Parece que me equivoqué de nuevo

Con absoluto convencimiento de que estaba en el camino correcto, he promovido a tres presidentes: a don Antonio Guzmán, a Hipólito Mejía y a Danilo Medina. A pesar de haber participado en casi todas las elecciones desde 1966, no me dediqué a promover a ningún otro candidato que resultara ganador. Apoyé a algunos que no ganaron, como don Juan Bosch, Peña Gómez y Jacobo Majluta y hay otros que ganaron aun sin mi respaldo, como Jorge Blanco y Balaguer; y qué bueno que así fuera. De estos tres candidatos y presidentes, tengo opiniones muy disímiles. Don Antonio, por ejemplo, creo que era en apariencia el de menos bagaje político; pero al mismo tiempo era el de mayor edad al momento de ser elegido y el que finalmente es recordado con más cariño y respeto por el pueblo dominicano. En el plano de los logros, su administración no fue excepcional, pero si muy oportuna y conveniente. Fue un gobierno de transición, como esos caminos imaginarios que unen una isla desolada con otra en los archipiélagos inhabitables. De Hipólito Mejía, ya lo he dicho casi todo. Hizo un gobierno desastroso, que no logró resolver -ni encaminar la solución- de uno solo de los graves problemas nacionales, a pesar de haber llegado con el mayor poder y apoyo político que presidente alguno haya logrado en cincuenta años. De su gobierno tuve expectativas personales que sus funcionarios se encargaron de festinar; pero en modo alguno culpo al presidente Mejía de haberme fallado, pues él en realidad nunca hizo compromiso personal conmigo. A Danilo Medina lo conocí por los años sesenta, cuando aún era un estudiante de secundaria, sin embargo, no fue sino hasta el año 2010 cuando pude hablar con él acerca de su candidatura a la presidencia de la República. Esto sucedió en Yonkers, en la residencia de Wáscar Terrero, que para entonces era uno de sus activistas más entusiastas. Actualmente no sé cómo le habrá ido a Wáscar, pero espero que haya sido reconocido, por el gran esfuerzo que hizo para que su amigo Danilo triunfara. Esa entrevista, donde estuvieron presentes además de Danilo, su asistente personal Carlitos Pared, un par de sus dirigentes locales de mayor rango, Ramoncito Severino, un servidor y por supuesto el promotor del encuentro, Héctor Castro (Caito) -mi amigo y socio en esa empresa de apoyar la candidatura del PLD- se realizó en la habitación personal de los anfitriones, Wáscar y su señora esposa, que era el único lugar privado en la atiborrada residencia aquel día veraniego y soleado de 2011. El intercambio terminó con un apretón de manos y la clásica promesa mutua de “cuenten conmigo que yo cuento con ustedes”. No se acordó nada especial, excepto un muy formal: “Presidente, haga lo que usted tenga que hacer allá en Santo Domingo, que nosotros haremos lo propio aquí en Nueva York”, sentenciado por el mago del pragmatismo callejero, mi amigo y hermano Caíto Castro. No tuvo que comprometerse Danilo ni su equipo, a gastar un solo centavo, por la campaña que desde ese momento y hasta el 16 de agosto de 2012 -fecha de su proclamación- llevamos a cabo en todo Nueva York. Hoy, pasando revista a estos casi veinte meses del gobierno “danilista”, admito que no me parecen tan fructíferos como yo esperaba; pero se ha mantenido el nivel de popularidad del Presidente, y eso evidencia un excelente manejo mediático. No hay dudas de que el responsable de la imagen presidencial es un experto que de ser necesario, podría llegar a convertirse en encantador. Los “numeritos” están tan altos, y su equipo de gobierno se siente tan seguro, que ya ha germinado el gusanillo maldito de la continuidad. No obstante, aprovecharé estas líneas para decirle a Danilo mi presidente, mi parecer acerca de algunos tópicos que son de dominio público. Lo que procuro en verdad, es dejar constancia escrita de mis preocupaciones y de esa manera cumplir con la parte que me atañe, en el intrínseco acuerdo; aunque los funcionarios locales que nos acompañaron en aquella famosa reunión, no solamente no recuerdan pacto alguno sino, que tampoco se han permitido recordarle al Presidente la existencia del mismo. En su favor se podría argumentar que ellos no se comprometieron, que quien lo hizo fue Danilo; y puede que tengan algo de razón. El título de esta entrega sugiere algún nivel de frustración por mi parte y en efecto es así; pero no en el sentido que la gleba política pudiera suponer. Mi trabajo es la opinión pública y ésta tiene que ser franca, para que sea efectiva y objetiva. Me voy a referir solamente a tres asuntos que explican mi preocupación. La sensación de inseguridad Lo que espero de mi presidente no es ese aire dictatorial que en ocasiones se apodera de los gobernantes; como tampoco espero un liberalismo permanente, que lo ha llevado a devolver más de una docena de medidas anunciadas y mas luego modificadas, por las más variadas razones. Desde el sainete montado por la famosa pensión del ex contralor Ng Cortiñas -que finalmente no sabemos en qué estamos, ni qué podemos esperar del Gobierno en materia de pensiones- pasando por los reiterados cambios de dirección en lo referente a impuestos, el pago de placas, las revistas de los vehículos, ect.. Y llegando recientemente al nombramiento -en el mes de enero- de los cónsules de Nueva York y Boston y destituyéndolos antes de los 90 días. ¿Es qué acaso no sabía el Presidente que ambos eran ciudadanos naturalizados en USA? Pues claro que debía saberlo. Y no es que rectificar sea mala práctica, lo malo es que se haga tan a menudo; porque se crea la percepción de improvisación, lo cual no es nada conveniente para el Presidente. Si se sigue por ese derrotero de espontaneidad permanente, habrá momentos en que la ciudadanía llegará a dudar todas y cada una de las medidas propuestas por el gobierno de Medina. Y a partir de ese momento, el matrimonio de Danilo con la opinión pública favorable terminará en divorcio; que no quede dudas de ello. El caso de Loma Miranda Aunque estoy de acuerdo con la explotación responsable de las minas de Loma Miranda -porque entendemos que hay más de un mineral a explotar- creo que el Gobierno debe asumir un papel más responsable en la discusión pública del asunto y hacer que la ciudadanía entienda que el respeto al Medio Ambiente -que es lo que todos demandamos- es una responsabilidad del Estado dominicano, que de manera exclusiva tiene el “monopolio de la violencia” y que en esta oportunidad está encabezado por Danilo Medina Sánchez, quien dijo una y otra vez en campaña que “él se había preparado para gobernar”. Y gobernar significa: hacer cumplir los compromisos del Estado. No se puede seguir permitiendo a los opositores -mansos y cimarrones- el argumento de que la explotación siempre será negativa, porque no hay quien vele por el Medio Ambiente y las compañías mineras internacionales son islas de poder que no están sujetas a los acuerdos contratados, ni al control de sus actividades por parte del Estado dominicano. Nada más falso y negativo para nuestras generaciones por venir, como aceptar que somos incapaces de controlar nuestros propios procesos. Si la Falconbridge no ha sembrado la cantidad de árboles a que se comprometió contractualmente, no es porque sea una empresa pura y simplemente incumplidora sino, porque los gobiernos dominicanos se lo han permitido, porque han sido irresponsables. Y se supone que es tiempo de “hacer lo que nunca se ha hecho”. La sentencia TC168-13 El presidente dominicano, con su patriótico discurso en La Habana, en la cumbre de la CELAC, me recordó que a pesar de que una buena parte de los gobernantes que hemos tenido, han vivido de hinojos, a los pies de las potencias, grandes y pequeñas, aun prevalece en el espíritu de los dominicanos el sentido independentista de los Trinitarios. Es por ello que no alcanzo a entender ¿por qué permite hoy que se disemine la especie de que su equipo de gobierno -o una parte de éste- está pretendiendo que se apruebe una ley de amnistía general, a todas luces violatoria de la sentencia TC168-13? Solamente preguntas sin respuestas se me presentan ante un comportamiento tan insólito, por parte del presidente que con tanto entusiasmo ayudé a ganar: ¿En qué estaba pensando realmente cuando le cantó su “panamá” al insolente ministro Gonsalves en La Habana? ¿Qué estaba tramando cuando dijo que la sentencia era vinculante a todos los poderes del Estado dominicano? ¿Sabe mi presidente que su luna de miel con la opinión pública terminará con el desconocimiento de dicha sentencia? O ¿será qué inexplicablemente: cantó como gallo y puso como gallina? En cualquier caso, ante todas estas interrogantes, tengo que admitir que como reza el titular: Parece que me equivoqué de nuevo. rolrobles@hotmail.com

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