OPINION: Temístocles Montás y la situación del PLD

Quienes conocen la historia del PLD, desde su fundación en el año 1973, y las causas que lo originaron, continuando con su llegada al gobierno en el año 1996, hasta su salida del poder en el año 2000, y posteriormente, su retorno desde el año 2004, hasta la fecha, necesariamente deberán coincidir con el razonamiento de Temístocles Montás (Temo), respecto a la realidad institucional que afecta a esa organización.

El PLD fue creado por Juan Bosch como un instrumento alternativo a lo que ya existía como referente político en el país, basado en postulados que para Bosch, fueron innegociables y sentaron las bases para que la disciplina y el respeto a los métodos de trabajo fuesen cuestiones de primer orden.

No obstante, los fundamentos que imperaron en el PLD, desde su origen, fueron la principal causa de su salida del poder en el año 2000, por cuanto, antes de llegar al gobierno en el año 2004, el dogmatismo dentro del PLD, había sido sustituido por una filosofía pragmática que en cierto modo desnaturalizó la esencia ideológica que sustentaba a esa organización.

En el año 2001, luego de perder el gobierno, los peledeístas consideraron que aunque habían hecho lo posible por adecentar la administración pública, la sociedad no valoró –no asimiló– su modelo ideológico como un efectivo instrumento de cambio, entonces, mediante un proceso de apertura, el PLD, modificó su mística de transformación social por un esquema que se pareciera más al pueblo. Un modelo moderno llamado pragmatismo.

Es ahí, donde comienza el camino del PLD, hacia la conversión de un patrón de pensamiento que neutralizó sus principios, y todos, incluidos Temístocles Montás y Reinaldo Pared, fueron compromisarios de esa dolorosa pero necesaria transición.

Juan Bosch erigió al PLD sobre una columna elemental que proporcionó carácter a la organización, denominado: El centralismo democrático, que tiene entre sus principales características la unificación de criterios y la autocrítica, dos postulados que lograron mantener cohesionados a sus miembros.

El centralismo democrático, establecía que las decisiones aprobadas por la mayoría con apego a los procedimientos institucionales serían acogidas asimismo por la minoría, sin importar los actores individuales que fuesen afectados.

La autocrítica, básica en el debate de las ideas, proporcionaba cierta capacidad de admitir los errores y proceder en consecuencia para no equivocarse en condiciones posteriormente similares.

La unificación de criterios se lograba a través del debate de los temas en cada organismo del partido, hasta llegar a un pensamiento común, el cual sería externado después como la decisión de toda la organización, resolución que no debía ser cuestionada más tarde.

Sin embargo, esos postulados se oponían al nuevo modelo planteado en el PLD, cuya contradicción definimos en el artículo “La pérdida de la ideología en los partidos políticos” sobre el cual decimos lo siguiente, cito:

“El pragmatismo se ha convertido en la nueva ideología de los partidos del sistema moderno, cuestión que favorece la pérdida de los principios y de la lucha por los ideales”.

Entre otras cosas, la nueva filosofía peledeísta establecía un esquema eficiente para alcanzar las metas, modificando cualquier procedimiento que no se ajustase a su metodología simplificadora.

En el PLD, el pragmatismo suplantó al boschismo y cambió los métodos de trabajo, estableciendo un tecnicismo de dominación sugestiva que se desarrolló mediante la manipulación de los estamentos de su dirección interna.

En el Estado, el pragmatismo asume una postura contraria al robustecimiento de los vínculos entre gobierno y partido, patrocinando la exclusión de los elementos políticos como forma de garantizar la tecnificación de los procesos administrativos.

Otro elemento tangible del pragmatismo que acampa en el PLD es el concerniente al desmonte progresivo de los procesos internos, herramientas normativas del Congreso Elector y Ordinario de la organización, establecido estatutariamente para garantizar la democracia y el fortalecimiento institucional del debido proceso.

Innegablemente, Temístocles Montás ha dado en el punto exacto del deterioro progresivo que experimenta la identidad del PLD, poniendo el dedo en la herida que desangra a la organización.

Juan Bosch procuró que por medio de la autocrítica, un peledeísta adquiriera el nivel suficiente de humildad para evaluarse asimismo, reconociendo sus virtudes y defectos, lo cual permitiría maximizar sus virtudes y corregir sus errores.

Sin embargo, el pragmatismo ha ahogado la capacidad autocritica de los peledeístas, doblegándonos y haciéndonos cómplices silentes de un proceso de descomposición sistemática del pensamiento de Juan Bosch.

Ha llegado tan lejos que ni siquiera la dirección política se atreve a renovarse asimisma, debido al riesgo que pondría en peligro su obsoleta vigencia dentro de la organización.

Aún así, algunos dirigentes del PLD, sabedores de esa desconcertante realidad, han expresado sus preocupaciones sobre el particular manifestándose a favor de que el partido vuelva a retomar los fundamentos que le dieron origen.

El soborno, el chantaje, la acumulación de fortunas para mantener el dominio sobre los demás, son solo parte de las propiedades atribuidas al pragmatismo asentado dentro del PLD, y Temo ha sido sincero en reconocerlo, admitiendo el daño ocasionado al partido, no solamente por él, sino también por aquellos que persisten en negar su complicidad.

El éxito político que el PLD ha experimentado en las dos últimas décadas, tiene entre sus causas motrices la aplicación irrestricta de un modelo de gestión basado en el pragmatismo. Sin embargo, la inobservancia de los principios como sucede en estos momentos, podría conducir irremisiblemente a un agotamiento por falta de identidad y posteriormente, al fracaso electoral de la organización.

jpm

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