Papá Liborio, papá Trujillo, papá Hipólito, mamá Julia, es paternalismo abyecto a superar

Todos estos padres putativos que le han inducido al pueblo dominicano de manera aviesa, deben ser cosas de un pasado tenebroso, que ya, de una vez y por todas debemos superar. Aprovecharse de la miseria y la ignorancia de una nación, para en base a sus necesidades sacarle capital político, no es más que oportunismo del malo, atraso, humillación y vergüenza.  Los verdaderos políticos no sacan provecho personal de la pobreza y la ignorancia de su pueblo, al contrario, actúan para erradicarlas, y lo hacen educando y bien administrando los recursos confiados en sus manos, de la manera como lo hicieron Duarte y Bosch y otros tantos buenos dominicanos, que no compitieron en maldad como lo han hecho y siguen haciéndolo, Hipólito, Danilo, Leonel y el circulo macabro de sus corifeos, todos atrapados por la concupiscencia, tan propia de los angurriosos de dinero y poder.

 

 

¿Hipólito, Danilo y Leonel, trascenderán como lideres?

 

Para que juntos (ustedes y yo) podamos dilucidar sobre lo que planteo con mi pregunta, vamos a reflexionar en torno a una tesis, que estoy seguro todavía nadie en nuestro país ha planteado.  La misma es la siguiente: Estos tres enfermos de poder (Hipólito, Danilo y Leonel) jamás hubieran construido un partido que les diera la vigencia política que han tenido y tienen a base del liderazgo que ellos por sí solos hubiesen podido consumar.  El PRD, el PLD y Partido Reformista de Balaguer, su crecimiento, desarrollo y permanecía en tiempo y espacio, fue el producto del liderazgo de Bosch, Balaguer y Peña Gómez respectivamente.  Cierto, Danilo y Leonel ayudaron en la fundación del PLD, pero sin Bosch, ellos jamás hubiesen logrado la construcción, estructuración y consolidación que ha tenido ese partido, que ellos posteriormente se han encargado de desviar y corromper. Hipólito, solo ha sido un oportunista que ingresó al PRD cuando ya este partido estaba sólidamente formado y tenía una historia revolucionaria ajena a la ideología y accionar político de Mejía.  El, tampoco, con su pobre bagaje intelectual, jamás hubiese podido fundar un partido como aquel glorioso PRD, que equivocadamente, y para desgracia, lo llevó a presidente de la República.

 

Sí Hipólito, Danilo y Leonel, en solitario, les hubiese dado por formar un partido, los resultados no serían más que otros partiditos parásitos, como los tantos que hoy chupan de la teta del Estado, y ellos tres serían, otros líderes de pacotilla de esos tantos que abundan en nuestro país, prometiendo demagógicamente regresar o permanecer en la jefatura del Estado para llevar a cabo un «Proyecto de Nación».  Ellos prometen «lealtad a la patria», igualito a como lo han hecho y hacen cínica e hipócritamente, todos los que han dirigido o encabezan los partiditos bisagras y parásitos.

 

Liderazgo político trascendente

 

Para que se entienda mejor mi aludida tesis, vamos a explicar que es un liderazgo político trascendente.  Un verdadero político trascendente es aquel, cuyo legado social constituye un aporte que por su importancia y calidad es tenido y será tenido en cuenta por las futuras generaciones, es decir, sus actos, sus escritos, sus discursos, sus ideas, sus pensamientos, sus reflexiones, sus doctrinas, sus conocimientos, sus enseñanzas, sus obras de gobierno, trascienden los lindes espacio-tiempo.  Son los casos de Simón Bolívar, Abraham Lincoln, Martin L King, Buda, Cristo, Lenin, Mao, José Martí, Juan Pablo Duarte, Hostos, Bosch, Nelson Mandela, Ho Chi Minh, y muchos más. ¿En un futuro, estarán Hipólito, Leonel y Danilo, en esta lista?

 

En este contexto, cuando Hipólito, Danilo y Leonel mueran, al mes, al año, en veinte, en treinta años o más, ¿cuál será el legado político, por el cual las generaciones futuras tengan que recordarlos y agradecerlos? ¿Qué ideas, qué libros, qué doctrinas, qué enseñanzas nos dejaran ellos, para que años después los tengamos como líderes trascendentes en el bien?  En cincuenta o más años, aún persistirán los daños causados por la Barrick Gold y otras explotaciones mineras a nuestras fuentes hídricas, suelos y bosques y el envenenamiento a nuestra gente a cambio de chilatas.  En tiempos futuros todavía estaremos pagando el «peaje sombra» de la carretera Sto. Dgo- Samaná, para que unos inversionistas de 150 millones de dólares, se ganen cinco mil millones de dólares; y estaremos sufriendo los efectos de las sobrevaluaciones, la corrupción y la impunidad.  Cien años después, aún estaremos hipotecados pagando los intereses de una deuda impagable.  Cincuenta años después, aún estaremos pagando el mal manejo de la quiebra del Baninter.  Cien años después, aún seremos un pueblo pobre, lleno de gente hambrienta, analfabeta y enferma, y «natagueando» en injusticias y desigualdades sociales; y lo peor, no tendremos patria, porque nuestro suelo, nuestras playas, fincas y montañas, ya lo habrán comprado miles de extranjeros. Cien años después de muerto Hipólito, Danilo y Leonel, los dominicanos de las futuras generaciones, estarán sufriendo las maldades, las aberraciones de estos líderes de pacotilla, hombres mediocres e indecorosos hasta los tuétanos, que solo han tenido interés por dinero y poder.

 

¿Siendo así, porque la vigencia de ellos?

 

Hipólito, Danilo y Leonel son tres demonios, entre ellos compiten en maldad. Los dominicanos hemos tenido la desgracia que no solo ellos son demonios, también lo son la mayoría de los que están en la política y que aspiran a presidentes.  Miguel Vargas, Miguel Soto Jiménez, Radhames Zorrilla Ozuna, Andrés Vanderhorst, Wessin Chávez, Quique Antún, Amable Aristy Castro, Victor Gómez Berges, los Vincho, Reynaldo Pared Pérez, Francisco Javier García, Temistocles Montas, Radhames Segura, Euclides G Felix y decenas más.  Ellos son hombres que están endemoniados; no obstante simulan ser santos o angelitos, tanto, que van a las iglesias, se confiesan, comulgan, se dan en el pecho, rezan el Santo Rosario, pero su vivir, en contradicción con sus discursos, están basamentados en la práctica de inmoralidades, codicias y maldades.

 

En este panorama, también son demonios la mayoría de los integrantes del poder judicial y legislativo, ministros y funcionarios del Estado y hasta en el mismo pueblo y en las iglesias, parece que el diablo anda suelto.  Tiene que ser así, para que los muchos crímenes de sangre, los tantos robos y tantas injusticias sociales, sean las noticias de primera plana en los medios.  Esta situación de caos moral y económico la han creado los «liderracos» aludidos, con sus pésimas gobernanzas.   Ellos, han hundido al país y desviados sus partidos de la misión primigenia para la cual fueron creados, y con sus malas administraciones han condenado a las generaciones futuras a los mayores sufrimientos.  Ellos, en vez de líderes, han sido los verdugos de su pueblo.

 

En este medio y en la circunstancia de un pueblo atosigado de ignorancia y vicios, se enseñorean los liderazgos de Hipólito, Danilo y Leonel, tres demonios que le han hecho tanto daño al país, como Trujillo y Balaguer en su tiempo.  Siendo así, ¿por qué tienen vigencia estos tres buitres?   Tienen vigencia, porque el pueblo no ha superado su atraso político y social, ni las taras de la pobreza y la ignorancia; es tanto así, que todavía Trujillo y Balaguer tienen admiradores.  En un país desarrollado, en un pueblo culto, sin tanto atraso, estos individuos (Hipólito, Leonel y Danilo), jamás hubiesen alcanzado la fortuna y el poder que han logrado, ni hubiesen llegado a ocupar la presidencia de la República, y si la hubiesen alcanzado, y en ella se hubiesen comportados como lo han hecho en nuestra República, de seguro que estuvieran presos, degradados cívicamente(muerte civil), y en ciertos países, hasta fusilados

 

Los liderazgos de Hipólito, Leonel y Danilo

 

Los liderazgos de Hipólito, Leonel y Danilo, solo se explican en una sociedad atrasada, pobre e inculta como la nuestra.  Hipólito es la contradicción misma de lo que debe ser un líder de un partido revolucionario.  Un partido revolucionario debe ser dirigido por un revolucionario con dotes y rango de intelectual; él no tiene ninguno de esos atributos. Un político moderno para llevar a cabo un «Proyecto de Nación» tiene que ser anti-imperialista y anti-neoliberal, pero sucede que ellos tres son imperialistas y neoliberales.  Un gobernante debe ser enemigo de los corruptos y la corrupción, pero ellos son corruptos y corruptores; y para mas, amigos entre sí.

 

Un gobernante de verdad es un abanderado contra la corrupción y la impunidad, pero sucede, que ellos tres, solo lo son de boca.  Un gobernante de verdad, siempre habla con la verdad, pero ellos, son mentirosos (son mitómanos, son «jabladores»).  Todas las falencias señaladas, son características firmemente evidenciadas en los tres.  En el caso de Mejía, él, a sus amigos, a sus canchanchanes (lo ha dicho repetida veces), no los lleva a la justicia.  Todavía a esta altura del juego, hace unos días, Mejía, en una entrevista por radio en Miami, a la pregunta, ¿si usted vuelve a poner la ñoña, metería preso a los corruptos?, a lo que Mejía respondió:» ¡espérate!, ¡espérate!, no toques eso, yo tengo mucho respeto por muchos amigos míos que están en ese grupo».  Ahora bien, lo que no entiendo es, ¿cómo después de esta declaración de Hipólito y otras tantas, con las cuales se ve claramente que no perseguirá a los corruptos, máxime cuando sean sus amigos, todavía haya gente aupando su candidatura con miras al 2020?.  ¡Dios mío! ¿Por qué tanta inconsciencia, por qué tanta ceguera, por qué tanta cobardía?  ¿Será que estamos locos, sinvergüenzas, o descerebrados?  Al lector dejo la palabra.

 

Hipólito, su fracaso como gobernante y en el liderazgo de dos Partido revolucionarios

 

Hipólito nunca debió ser el líder de un partido revolucionario, mucho menos ahora de un partido, que aparte de revolucionario, es moderno.  Otros y yo, ya hemos expresado en varias ocasiones : «Mejía, quien fue presidente de la República durante el período 2000-2004 y su partido de entonces, el PRD, tenía el control de todos los resortes del Estado, tal como lo tiene el PLD ahora, pero desaprovechó la oportunidad de hacer cambios y transformaciones económicas, sociales y políticas.  Hizo un gobierno constituido por compadres, galleros y militares trepadores. Para colmo se pasó los cuatro años relajando y, finalmente, tuvo la osadía de reformar la Constitución para optar por reelegirse».  (Para más, agrego yo, ME) Mejía nos ha llevado a tres derrotas consecutivas, y ahora se constituye otra vez, en el «gran escollo», que puede impedir que el PRM junto a la oposición llegue al poder en el 2020.

 

Pero además, Mejía no pudo ganar las elecciones del 2012, cuando tenía 30 puntos arriba en la encuestas.  Mejía en las campañas electorales mantiene a su partido temeroso, a la espera de que en cualquier momento mueva mal la lengua, para pronunciar algo que dé al traste con las elecciones, tal como aquel pronunciamiento contra las sirvientas.  Mejía nos ha llevado a tres derrotas consecutivas.  Mejía es divisionista; Mejía ha divido el partido. Mejía siempre ha conspirado contra los candidatos del partido.  Mejía, claro está, tiene una alianza tácita con el PLD.

 

Un gobernante de un partido revolucionario es alguien que ama profundamente a su pueblo y el dinero y el poder no son sus metas.  Un gobernante de verdad, es alguien integro; es alguien con categoría apostólica y de filosofo, y hasta algo místico, pero Hipólito, Leonel y Danilo, solo son unos ambiciosos de poder y dinero.  En fin, un buen gobernante, gobierna para todos, gobierna en justicia, gobierna para su pueblo, no para hacer más rico a los ya ricos.  A los tres, la presidencia le quedó grande.

 

La edad geriátrica de Hipólito

 

En los comentarios que se suscitan en mis artículos cuando objeto la edad de Hipólito para aspirar a presidente nuevamente, sus fanáticos me salen al frente para justificar esa candidatura.  A ellos les respondo: La Constitución de la República establece, que para ser presidente y vice presidente se requiere la edad mínima de 35 años, y aunque no establece una edad máxima (una falla), debe primar la lógica avalada por el sentido común para que no caigamos de nuevo en la fatalidad de ser gobernados por alguien ciego, sordo e invalido y que ya usaba pañales, como fue el caso de Balaguer, por lo cual el país era manejado por un reducido grupo de gánsteres.  Pero también está el caso de Bosch, que por no retirarse a tiempo, padeciendo de alzhéimer, sus discípulos lo llevaron a cometer la indignidad de conciliar con Balaguer en un mal llamado frente patriótico, que más bien fue un frente perverso.  Ante estos hechos y otros, ¿será que Mejía no le importaría gobernar en esas condiciones de salud ya por venir a su edad?  Con mi objeción a la candidatura de Mejía, precisamente quiero evitar que seamos gobernados nueva vez por alguien cuya salud física y mental esté en estado deplorable.  ¿O es que Hipólito y sus fanáticos creen, que su vejez va estar exenta de estas enfermedades geriátricas invalidantes?

 

Algo más sobre la edad de Hipólito

 

Cuando llegue el proceso electoral del 2020 Hipólito tendrá casi ochenta años, para luego pretender gobernar con lucidez (cosa que nunca ha tenido) hasta los ochenta y cuatro. Esto es una locura, un egoísmo sin límites, una insensatez, una perversidad, una maldad al partido y al país. ¿Por qué no dejarle paso a los prospectos jóvenes del partido?

 

Hipólito sabe muy bien, que él no le va a ganar una convención a los jóvenes que se están proyectando como los relevos de la anciana guardia como él, doña Milagros, doña Ivelisse y otros.  Hablando de relevos me refiero a Luis Abinader, Faride Raful, Geanilda Peña, José Paliza, y otros que puedan surgir en la contienda por nominación presidencial por el PRM.  Pero también, está de por medio la problemática de que para ganarle al PLD tiene que haber una oposición unida monolíticamente, e Hipólito, por mil razones, no es factor de unidad, sino todo lo contrario.  Esta situación se agrava para él y para el partido, porque si él gana la nominación, tampoco llegará a presidente, por la alta tasa de rechazo que posee, y porque los verdes jamás lo apoyaran, y sucede, que en las elecciones de 2020, nadie conquistará al poder sin el apoyo del «Movimiento Verde».

 

Entonces, siendo así, por qué él se empeña en buscar «la ñoña» para el 2020?  En estas circunstancias, esa búsqueda, repito; es una locura, una maldad, una acto de supremo egoísmo, una vileza, una irracionalidad; y lo será más, porque cuando pierda de manera humillante la convención, entonces querrá imponer de nuevo a su hija como vicepresidenta y también querrá una cuota de senadores, diputados, síndicos y regidores; y de nuevo sembrará la discordia y la debacle, si no lo apartamos a tiempo del partido.

 

Lealtad a Hipólito

 

Algunos hipolitistas han confesado públicamente que su adhesión a Hipólito es por una cuestión de lealtad con su persona. ¡Anjá!, ¿entonces la política, no es cuestión de un «Proyecto de Nación», ni de la aplicación de principios ni de profesar ideologías y doctrinas, sino de proyectos personales, de lealtad a un hombre y a una dinastía?  También resaltan su carisma (que para mí es una caricatura), sin tener en cuenta sus limitaciones intelectuales y espirituales; o sea, para los hipolitistas fanáticos, el carisma (la careta), es la condición más importante para que alguien sea un jefe de Estado, soslayando que generalmente, los sicópatas son la gente con mayor carisma.  Esta manera de hacer política, es a las claras para dar soporte al capricho de un hombre y su familia, no para llevar a cabo un «Proyecto de nación». Sobre este tema, dejo al lector en libertad para que llegue a sus propias conclusiones.

 

Los paleros de Hipólito, Leonel y Danilo

 

Hará cosa de dos años, cuando un conspicuo hipolitista visitó la ciudad de New York, lugar en donde vivo.  En esa ocasión el aludido personaje expresó que a mi había que sacarme sangre en represalia a mis críticas contra su líder.  Días después otro notable hipolitista, muy enojado externó en mi propia cara, que yo me daba el lujo de hacer esas críticas porque estaba viviendo en los EEUU, porque si yo estuviera en Sto. Dgo, ellos sabían cómo callarme.  Otro grupo seguidores del «líder» ha querido arrancarme la cabeza, pero no han podido, porque aquí en New York donde vivo, no pueden cometer semejante crimen.  Es decir, los hipolitistas versión fundamentalistas y fanáticos, son intolerantes al disentir y renuentes al debate de las ideas.  En este tenor actúan como los «cocuyos de Petán Trujillo, o como los paleros de Balá o como la «Banda colorá de Balaguer».  En este tiempo hemos retrocedido tanto, que hasta Leonel tiene su «Banda morá», que la ha sacado varias veces a las calles, dizque para defender su honor y dignidad.   Y Danilo tiene los suyos, vestidos de policías para tirárselos encima a maestros, médicos y obreros, cuando se lanzan a las calles a hacer algún reclamo laboral o de otra índole.

 

Miedo al círculo de Hipólito y a su la facción en las bases

 

La cúspide hipolitista, y la facción de la base del partido de esa corriente política, (hoy H20), ha desarrollado el miedo entre los militantes del partido, por lo que entre nosotros, disentir se ha convertido en una especie de delito.  Los compañeros tienen temor a fijar posiciones y a emitir opiniones, porque no quieren encontrarse en problemas con ese sector, que se ha dado a la tarea de hacer que perezca la democracia en nuestro partido.  Por esa razón, hemos convertido a nuestra institución política, en una versión del «Partido Dominicano» fundado por Trujillo o en un «Partido Reformista» fundado por Balaguer, por malos dominicanos y por los yanquis que lo apoyaron.

 

Son muchos los compañeros que se me acercan revelándome esta situación y este miedo.  A ellos solo les digo: no acepto este comportamiento, el mismo no es digno de un revolucionario, «sí es que somos un partido revolucionario». Nuestros antepasados, desde 1844 fueron al campo de batalla con bravura inconmensurable para que seamos libres y soberanos. Lo mismo han hecho las generaciones sucesivas, derramando su sangre, en pos de que tuviéramos libertad y democracia. A Trujillo y a Balaguer los enfrentaron miles de dominicanos a costa de la propia vida.  Con esta historia, con esa ascendencia, no acepto que sucumba ante el miedo el debate de las ideas y la libre expresión y difusión del pensamiento.  Aceptarlo sería una ofensa, una afrenta a nuestros héroes y heroínas que ofrendaron sus vidas para que fuéramos libres y soberanos.  Como es posible (les riposto), que a esta altura del juego los que militamos en este partido revolucionarios y moderno, tengamos miedo a un hipolitismo decadente, máxime, cuando nosotros no dependemos económicamente de partido alguno.  Compañeros (les digo), ese miedo hay que botarlo, hay que vencerlo.  No podemos permitir que nuestro partido revolucionario y moderno deje de ser un instrumento para la libertad y democracia de nuestro pueblo y de crecimiento personal para nosotros mismos. El miedo y el paternalismo abyecto, (Papá Liborio, papá Trujillo, papá Hipólito, mamá Julia) no deben tener cabida en nuestras vidas.

 

¡Por Dios suelta a Hipólito, déjalo tranquilo!

 

En las redes y en las calles muchos hipolitistas me abordan para sugerirme que «suelte a Hipólito, que lo deje tranquilo».  Este pedimento va acompañado del criterio de que el enemigo es el PLD, no él; por consiguiente que me ocupe de atacar a los corruptos del PLD.  Con esa prédica y como pidiéndome «cacao», se despachan hasta llegar a decir que es momento de unidad, no de sembrar divisionismo y cizaña.   A ellos les contesto: Pero señores, el divisionismo y la cizaña quien la siembra es Hipólito, no yo; él, es quien divide al partido.  Dividió el PRD con su PPH y su intento de reelección, y ahora ha divido el PRM con su H20 y su nuevo intento de llegar al poder en una etapa de su vida que ya no está para «deshojar margaritas».  Y les refriego la pregunta: ¿pero por qué he de dejarlo tranquilo, si él no lo está? El está jugando en el play, por lógica alguien tiene que batearle la bola. Además, observen (les señalo) que mientras yo combato al peledeismo y sus jerarcas, el se congracia con ellos, elogiándolos y diciendo por doquier, que todos esos corruptos son sus amigos.

 

¿Por qué Hipólito, Leonel y Danilo pese a todo tienen aún sus fanáticos?

 

Muy sencillo, por las mismas razones por las cuales también tuvieron sus fanáticos, Trujillo, Balaguer y otros sátrapas.  La ignorancia de nuestro pueblo, el atraso de nuestra nación, explica esa conducta de elevar a líderes a semejantes figuras.  En pueblos desarrollados, verdaderamente civilizados y con decoro, que han superado nuestro atraso, los liderazgos de Hipólito, Leonel y Danilo, serían un fenómeno imposible.

 

Conclusión

 

Vista la anterior ponencia, queda claro que Hipólito, Leonel y Danilo, no tienen nada bueno que ofrecer al país, a no ser fatalidades.  Entre Hipólito, Leonel y Danilo, no hay diferencias ideológicas ni distancias éticas y morales.  Ellos tres, son chacales de la misma calaña. Los tres carecen de escrúpulos, y de verdadero amor por nuestro pueblo. Con lo expuesto queda evidente, que Papá Liborio, papá Trujillo, papá Petán, papá Hipólito, Papá Leonel, papá Danilo, mamá Julia, y cualquier otro padre o madre putativos, son cosas de un amargo pasado trujillista que debemos superar.  Por igual, no debemos repetir, «el vuelve y vuelve balaguerista».  Ello es oportunismo del malo, atraso, humillación y vergüenza y por demás, maldad infinita para la República.

No meto en esto a papá Bocó, a Cándelo y al Varón del cementerio, porque esos son «harina de otro costal».

A mis lectores, dejo la palabra.

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