Recomposición de fuerzas
En los partidos mayoritarios, con formación e intención electoral, nunca estuvo presente una carga y una responsabilidad ideológica. Inclusive los manuales de educación política del Partido de la Liberación Dominicana no llenaron su cometido, y de un partido de cuadros de neo-izquierda terminó siendo una maquinaria para ganar elecciones y aliado de Joaquín Balaguer.
Un partido sin ideología da paso a los egos, al caudillismo y a los líderes desenfrenados que están sobre el bien y el mal. Llevan en su seno el germen de la división y de los enfrentamientos. Los partidos son frentes sociales, económicos y hasta comunitarios.
Por consiguiente las tendencias son asesinas de su institucionalidad. Los grupos internos llegan a tener más fuerza que el partido como entidad. El embudo partidario se va constriñendo y al final se llega a dos liderazgos fuertes y el rompimiento inevitable.
Lo único que salva a los partidos del grupismo y la eventual división por apetencias electorales, es el caudillismo. Hoy resulta difícil, por no decir imposible, que surja un hombre predestinado que pueda llevar únicamente sobre sus hombros a un partido político.
Los grandes caudillos dominicanos del siglo 20 ya murieron y no dejaron herederos para ponerse sus zapatos. La desaparición física de Joaquín Balaguer, Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez lanzó a sus partidos por el vórtice del fraccionamiento y la radical lucha intestina por el poder.
Con miras a las venideras elecciones nacionales, habrá una recomposición de fuerzas. Nada será igual. Danilo Medina no será candidato ni presidente, aunque su maquinaria política sea la que respalde a Gonzalo Castillo. No es lo mismo estar en el Palacio, que mandar en las sombras.
Luis Abinader tiene el poder absoluto en el Partido Revolucionario Moderno, dejando atrás la era de Hipólito Mejía. Abinader tiene que luchar por la segunda vuelta electoral, donde si lidera una coalición opositora tiene posibilidades de ganar.
Dentro o fuera del PLD, Leonel Fernández va a vivir una nueva experiencia política. Si se queda en el PLD, será una estatua de piedra, sin mando, sin control partidario y colocado contra la pared. Si se va, tratará de mantener a flote su liderazgo en una lucha por la candidatura presidencial fuera de los morados.
Lo cierto es que hay cambios dentro de los grandes partidos. Sin la fuerza de la ideología, todo cabe y todo vale. De esta recomposición solo el tiempo dará resultados. Por ahora, observemos con detenimiento el rumbo de los acontecimientos.
jpm