La reelección inviable

 

Como siempre, estamos siendo testigos del síndrome del continuismo de los presidentes dominicanos, que también podría ser denominado como “La maldición de Balaguer”, debido a que este incomparable caudillo del siglo XX fue estigmatizado hasta su muerte como el responsable de esta perversión de la democracia.

Sin embargo, después de Balaguer todos los presidentes han sido tentados o han sucumbido ante el embrujo de la eterna reelección.

Las reelecciones de los nefasto “12 años de Balaguer” tiñeron de sangre el territorio nacional y colmaron de presos políticos las cárceles. Una muestra de ello fue el atentado perpetrado con una granada, en el año 1969, para asesinar al senador de Pedernales y alto dirigente del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), profesor Pablo Rafael Casimiro Castro, para acallar su potente voz, en medio de la lucha contra la reelección balaguerista.

Para un reeleccionista la palabra empeñada tiene el mismo valor que el pedazo de papel con el que Ferdinand Lasalle comparó la Constitución. Pero, mejor digámoslo con una frase popular: “el ambicioso presidente que busca la reelección pierde la vergüenza”.

En el 1970 Balaguer estaba comprometido a poyar al vicepresidente de la República,  Francisco Augusto Lora, quien además ocupaba la función de presidente del Partido Reformista, del cual fue su fundador. Balaguer incumplió su palabra y utilizó el poder para aplastar a Lora y expulsarlo del partido junto a sus seguidores.

A propósito de esa traumática reelección, Sandino Grullón, en su obra Historia Electoral Dominicana, reseña lo siguiente: “El presidente Balaguer ni corto ni perezoso, pronunció un discurso a la nación aceptando el `sacrificio´ de una nueva postulación. En esa alocución manifestó que no es bueno cambiar de caballo cuando se está vadeando un río”. Lo que siguió fue sangre y represión, a tal extremo que el PRD se vio forzado a retirarse de las elecciones.

La reelección del 1974 fue mucho más violenta, sangrienta y fraudulenta que la anterior, viéndose el PRD obligado a abstenerse. Dirigentes de izquierda como Maximiliano Gómez, Otto Morales, Guido Gil, Orlando Mazara y  Amín Abel Hasbun, entre otros, fueron asesinados salvajemente.

Finalmente, en el 1978 la reelección fue derrotada por un PRD que bajo el liderazgo de José Francisco Peña Gómez y la candidatura confiable de don Antonio Guzmán Fernández conquistó el apoyo del pueblo y la solidaridad decisiva de la comunidad internacional.

Desde entonces, aunque defectuosa, tenemos una democracia y las reelecciones no se imponen a sangre y fuego, sino con el uso sin límite de los recursos del Estado. Por lo tanto, la corrupción es su soporte fundamental.

Igual que el 1978, el 2020 será un año de cambio de gobierno y de partido. La reelección no tiene ninguna posibilidad de materializarse. La prohibición de competir en las elecciones del 2020, que hizo consignar el mismo presidente, Danilo Medina, en la reforma reeleccionista del 2015, procurando convencer a la ciudadanía que no volvería a intentar reelegirse, es la barrera insalvable que le impide competir por un nuevo mandato presidencial.

Ahora, contrario al 2016, las condiciones son absolutamente desfavorables para la reelección. Cualquier intento de imponer una reforma constitucional reeleccionista, además de ser fallido, pondría al presidente Danilo Medina de espalda a la sociedad y a la historia. El lo sabe más que nadie y no lo intentará.

ej.olivares@hotmail.com

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