Por los caminos de la lengua y de la comunicación
1. Callar cuando escuchamos o «escuchar con discreción»
Un día de estos, mientras recorría el dial del radio de mi carro, di con un programa matutino llamado «El sol de la mañana». Producto de la pasión, calor o emoción que generaba el tema tratado, hubo más de un momento en los cuales los cinco comunicadores que realizaban el aludido programa de opinión hablaban todos a un mismo tiempo. Créanme que en tales instantes, no les entendía absolutamente ni una sola palabra. Fue entonces cuando recordé, una vez más, las sabias palabras del brillante escritor español, José Martínez Ruiz, Azorín, (1873 – 196) cuando escribió:
«“Una de las artes más difíciles es saber escuchar. Cuesta mucho hablar bien; pero cuesta tanto el escuchar con discreción…»
La conducta lingüística de los referidos comentaristas, todos con estudios universitarios realizados, demuestra que «escuchar con discreción…» (callar mientras se escucha) es casi imposible en la República Dominicana, mucho más si el hablante interviene en un debate o discusión acalorados. Demuestra la profunda crisis que afecta actualmente a la escucha activa o a lo que algunos lingüistas llaman «Competencia atencional»
2. «Los añitos de Luisito»
La madre, evidentemente alegre, llama al programa de radio y solicita que le toquen “un pianito para mi niño Luisito que hoy cumple dos añitos”
Sabido es que no existen años más grandes ni más pequeños que otros, no importa que en el plano humano, se refieran tanto a niños como a adultos. En otras palabras, un año es siempre un año, formado por doce menes. Sin embargo, resulta altamente curioso cómo la tierna madre de Luisito, mediante el proceso de transferencia semántica y, apelando al valor afectivo que entraña todo diminutivo, intenta destacar la corta edad del hijo casi recién nacido, concentrando la idea de pequeñez , no en la estatura del niño , sino en los años por este cumplidos.
Pero “añito”, conviene destacarlo, en su sentido profundo, no sólo envuelve la idea de corta edad y reducido tamaño, sino también de amor, ternura y afecto. Porque contrario a lo se pueda creer y se nos ha enseñado tradicionalmente en la escuela, los diminutivos, más que sentido de pequeñez o disminución, en su semántica estructura expresan matices afectivos que en determinados contextos suelen entrañar mensajes positivos o apreciativos (amor, cariño, ternura…), y en otros, negativos o despectivos (burla, desprecios…). O simplemente se emplean con el fin de atenuar la realidad, vale decir, para aminorar la importancia de alguna persona o cosa o rebajar el efecto de palabras que se perciben como incómodas o inconvenientes.
Así, “ojitos” y “carrito“ pueden indicar ojos y carro bonitos, no necesariamente grandes; “hombrecito“ y “mujercita” pueden expresar desprecio, no siempre hombre y mujer de gran tamaño; la voz “librito”, puede sugerir la idea de modestia, si la emplea el autor del texto, pero menosprecio si la usa el crítico, en tanto que “dolorcito“, estado de salud referido al familiar que espera un informe acerca de la enfermedad de su pariente, es una voz utilizada con eufemística y atenuante intención con el propósito de presentar menos grave la dolencia.
- « En los salones de …»
Independientemente de que existan varios salones en una institución, las ceremonias que en esta se llevan a cabo, siempre se desarrollan en uno de ellos, generalmente denominado “Salón de actos o de eventos”. Sin embargo, es común la práctica de pluralizar el sustantivo “salón” en oraciones del tipo: «El acto de premiación se efectuará en los “salones” del honorable Ayuntamiento…». Al respecto, reza el criterio académico:
“No existe ninguna explicación, ni lingüística ni de ningún otro tipo que justifique el uso en plural de dicha palabra si se trata de un solo salón”
- «En breves minutos volvemos…»
A pesar de lo mucho que se repite aquello de «En breves minutos…», todavía considero que todos los minutos están compuestos por sesenta segundos, esto es, que no existen minutos más o menos extensos que otros. Como bien se observa en el Manual del español urgente, de la Agencia Efe (1995):
“Parece absurdo hablar de breves minutos cuando estos tienen siempre la misma duración. Es preferible decir unos pocos minutos o, simplemente, unos minutos” (p.159)
jpm-am