¿Qué es la iglesia que Cristo edificó?

El mundo religioso dentro del cristianismo, entró en crisis desde su inicio, debido a la ineficiente asimilación del concepto sobre la iglesia que Jesucristo edificó. El pueblo judío no entendió a Jesucristo ni a su obra, ni siquiera el Imperio Romano, con todos sus conocimientos, que más tarde demostraron en el Derecho (leyes civiles), pudo darse cuenta de la riqueza con que Jesús bendijo al mundo. Y, lo peor de todo es que algunos de sus discípulos, al comenzar sus ministerios no tenían la idea clara de la iglesia y su misión, por lo que no quisieron romper con el judaísmo, sino que querían hacer una mezcla de cristianismo y de judaísmo, a quienes se les llamó judaizantes.

 

La iglesia que Cristo edificó, conforme les prometió a Pedro y a los demás discípulos, cuando dijo: «Y yo también te digo, que tú eres Pedro , y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella» Mt. 16:18. Esta iglesia, implicaba un anulación de parte de Dios a la religión de los judíos, pero a la vez, implicaba la formación de una nueva forma de religión, y de un enfoque universal. La iglesia no respondería a los intereses de ninguna nación, sino que estaría vinculada en todos sus aspectos a la dependencia de Dios.

 

Las puertas del Hades no iban a prevalecer contra ella, indicando que ni el pecado, ni la muerte, ni Satanás con todas sus fuerzas, y ni el sepulcro podrían vencer a la iglesia. La iglesia sería el reino de Dios, y las formas de entrar a ella, sería a través de las llaves que Cristo le daría a Pedro. La única vinculación de Pedro a la iglesia fue haber recibido las llaves, es decir, el bautismo y el Espíritu Santo, tal como Jesús dijo a Nicodemo: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios» Jn. 3:5.

 

Pedro, en el momento en que se le hizo la pregunta por parte de algunos judíos, ¿qué haremos?  les dijo: «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» Hch. 2:37, 38.  De igual manera, en la casa de Cornelio, quien era gentil, dijo: «¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús» Hc. 10:47, 48a.

 

La iglesia está conformada únicamente por los que están salvos, por tal motivo está escrito: «Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos» Hc. 2: 47b. Por tanto, «Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador» Ef. 5: 23 b. Los hombres y  mujeres que conforman el reino de Dios, no tienen ninguna autoridad sobre la iglesia y sus doctrinas, a menos que sea aquella que se les otorga en base a la doctrina en la organización ministerial y de acuerdo a la palabra escrita de Dios.

 

La iglesia debe guiarse por la palabra de Dios, no se le debe añadir ni quitar a lo que Cristo y el Espíritu Santo ha enseñado a la iglesia. Jesús sobre sus discípulos dijo: «enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» Mt. 28:20. Pedro escribió: «Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén» 1 Pdro 4: 11.         

 

La iglesia que Cristo edificó, no tiene un nombre propio. Ella es de Cristo, es su propiedad, como lo dijera el apóstol Pablo a los obispos: «Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre» Hc. 20: 28. Los obispos tienen autoridad dada por Dios, solamente en el lugar donde son obispos, no en otras partes, por eso Pablo tenía la concepción de muchas iglesias, cuando escribió: «Os saludan todas las iglesias de Cristo» Rom.16: 16b.

 

La iglesia que Cristo edificó no es bien entendida por la mayoría de los creyentes, por lo que han permitido que surjan concilios, santa cede, entre otras entidades (un grupo de hombres que dominan la iglesia, o a las iglesias, algunos se hacen dueños de ellas). Esto es lamentable, porque se quiere sustituir la labor del Espíritu Santo, y a la autoridad que Dios concede a los ministerios (obispos, diáconos, evangelistas, etc.). Dios  constituyó la familia, y cada familia es autónoma, en igual sentido son las iglesias; cada iglesia en cada lugar tiene las mismas prerrogativas que todas las demás, y por tanto, ninguna debe ejercer dominio sobre otra.

 

La iglesia que Cristo edificó, es el reino de Dios, la familia de Dios, el pueblo de Dios y la nación santa de Dios. La iglesia es espiritual, a pesar de estar formada por hombres y mujeres, pero sus objetivos, sus mandamientos y sus metas son espirituales, porque proceden de Dios. Sin embargo, algunos actúan diferentes, porque ellos se creen ser religiosos y por ende se creen tener autoridad de Dios para hacer reglamentos, estatutos, leyes y organismos dentro  de las iglesias que las dominen; les pregunto, ¿son más sabios que Dios? ¿El Espíritu Santo y Jesucristo no enseñaron todo lo que les correspondía a la iglesia?   

 

La vanidad en los humanos, les lleva a desviar lo que Dios ha ordenado. El querer ser grande (sentimiento desmedido de la conducta humana, contrario a la humildad), y el proyectar ser más que los otros, conlleva a que se actúe sin pensar en lo que Dios dice en su palabra. La farsa creencia de creer que sabe más que los demás, lleva a menospreciar la palabra de Dios, para imponer sus criterios carnales. De ahí que, los hombres han fallado desde el principio, (Adán y Eva, en relación a la humanidad con el pecado;  el pueblo de Israel, como nación santa de Dios; y cada uno de nosotros, con os criterios humanos) corrompiendo lo que Dios les ha concedido y luego se culpa a Dios, como que ha sido él quien ha fallado. Dios le bendiga.

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