Primeras damas con las faldas bien amarradas
Por: JOSE PARDO LLADA
Aunque usualmente las esposas de los presidentes desempeñan un papel discreto, en la historia de diferentes naciones ha habido mujeres que han mandado más que sus maridos. Eva Perón, Eleanor Roosevelt e Imelda Marcos, algunos ejemplos de ese fenómeno.
La tradición de las primeras damas en todo el mundo es de prudencia. Es el caso de Lina Moreno, la esposa de Álvaro Uribe y de casi todas las mujeres que la antecedieron.
La excepción más notable fue doña Berta Hernández de Ospina Pérez, quien tuvo participación directa en hechos importantes como el 9 de abril de 1948, después del asesinato de Gaitán, cuando la turba intentó tomarse el Palacio de Nariño. Durante interminables y agotadoras horas, doña Bertha estuvo vigilante, con un revólver ceñido al cinto, dispuesta a todo para defender a su marido.
Doña Berta participó durante 20 años en las luchas del Partido Conservador y mantuvo una columna titulada El Tábano, que incluso puso a tambalear al presidente Alfonso López Michelsen con sus denuncias sobre los supuestos negociados de su hijo Juan Manuel López.
Aunque su protagonismo es bien conocido, también María Eugenia Rojas tuvo notable influencia en el gobierno de su padre Gustavo Rojas Pinilla, cuando ella asumió el papel de primera dama.
Quien igualmente tuvo gran dominio sobre Simón Bolívar fue Manuelita Sáenz, que salvó la vida del Libertador cuando lo intentaron asesinar en los hechos de la noche septembrina.
Pero ha habido en el mundo otras primeras damas beligerantes que se han distinguido en el ejercicio del poder. Quizá el mejor ejemplo ha sido el de Evita Perón en Argentina, que llego a tener tanto mando, poder e influencia como su marido.
Otra dama argentina fue la tercera esposa de Perón, Isabel Martínez, pero al contrario de Eva tuvo un desempeño mediocre y deslucido, aunque luego fue electa presidenta.
En Estados Unidos se hizo notoria Eleanor, la esposa de Franklin Delano Roosevelt, quien no sólo participó en política durante diez años, sino que escribía una columna diaria en los periódicos con el título de My Day, en la que contaba sus constantes actividades.
Muchos años después recupera ese rol de primera dama beligerante la esposa de Clinton, Hillary. Que ahora como senadora por el estado de New York aparece probable candidata presidencial. Mientras que Jackeline Kennedy, quien acompañaba a su esposo John F. Kennedy durante el dramático atentado de Dallas, fue una gran primera dama.
La esposa de Woodrow Wilson, Edith Bolling, tuvo mucha participación en los asuntos de la Primera Guerra Mundial y al enfermar Wilson ella fue prácticamente quien gobernó a los EE. UU.
En Cuba, separado Fidel Castro de su primera esposa Mirta Díaz Balart, el papel de primera dama lo ocupó Celia Sánchez, quien le ayudó, primero en el desembarco de Castro en las estribaciones de la Sierra Maestra. Luego, al triunfar la revolución, Celia Sánchez, sin figuración aparente, fue siempre concejera de Fidel y madrina de muchos de sus compañeros.
Pero Celia, a pesar de su importancia, siempre vivió modestamente y ocupó un pequeño apartamento con su familia, en el barrio habanero de El Vedado.
En Cuba alcanzó importancia, pero negativa Paulina Alcina, que en el gobierno del profesor Grau San Martín controlaba miles de puestos públicos, que exigía a los ministros de gabinete.
La esposa del dictador Fulgencio Batista, Marta Fernández Miranda, apenas llegó a palacio hizo nombrar a su hermano coronel, aunque él nunca había estado en el Ejército.
Extravagancias. En Filipinas, una primera dama de rompe y rasga fue Imelda Marcos, que alcanzó notoriedad por sus excentricidades, como cuando presumía de poseer más de mil pares de zapatos.
No se quedó atrás la consorte de Jean-Claude Duvalier, en Haití, quien se trasladó a un lujoso apartamento de la Quinta Avenida de New York, donde vivió cuatro años.
La esposa de Trujillo, en República Dominicana, no tuvo mayor trascendencia, pero al casarse su hija Flor de Oro con el playboy Porfirio Rubirosa, lo hizo nombrar embajador en Francia. E Yvonne Spoelders, esposa del presidente de Costa Rica, Rafael Ángel Calderón, en los años 40, fue la primera diplomática en su país y parece que como embajadora lo hizo bien.
En Europa, doña Carmen Polo, esposa del dictador de España, asumió funciones de poder al enfermar gravemente Francisco Franco.
Y en el principado de Mónaco se sabía que Grace Kelly tenía mando evidente en palacio frente a su cónyuge Rainiero, y en cierta forma la sustituyó su hija Carolina.
En China, la mujer de Mao Zedung, Jiang Quing, fue tan influyente que al morir su esposo orquestaba la revolución cultural al mando de la conocida Banda de Los Cuatro. Luego fue procesada por abuso de poder.
Así, han sido varias las primeras damas que han ejercido directa o indirectamente el poder. Pero cientos de ellas han preferido un sitio discreto como esposas de los presidentes
(El País. Colombia).
jpm