PRM en el laberinto de Abinader
Luis Abinader es uno de los políticos cuyo futuro puede ser promisorio en su carrera hacia la Presidencia de la República, pero al mismo tiempo encierra unos riesgos que él—aun siendo novato en esta liga de camajanes–, debería conocer.
Y es ahí donde puede encontrarse uno de los principales escollos, en razón de que, según se nota desde lejos, Abinader evidencia tener la misma falta de malicia de su padre, el querido amigo doctor José Rafael Abinader, uno de los hombres públicos de mayor prestigio y respeto de esta sociedad.
El doctor Abinader pudo ser un activo importante para nuestro país, no solo como funcionario eficaz y honesto dependiente de un decreto, sino para dirigir la nación. Sin embargo, no alcanzó la Presidencia justamente por su falta de malicia.
Se percibe que esa falta de malicia se la transfirió al hijo, y de ahí las dificultades que tendrá que sortear el joven político para sobreponerse a los avatares.
Luis parece estar atrapado, no solo en una encrucijada sino, sobre todo, en un intrincado laberinto del cual, cuando cree estar llegando al final de la enredadera, a penas es cuando está empezando.
Primer problema: se negó a aceptar los consejos desinteresados de que se decantara de Hipólito Mejía y Miguel Vargas Maldonado cuando el problema en el Partido Revolucionario Dominicano adquirió los matices de un pleito personal entre éstos.
Segundo problema: persistió en aparentar que era segundo a bordo de Hipólito, proyectando la idea de que cuando ambos aparecían juntos, allí estaba la fórmula presidencial de 2016.
Tercero problema: cometió el error de seguirle los pasos a los insurrectos del PRD, cuando hubo asesores que le advirtieron la conveniencia de quedarse “para echar la pelea adentro”, en el entendido de que siendo ya una figura conocida dentro de ese partido, tal vez podía darle pelea a Vargas Maldonado.
Cuarto error: solucionar el problema de “falta de identidad” de los seguidores de Mejía en el PRD, quienes al carecer de un paraguas propio hubieron de recurrir a una sombrilla existente como era la Alianza Social Dominicana (ASD), identificado con términos propios de países institucionalmente débiles como “el partido de la familia Abinader”.
El quinto y más grave de los errores: confiar la promesa de Hipólito de que no sería candidato en 2016, la que, probablemente, solo Luis habrá creído.
Así las cosas, Luis está como un náufrago en el medio del mar: no ve tierra en ninguna dirección. Si se queda donde está, se ahoga; si continua, se ahoga y si retrocede al punto de partida, también se ahoga.
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