Pelegrín Presidente: una lectura histórica (Opinión)
Es una consigna que mucha gente esperó para entonar sin inhibiciones. Y no creo que sea por lo novedoso, o por lo oportuno; ni siquiera porque alguna vez pudo parecer imposible. De hecho, todos sabíamos que era cuestión de tiempo, porque las uvas maduran aunque haya lluvia en extremo o una prolongada sequía. Es un asunto de orden natural.
Por eso, aunque la respaldo a plenitud, no muestro entusiasmo alguno en público, ni rechazo, ni escepticismo, ni dudas, ni tampoco sorpresa. ¡Pelegrín Presidente! es sencillamente un hecho tan irreversible como inevitable, igual que los amaneceres. Por eso siento, lo que se experimenta en el hospital cuando el médico te dice: “te voy a dar de alta, para que sigas el tratamiento en tu casa”; sabes perfectamente que no estás curado, pero si en camino de hacerlo. Es una propuesta esperanzadora, en este momento en que sentimos una total desconexión entre ese pasado de gloria que nos presentaran los libertadores y el futuro inminentemente sombrío que nos acecha.
Así de alentador es este acontecimiento, que nos llega a resultas de un proceso político lógico y consciente, y no por la acostumbrada ambición de proyección personal de nuestros “líderes”. La presencia de Pelegrín en la boleta presidencial es la única respuesta válida al abandono nacional en que nos ha sumergido la clase gobernante de empresarios y políticos que nos gastamos.
Percibo la candidatura del mayor de los hijos de don Vinicio, como una necesidad de reencuentro con la agenda de los Trinitarios; una vuelta al planteamiento Febrerista; al discurso patriótico de Juan Pablo Duarte. Porque creo de todo corazón, que la soberanía nacional está seriamente amenazada. Y la amenaza, aunque viene de tres frentes diferentes, no parece ser percibida por la clase dirigente dominicana, que prefiere “jugar al avestruz” mientras nuestra frontera se hace cada vez mas invisible.
El peligro llega desde fuera, por las acciones de las grandes potencias, que buscan un chivo expiatorio para justificar el estado de pobreza y abandono en que han sumido al heroico pueblo haitiano, depredando sus riquezas naturales durante dos cientos largos años e imponiendo en el Gobierno a los sectores mas recalcitrantes y entreguistas de la sociedad haitiana.
Mientras que desde el mismo Estado haitiano, su clase gobernante actúa y maquina para mantenerse, cual rémora, alimentándose de los desperdicios que las potencias (tiburones) no pueden, o no quieren engullir. Este avieso estilo de vida política de los dirigentes haitianos es lo que explica la imagen calamitosa de Haití, que todos sin excepción, han promovido en la comunidad internacional. Durante dos largos siglos, han vivido de la promoción y comercialización de la miseria del pueblo haitiano.
Pero desde dentro del país, desde el corazón mismo de la patria de Juan Pablo Duarte, también se conspira contra nuestra Nación. La diferencia es que mientras los enemigos externos están agrupados en un frente común claramente definido, los renegados internos actúan desde sus respectivos linderos, bombardeando -en la medida de sus posibilidades y las especificaciones de sus contratos- su carga de odio y rencor contra la Dominicanidad. Los conspiradores internos están diseminados en los diversos estratos de la Sociedad, del Estado y del Gobierno dominicanos; pero nuestra clase dirigente no parece siquiera enterarse de ello.
Es evidente que la candidatura de Pelegrín Castillo, mas que a ganar las elecciones próximas, está destinada a sembrar en el ánimo de nuestra juventud, la necesidad de reencauzar la participación política, haciendo hincapié en la defensa cerrada de nuestra soberanía, en la preservación y fortalecimiento de nuestra herencia cultural y en la salvaguarda de nuestro territorio. La oferta del Polo Soberano como opción en las urnas, generará una especie de despertar en la conciencia de nuestros jóvenes votantes y modificará la correlación de fuerzas tanto en el Congreso, como en los municipios.
Hay otras dos aristas en este poliedro que merecen ser tratadas por separado. Una tiene que ver con la novedad implícita de ofrecer por primera vez en mucho tiempo, una alternativa basada en el futuro nacional, no en la posibilidad de modificar el reparto del presupuesto, para que toque a diferentes sectores económicos y partidarios. Desde el ajusticiamiento de Trujillo hasta la fecha, nunca habíamos celebrado unas elecciones donde se pudiera diferenciar con tanta precisión, la calidad de las ofertas a considerar.
El otro aspecto de trascendencia en este certamen por venir, es que la polarización será desafiada en función de los intereses nacionales y no de la ambición de pequeños grupos sin vocación alguna de poder. En mayo de 2016, no tendremos que votar por la “menos mala” de las propuestas, como hemos venido haciéndolo desde aquel 20 de diciembre de 1962. Esta vez no habremos de votar “contra alguien” sino, “por alguien que representa una visión de Estado patriótica, duartiana y restauradora”.
Mas allá de los resultados, que siempre van a ser un reflejo exacto de la madurez del pueblo dominicano, el 15 de mayo próximo tendremos que decidir entre: seguir dóciles como reses que van al matadero, o por el contrario producir el cambio cualitativo de enfrentar nuestro futuro, con el ímpetu de Mella en la Puerta de la Misericordia, aquel glorioso 27 de febrero.
¡Vivimos, seguiremos disparando!