SAN CRISTOBAL: Recordando al Dr. Celito García
El recuerdo más antiguo que acude a mi memoria del Dr. Julio César García Francisco (Celito García) -notable médico de la ciudad de San Cristóbal- se remonta a cuando yo tenía 7 u 8 años. Fue una noche en que llegó a mi casa después de su consulta, llamado por mis padres para que me explorara. Yo estaba afectado de una crisis aguda de rinitis alérgica que se había prolongado más de lo habitual y eso motivó preocupación.
Después de auscultarme nos dijo: Los pulmones están bien limpios. Esto es solamente un problema alérgico nasal que solo amerita de un antialérgico.
Siempre vivió frente al Parque de Piedras Vivas, en la esquina sur, a un costado de la iglesia y recuerdo como ahora su carro Pontiac, uno de los pocos automóviles en la ciudad en ese entonces, y a su esposa doña Linda, reconocida profesora de inglés.
De carácter jovial, entusiasmo, voz estruendosa y proceder humilde, fue el Director Médico más querido, de todos los que han dirigido el Hospital Juan Pablo Pina. Tanto los pacientes como los médicos y empleados del hospital lo querían entrañablemente por su sencillez, honestidad y entrega al trabajo.
Conocía perfectamente los médicos desafectos al régimen de Trujillo, pero nunca denunció a ninguno; por el contrario, los protegió como un buen padre y aconsejó cuando los vio acercarse a límites peligrosos. Uno de sus protegidos y gran amigo fue el Dr. Rafael Q. Despradel, quien se especializó en Europa y regresó al país con aires libertarios, pero el Dr. Celito García lo controlaba y protegía.
En una ocasión, después de la acción de los panfleteros y el famoso asalto al Banco de Santiago, Trujillo al parecer desconfiaba de la clase médica de Santiago, y trasladó al Dr. Celito García a dirigir el Hospital Cabral y Báez, con la esperanza de que él denunciara cualquier contrario. Lo recibieron con suspicacia, por ser Sancristobalense, serie 2 y amigo de Trujillo.
Pero a los 15 días de estar allí, ya el Dr. Celito García era tan querido por todos los médicos, como en San Cristóbal, y cada vez que los agentes del SIM pasaban por el hospital a preguntarle si allí había antitujillistas, él les respondía, mintiéndoles para protegerlos, que esos médicos del Cibao eran más trujillistas que los de San Cristóbal.
Lo vi disfrutar varias veces, que junto a mis primos Matos Nina, aprovechábamos más los juguetes de su hijo Julio César, que su propio hijo. Jugábamos pelota aprovechando el bate, guante y pelota de Julio César y el guante lo usaba quien jugaba la primera base y a Julio César lo enviábamos siempre a los jardines. Eso sí, que cuando se molestaba se llevaba sus cosas y ahí se acababa el juego.
Nunca se molestó porque el grupito de amigos de Julio César llegábamos por la noche a su casa en trulla, por ser una de las pocas casas que tenían televisión, para ver el gato Félix, el Pájaro Loco y demás muñequitos, así como a Cisco Kid y otras vaqueradas. Por el contrario, se preocupaba porque estuviéramos cómodos.
Junto a la familia Uribe, el Dr. Celito García era de los pocos que tenían autorización para ir al balneario La Toma por las tardes, cuando Trujillo no estaba. Y muchas veces invitó a mis primos para que sirvieran de compañía a sus hijos, pero yo nunca pude acompañarlos porque no tenía traje de baño.
Algo de lo que no me enteré en detalles fue un problema que tuvo el Dr. Celito García después de la muerte de Trujillo. Decían que uno de los Trujillo le tomó mala voluntad, lo que lo obligó a salir del país y establecerse durante un tiempo en Puerto Rico, donde desarrolló grandes amistades. Todavía conservo un librero y un armario de caoba, de las cosas que vendió, que le compraron mis padres.
Tras retornar al país, se comportó como siempre con todos, sin evidenciar rencores ni amarguras. Con su entusiasmo característico, reinstaló su Clínica San Cristóbal, en el número 1 de la calle Sánchez y pasó a ser médico del Hospital del IDSS, en lugar del Hospital Pina, de Salud Pública.
Antes de irme a estudiar a México, un día me acerqué al Dr. Celito García y le di a conocer mi proyecto, solicitándole que en los 5 meses que faltaban para mi partida me permitiera asistir a su Clínica como practicante y observar las intervenciones quirúrgicas. Su acogida fue inmediata y ello me permitió reafirmar mi interés por el estudio de la medicina.
Después de mi regreso al país, tras 12 años de ausencia, me integré al Hospital Dr. Rafael J. Mañón S, del I.D.S.S, en San Cristóbal, en calidad de Jefe del Servicio de Gineco-Obstetricia. El Dr. Celito García era el Jefe de Cirugía General. A pesar de conocerme desde niño me dio un trato de igual y siempre respetó mi jerarquía. Me aproveché de esa situación para aprender de su gran experiencia.
Su sueño era que su hijo Julio César estudiara medicina, pero este prefirió ser piloto militar y hoy es Mayor General retirado de la Fuerza Aérea. Quien estudió medicina fue su hija Mayra, pero poco después se marchó a Puerto Rico, donde aún hoy reside, de modo que no tuvo la dicha de que trabajara en su Clínica como médico.
Una vez nos vimos en México, donde llegó con un grupo de Rotarios. Era el mismo Dr. Celito García, con su amabilidad y buen trato. Me comentó de los planes que tenían para hacer obras en favor de los pobres. Y de seguro hicieron varias, porque a mano izquierda a la salida de Cambita veía una escuela con el nombre de Dr. Celito García. La ampliaron hace poco y no sé a quién se le ocurrió cambiarle el nombre.
El Dr. Celito García fue un médico memorable y siempre estuvo orgulloso de ser de San Cristóbal y tener un origen humilde. Sus éxitos profesionales nunca elevaron su ego ni generaron acciones egoístas. Nunca lo escuché mencionar un logro propio y sí exaltar las cualidades de los demás, generalmente con exceso de bondad y algo de exageración.
Al igual que otros ciudadanos distinguidos es merecedor de que una de las calles de San Cristóbal lleve su nombre y de que se le devuelva su nombre, injustamente sustituido, a la Escuela que lo llevaba, a la salida hacia Cambita. Me uno a la iniciativa del Ing. Rudyard Montás y el Club Rotario de reclamar al Ayuntamiento de San Cristóbal adoptar esta disposición cuanto antes, por méritos y justicia a un gran hombre.
JPM