OPINION: Gotas que torturan al pueblo
Por ELDIO CAPELLAN BATISTA
A propósito del aumento aprobado por el Comité Nacional de Salarios, el Presidente de la República ha anunciado este incremento por todos los canales propagandístico del gobierno, mostrándolo como un logro importante de su gestión.
No cabe dudas que, todo gobierno cuando logra poner de acuerdo a unanimidad a trabajadores y empleadores ha de querer resaltar sus dotes de buen componedor, así como su capacidad para facilitar que partes encontradas hayan arreados sus diferencias por canales alternos de solución de conflictos.
Sin embargo, en el sonado acuerdo salarial airado en la comunidad nacional como un triunfo político importante de esta administración, se pone en evidencia la falta de representación que ha tenido el pueblo en el CNS, con representantes vetustos, otrora imaginados como sus mejores enconados defensores.
En efecto, el acuerdo arribado, reviste las características de una bola de humo enrarecida por la nebulosa que produce, que busca hacer olvidar la responsabilidad de esta administración en las alzas desmesuradas de todos los productos básicos de la canasta familiar, del aumento de los combustibles, así como de todos los materiales de la construcción, entre otros rubros.
Cuestiones fácticas que los sindicalistas-representantes no tuvieron como bandera a la hora de defender y dar sus aquiescencias delegadas al precario aumento, que había tomado erradamente como punto de referencia el último salario de hace varios años, evidenciando una desconexión real con el nivel inflacionario consolidado en los meses de este gobierno.
La sumisión a los dictámenes del gobierno de los comisionados, queda al descubierto en el hecho insólito de que el mismo día que se hace público el acuerdo firmado por los «representantes de los trabajadores» ellos son beneficios por el presidente de La República, con una jugosa pensión como trofeo de guerra.
Para que un aumento de salarios tenga un impacto significativo en la calidad de vida de la población más pobre y de la clase media baja de la Rep. Dom., varias condiciones objetivas, previas y posteriores al anuncio, debieron ser cumplidas, a saber:
a) reducción inmediata o gradual de los precios de la canasta básica, al nivel igual o parecido al encontrado a la toma de posesión; b) en todo caso indexar el salario conforme al último nivel de la inflación; c) subsidiar con baja de impuestos y otras exenciones a la micro y medianas empresas; d) incluir, sin discriminación, a todos los trabajadores tanto del sector público como del privado, incluyendo policías y militares;
e) asumir el gobierno, con rigor social, los costos de la inflación provocada por el aumento proclamado sin las debidas previsiones arriba indicadas; d) diferenciar entre grandes empresas o grupos corporativos productores de mercancías y una pequeña o pequeñísima empresa rural o urbana.
Estas previsiones anticipatorias se basan en los efectos que históricamente arrastra el incremento de salarios en la Rep. Dom., las estadísticas revelan que todos los costes, los empresarios, por lo general, lo traspasan al valor del producto o servicio ofrecido, afectando directamente al consumidor final, que es el mismo trabajador.
Como se observa, el tan cacareado aumento de salarios, parece más una escaramuza política, que busca embaucar a una población incauta, imposibilitada de advertir que la están matando a cuenta gotas, con un aumento salarial que no guarda proporción alguna con la desmesurada inflación intencionalmente dejada deslizar en su contra.
Esto se agravaría por la posibilidad latente de que esas gotas inflacionarias se conviertan en copiosas lluvias que, en principio, en el tejado de zinc y cartón de los indefensos, sus sonidos le relajarían y les dormirían, sin percatarse que esas mismas lluvias, en un pueblo a todas luces desprotegido y traicionado, se han de transformar, a la postre, ¡en la más inclemente de las torturas!
JPM