Por un renacer humanista
Hay una separación inevitable entre la concepción humanista o cristiana y una concepción pragmática de la política. Y es lamentable que hasta llamados cristianos renieguen de esa idea sin darse cuenta de que pasan a formar parte de los denominados realistas, por lo general, víctimas de las utopías. Más que nada son pseudo realistas fundamentados en una especie de ateísmo existencial. Niegan prácticamente que el hombre haya salido de las manos de Dios y que conserve en sí, a pesar de todo, la grandeza y la dignidad de tal origen. Su pesimismo, que invoca verdades empíricas indiscutibles, convierte esas verdades en mentiras ontológicas. Para ellos el Estado es quien de manera paternalista, da al hombre lo que necesita, le ofrece y le crea expectativas lastimeras. Es el Estado quien, por cualquier método, le obligará a salir del vacío y de la “anarquía”. Hay también otro pseudo realismo tan profundo y vigoroso que resulta aún más dañino. El del idealismo de los convertidos en cínicos. El idealismo al revés. El de la utopía hecha “ciencia y dialéctica”, que aunque se le de muchas vueltas, sus orígenes metafísicos no son pesimistas, sino optimistas. Niegan en la práctica que el ser humano tenga un componente divino. No reconocen que el hombre viene de la nada. Y si el hombre no goza de la condición divina es porque hay en el mundo una abominación que le encadena; y contra esta abominación, llámese cono se quiera, todos los medios son buenos y lícitos. Los que le sirven son ciertamente instrumentos irresponsables, que sin duda no son peores que los demás; pero desde el momento que son aliados en las tinieblas y han ignorado la naturaleza humana, es decir, la concepción de una existencia divina que lleva consigo dignidad intrínseca, ética y moral, les son ajenos los valores humanos. Suprimen a Dios, a fuerza de despreciar al ser humano. Hay otro idealismo con ropaje de modernidad y avance científico y tecnológico que obra como si no fuera verdad que el ser humano viene de la nada y participa de la nada; “excluye al creador para divinizar al hombre”. Las tendencias opuestas, cuya dirección indican estos dos límites, explican muchas actitudes de figuras estelares del acontecer político, social y económico, sobre todo de poder. Para sostener esta verdad, a pesar de la falsa evidencia de los prestigios, influencias o autoridad, y para concebir otro realismo, esta vez auténtico, “el hombre necesita que la fe inspire la sabiduría y le enseñe a contar el tiempo no por días y por horas, sino por semanas y años”. Para lograr un porvenir donde prevalezcan verdaderos principios de inspiración humanista, que tome en cuenta al ser humano en todos los aspectos, sin exclusión social o política, debe producirse un renacer ideológico capaz de permear todos los estratos, dirigenciales y populares. Por quienes buscan el poder y por quienes lo tienen. Porque la sociedad lo requiere, y porque el aletargamiento no será para siempre. Tabasa1@hotmail.com