OPINION: Leyendas: Sammy Sosa, de la gloria al olvido
Por Héctor Miranda
La Habana, 30 nov.- El dominicano Sammy Sosa pareció ser por años uno de los elegidos. Talento, carisma, clase, cintillos de periódicos a diario y estadios repletos postrados a sus pies hicieron del fornido beisbolista un ídolo, pero un día todo terminó abruptamente.
Para Sosa nada fue fácil y llegar a la elite del deporte le costó sacrificios extremos, pero una vez allí y después de mucha gloria, todo se derrumbó como un castillo de naipes, pese a lo cual sus estadísticas en las Grandes Ligas de Estados Unidos, aún asustan, anabólicos aparte.
En 2001, el quisqueyano, nacido en San Pedro de Macoris, el 12 de noviembre de 1968, se convirtió en el primer slugger con 60 o más jonrones en tres campañas consecutivas, un hito en la historia del béisbol mundial, aunque nunca -en esos tres años- se llevó un liderazgo en cuadrangulares.
Sosa escoltó a Mark McGwire en las dos primeras campañas y en la última a Barry Bonds, en tiempos en los cuales todos lo daban como un futuro miembro del Salón de la Fama, como favorito para quebrar el récord histórico de bambinazos -entonces en poder de Hank Aaron- y como una luminaria del músculo en el continente.
Hasta medios de prensa de países en los cuales apenas se conoce el béisbol, daban sus votos al ex jardinero de los Cachorros de Chicago a la hora de escoger a los mejores de la región y lo colocaban a la altura del futbolista brasileño Ronaldo, el vallista dominicano Félix Sánchez o el baloncestista argentino Enmanuel Ginóbili.
Todo duró hasta aquel fatídico martes de junio de 2003, cuando, en un partido interligas ante los Rayas de Tampa Bay, su bate se quebró y el fraude, uno de ellos, salió a la luz: el madero estaba relleno de corcho.
El árbitro descubrió la anomalía y expulsó a Sosa, pese a lo cual su equipo ganó por 3-2, pero la mancha no se borraría jamás, por mucho que insistió en que tomó solo un bate equivocado, de los que usaba normalmente en las prácticas antes de cada desafío y solo con la intención de contentar a la afición.
Fatídico momento aquel para el quisqueyano, cuando el umpire principal, Tim McClelland, examinó el madero junto a sus tres asistentes y luego lo mostró al manager de los Cubs, Dusty Baker.
Desde entonces, su credibilidad fue a menos y la afición en lugar de enardecer con aquellos golpes que se daba en el pecho y sus dedos en señal de victoria, comenzó a llenarlo de improperios.
Para colmo de males, la Oficina del Comisionado de Grandes Ligas inició una cruzada, no muy seria en principio, contra el uso de esteroides y el nombre del corpulento atleta siempre estuvo en escena.
Sosa fue llamado a declarar junto a McGwire, Bonds, Rafael Palmeiro, José Canseco y algunos otros, en medio de uno de los más grandes escándalos que vivió el deporte estadounidense en su historia y, desde entonces, nunca volvió a ser el mismo.
Por demás, su nombre aparece repetidamente en el libro Juiced, en el cual José Canseco reveló detalles del uso de anabólicos en esta disciplina entre bolas y strikes.
Pese a todo, su paso por los diamantes dejó cifras impresionantes, muchas de las cuales lo mantendrán durante mucho tiempo entre los primeros en departamentos tan importantes como jonrones y carreras impulsadas, aunque -tal vez- nunca llegue a Cooperstown o sus estadísticas no sean tomadas en cuenta.
El quisqueyano hizo lo que vio hacer a otros y aunque eso no lo exime de culpabilidad, tal vez sirva de consuelo para aquellos que lo tuvieron como ídolo alguna vez.
Sosa debutó en Grandes Ligas en 1987, con los Rangers de Texas, y se despidió en 2009 con el mismo elenco, aunque defendió también los colores de los Medias Blancas de Chicago, los Cubs de Chicago y los Orioles de Baltimore.
Sus años de esplendor los vivió como jardinero de los Cachorros, con cuya casaca fue seleccionado en siete oportunidades al Juego de las Estrellas, ganó en seis oportunidades un Bate de Plata y un premio al Jugador Más Valioso de la Liga Nacional.
Entre otros reconocimientos significativos, el dominicano mereció el Premio Roberto Clemente en 1998, el Hank Aaron Award en 1999 y dominó el derby de jonrones del año 2000, así como el premio anual de la encuesta de Prensa Latina, como el mejor deportista de la región.
Al despedirse del béisbol, bateaba para .273, con 609 cuadrangulares, dos mil 408 hits y mil 667 carreras remolcadas, pero ya el público no sentía por él la consideración de antaño y entonces, para aparecer en los diarios, hasta llegó a despigmentarse la piel.
(El texto forma parte de la sección Leyendas, que revive historias de relevantes deportistas latinoamericanos)
of-am
hay jugadores en salon de la fama mencionado por jose canseco, ivan rodriguez,de un ano a otro se desinflo,pero jugaba calladito
alguien me puede explicar esta puñetera nieve?
era fan de samy por su juego, me gustaba todo lo que hacia en el terreno, pero siempre dude de su inteligencia, no me gustaba escucharlo hablar pues era una persona sin escolaridad.tiene o tenia una persona que lo controlaba, pero hasta ahí no pudo, después ha seguido cometiendo, como lo que dijo en panamá de la rd, tengo mis temores que le falta lo peor.
buen artí****…era mi ídolo y eso de esteroides ni me preocupaba, la verdad no me importaba. me importaba el carisma y que era uno de dos o tres de los mejores jugadores. peeeeeeeeeeeero… aquí viene el pero. desde el bate con corcho ahí fue que se acabó todo. no importa nada de lo que se diga, solo un bate con corcho. no pude jamás defenderlo ni alabarlo, no porque no pudiera sino porque no quise más… se me salió.