles de seguidores (tanto por su imagen pública, como su rol como comunicadora).
No es nuestra intención romantizar lo mal hecho, no, jamás, sino la forma como se manejó el evento antes mencionado, pero de lo que nadie ha hecho referencia es a la violación a la Ley de tránsito y que a la fecha, la infractora no ha pedido disculpas a la sociedad.
No es el primer caso de este tipo (ni será el único), donde gracias a la falta de valores que tiene nuestra sociedad, el desfile de moralistas virtuales viene convirtiendo en héroes y mártires a personas sin ningún tipo de virtud, que aprovechando su posición (privilegiada), se victimizan, dejando atrás la ética profesional que se supone deben tener quienes son consideradas un ejemplo para la sociedad.
Es cierto que en cuanto al acosador masculino, esa falta debe ser castigada, dentro de los parámetros disciplinarios establecidos, pero no es menos cierto que las redes sociales han hecho de un ilícito, un circo mediático.
Inmediatamente realiza el vídeo y lo hace público, se convierte en tendencia y en un paredón de fusilamiento en contra de alguien que está llamado a realizar un trabajo, arengando su legión de verdugos virtuales, ejército de moralistas, vasallos, que de una forma u otra piden que rueden cabezas, todo con el fin de ser parte de un me gusta o ser parte del trendin topic del momento.
En la comunicación moderna todo vale, siempre y cuando acuñe likes, haga ruido y convierta a sus seguidores en zombies, sin importar el daño (muchas veces desproporcional) que pueda provocar, porque nadie quiere estar en los tweets de un influencer, que como en el escuchábamos “nadie quiere estar en la boca esa persona”.
Penosamente como esa infractora posteó en sus redes (burlándose sociedad y sistema de consecuencias), que gestionó se le garantizara (al acosador), su trabajo y que en cambio será reentrenado, otorgándole un poder de decisión muy parecido al de los emperadores romanos, quienes decidían sobre la vida la muerte, solo que ahora en vez de ser una guardia pretoriana, son seguidores.
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desde el primer momento en que fue publicado ese video dije y sostengo que la tal larimar lo unico que buscaba y parece que lo logro, fue sonar. esa muchacha que intelectualmente es una bazofia sabia que su nombre iba a ser mas conocido con ese episodio que con el triste papel que desempeño en el concurso de belleza, creo que el piropo fue provocado y el loquito del policia cayo en el gancho.
el que no quiere que se sepa, que no robe, ni asesine, ni sea violento con los débiles, ni sea funcionario corrupto.