OSN abre a putro talento Temporada Sinfónica 2014

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La Temporada Sinfónica 2014 inició elevando la mùsica de primer
nivel a un escenario del Teatro Nacional que, absolutamente seco, logró
emocionar al pùblico, tanto por la entrega de sus músicos al reto de
interpretar un Don Juan, un intrincado y demandante poema sinfònico del maestro alemán Richard Strauss como por el
virtuosismo expresivo de un joven chelista coreano de 22 años que casi hizo ver
las notas de su grave instrumento. Una celebración del arte pleno que con el
poder suficiente para alejó los malos recuerdos de goteras inoportunas y
diatrivas del pasado reciente.

Bajo la dirección de José Antonio Molina y con la participación del talentoso joven chelista,
Jonah Kim, la OSN uesta sinfónica dominicana presentó un programa implacable y
valiente, que conmemora el nacimiento de
Richard Strauss, de quien tomà la que sea probablemente una de sus piezas màs
desafiantes para la intreprtaciònn tècnica por sus pasajes rapidos, sus cambios
de ritmo y la sorpresiva oleadas de giros heroicos.

Don Juan, famosa pieza del repertorio del compositor. Don Juan, una genuina fanfarria
orquestal arremetía en la primera parte del programa con sus tonos colosales y describía
con múltiples instrumentos al desaforado Don Juan.

José Antonio Molina, conducía majestuosamente a la orquesta en la ejecución
de esta demandante pieza musical, cuya dificultad se evidencia en el hecho de
que Strauss, en una ocasión se compadeció de un grupo de músicos al verlos ensayar la extenuante composición. La barcarola que se contoneaba en notas que se mecían en los cuerpos de los
ejecutantes, fue, de forma inadvertida, interrumpida por un angelical oboe que,
delicamente, irrumpió, para poner una nota inefable nota de ternura en el cuadro dibujado con sonidos
de armonìa en su expresiòn más alta.

Tenue, sinuoso y penetrante nos dejó
absortos. Era el amor libidinoso de Don Juan vencido por otro amor más
profundo. El oboísta se abandonó en un solo y le imprimió inflexiones mágicas
al momento. La ejecución de la orquesta sinfónica nacional logró
maravillosamente explotar la bravura de la bella e indómita sinfonía poética
del maestro alemán. Si Strauss hubiera estado en el Teatro Nacional, habría
visto a una orquesta aceptar el desafío que plantea su aclamado Don Juan y
demostrar su virtuosismo en el escenario.

El chelista Jonah Kim, en su interpretación del Concierto para Vioncello y
Orquestra en mi menor de Edward Elgar, atrajo a escena, con sus notas sombrías, y suss desgarradores y cortantes movimientos.
Con una expresión jubilosa y a la vez desafiante, Kim nos paseó por una
progresión acentuada por sus dedos al crear unos admirables pizzicatos.

La tensa belleza de sus registros residía en la contraposición de
expresiones festivas y súbitas réplicas apesadumbradas. El artista logró una
interacción magnífica con la orquesta mientras las cuerdas de su chelo
avanzaban en una búsqueda profunda y punzante.

La orquesta y el virtuoso Kim tomaban turnos y jugaban a intercambiar secuencias
contrastantes. De igual modo, el chelista complació a los asistentes al
concierto y les regaló una amorosa interpretación de Beau Soir de Debussy que
dejó a muchos pidiendo un encore en silencio.

Para concluir con un programa que mostró el coraje y la madurez técnica de
nuestra orquesta, el colectivo sinfónico logró una intencionalmente escurridiza
y pomposa Alegres Travesuras de Till Eulenspiegels, fiel al deseo de Strauss.

Escuchamos una narración musical llena de fantasías, chanzas y correteos.
Los instrumentos competían en una exuberancia de texturas desordenadas y
fantasmagóricas. En un sincronizado e intachable movimiento conjunto llegaba el
fin de la aventura en la historia musicalizada de Till Eulenspiegels y quedaba abierta la temporada sinfónica 2014. ¡Bravo!

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