Patriotas versus xenófilos
La ley de regularización-naturalización -bautizada regularización con humanidad y orden- sometida por Danilo Medina recientemente, deja sin argumentos a muchos y en especial al historiador anti haitiano, Manuel Núñez, con su sueño de que Haití deje de ser una amenaza a nuestra prosperidad transformándose en un vecino, con el cual mantengamos relaciones cordiales y sobre la parte de dar permiso a los haitianos a estar en RD. Por eso retomo el tema de la patria para aclarar la posición de los dominicanos no radicales, aunque la nueva norma suavice y apoya la discutible sentencia 168-13. Miré esto. En términos netamente racionales y elementales, patria es un conjunto de conceptos que un individuo adopta como propio, ilusionándose con un impetuoso sentido de pertenencia. Asimismo, la patria es la delimitación geográfica que da cobijo a un país determinado, en el que historia se desarrolla desde sus orígenes y su cultura se consolida con el devenir de los años. Dicho esto, cabe la siguiente reflexión: ¿Existe un nexo causal entre patria y amor? Nada pareciera indicarlo. No existe lógica que exija semejante acto de devoción, como así tampoco hay lógica que revista un carácter de necesidad en el hecho de amar a un familiar. De modo que urge la siguiente pregunta: ¿Por qué motivo debe amarse sólo tu tierra y no dejar al extranjero pobre entrar? Muchos piensan que nuestro lado de país debe ser mejor que el del vecino, sin embargo los dominicanos olvidamos que queremos mano de obra barata y dejamos entrar a esos obreros pobre, damos trabajo al haitiano siempre, porque cobra menos y trabaja más que el dominicano y esa es razón porque hay tantos. Nosotros en busca de mejores oportunidades emigramos a países prósperos y eso mismo hace el haitiano. El nacionalismo no puede estar talando nuestra capacidad de juicio. El haber nacido en un territorio vecino y haber asimilado su cultura en nuestras estructuras mentales no son señal suficiente para despertar sentimientos xenófilos. Se me antoja decir que quienes aman a su patria de forma radical se ven estancados en un laberíntico agujero de toscas emociones. Querer a un país natal y no así al país limítrofe es comprensible habida cuenta los lazos emocionales que representan un lugar respecto del otro. Sin embargo, me pregunto, ¿son razón suficiente dichos lazos para determinar que mi nación es mejor que la nación contigua? Puede que lo sea como puede que no. En el mejor de los casos, puede que no lo sepa. Aun así, una innumerable cantidad de individuos opta por sentenciar una presunta supremacía de su pueblo por el simple hecho de haber nacido en él. Semejante osadía equivale a razonar del siguiente mod “Los Galindez son unos genios, son mi familia”. De modo que se incurre en una lógica viciada. Si ser pariente de tales personas los convierte en gente virtuosa, uno debe ser, por lógica, tan virtuoso como ellos. De modo que creer que un país de origen vaya a ser mejor que otro por el simple hecho de verme nacer, no es más que un acto de inmenso narcisismo, pues en él proyecto todas mis facultades positivas. Es lo que Nicolás Chauvin originó con su patrioterismo desmesurado y que dio origen al chauvinismo. Las naciones se crean y se diluyen al compás de los tiempos y sin embargo tanta sangre tuvo que correr bajo el nombre de cuantiosas fronteras. Por ello entiendo que inmolar toda existencia humana en resguardo de algo tan pasajero como mis ideas patriotas anti inmigrante, es un absurdo. No hay nada verdaderamente significativo como para contribuir a las grandes atrocidades bélicas que nos imponen los Estados. Si tan solo pudieran desprenderse del velo del nacionalismo fanático, quizás se darían cuenta que es más aquello que nos hermana de lo que nos divide. Muchos de los grandes genios de la humanidad se mostraran indiferentes frente a los avatares que suponen las nacionalidades y, en su lugar, ocuparan su inteligencia- desde sus respectivos campos de estudio- en aquellas cuestiones que promueven el verdadero progreso de éste fantástico planeta que habitamos. No es casual. Ellos son el verdadero progresismo, puesto que no se han estancado en nociones insignificantes sino que abrazaron (y abrazan) lo que es eterno, El conocimiento. Juntos, pero no revueltos con haitianos, en R.D. Responderá así Manuel Núñez y ahí lo apoyo. La nueva ley de naturalización no condiciona el sentimiento de amor a la patria y a nuestra venganza real, soterrada, contra Haití. Por 22 años fueron los jefes. La ley nueva abre una ventana de esperanza a la reconciliación, pero no al olvido, dando un permiso de residencia que no envuelve la sutileza política que implica la salida más controversial, como es la naturalización jus solis y derecho a voto de cualquier extranjero.