¿Es posible la regeneración de la República Dominicana?

Tú sabes cuántas veces con tu dolor aciago 
lloré tu desventura, lloré tu destrucción, 

Así cual de sus muros la ruina y el estrago 

Lloraron   otro tiempo las hijas de Sión.

Salome Ureña de Henríquez

 

 

Cuando parecía que España había caído en una insondable decadencia, surgió  de una pléyade de sus mejores cabezas un grupo de hombres y mujeres que centraron todo su esfuerzo en la regeneración del país entre los siglo XIX y XX. Es decir, una renovación de todo el mando social que contrarrestó los males que trituraban a toda la sociedad.

El objetivo de los regeneracionista era particularmente combatir la corrupción, introducir la libertad de conciencia,  volver a las auténticas raíces del país y lograr convertir a los hombres y mujeres del  país en un factor de riqueza de toda la nación. En España fue representado por Joaquín Costa  (1846-1911), y tras ese esfuerzo se hallaban don Miguel de Unamuno (1864-1936), Ortega y Gasset(1883-1955), Ramiro de Maeztu (1873-1959) , Constancio Bernaldo de Quirós(1873-1959), una de las lumbreras del pensamiento jurídico español  que dejó su impronta  entre nosotros . Hay que incluir, además,  los esfuerzos educativos de Giner de los Ríos (1839-1915), de Gumersindo de Azcárate (1840-1917)  ¿Cuál era el proyecto de sociedad  que tenían  estos hombres?

Joaquín Costa decía que la regeneración habría que buscarla mediante el advenimiento de un cirujano de hierro, que modernizara la vida del país y que, posteriormente, le diera paso a un régimen democrático, representativo y liberal.  Era tal la debilidad política  y la inestabilidad en que vivía esa sociedad que se llegó a considerar que sólo con un dictador que redimiera a toda la sociedad era posible regenerar a esa nación.   Empalma el proyecto de Costa con las preocupaciones que se han apoderado  de la vida dominicana en la última centuria.  Para los regeneracionistas españoles la desventura radicaban en 1) la falta de patriotismo; 2) desprecio por lo propio; 3) ausencia de un interés común; 4) falta de concepto de Independencia y 5) el menosprecio por la tradición.

Esas mismas ideas se hallaban presentes  en los hombres que vivieron a finales del siglo XIX en nuestro país. Capitaneados por la figura egregia  de  don Eugenio María de Hostos (1839-1903), el maestro por excelencia de los dominicanos; hubo, entre nosotros,  hombres y mujeres que asumieron esa misión.  Don Federico García Godoy (1857-1924), Francisco J, Peynado y Huntliger (1867-1933),  Francisco Moscoso Puello (1885-1959), Pedro Francisco Bonó (1826-1906), Américo Lugo (1870-1952), Guido Despradel y Batista (1909-1959).
En todos  ellos tenía primacía , entonces,  la idea de que la sociedad podía transformarse completamente  mediante la educación. Que bastaba un ejército de maestros para modificar de cabo a rabo toda la realidad nacional. En 1930, cuando nacían en el mundo todas las dictaduras, particularmente,  los dos grandes totalitarismos que dominaron copiosamente  en el siglo XX en  una gran porción del mundo. El nazismo en Alemania y el comunismo, en el Imperio ruso, nacido como la Unión Soviética. Se creía, no sólo en nuestro sino en las mayorías de las naciones del mundo, de que el cirujano de hierro iba a reformar a la sociedad según los criterios de esa regeneración.  En Alemania, la redención vendría por el predominio de la raza aria. Supremacía del caucásico indoeuropeo sobre  todas las etnias, tildadas de inferiores. Ese imperio racista fue vencido en 1945.  Su contraparte, la Unión Soviética s partió de la idea de que la clase trabajadora debería anular a la clase burguesa y  que con ello redimiría a toda la sociedad, imponiendo, posteriormente, la dictadura del proletariado.  Era ése el contexto  de mayor influjo en el mundo de entonces.

En 1930,  los hombres y mujeres que habían sido influidos por los ideales del señor Hostos, y los que habían sido seducidos por las ideas antiimperialistas del uruguayo José Enrique Rodó (1871-1911) quedaron fatalmente atrapados en la dictadura de Trujillo (1930-1961).  Se tropezaron con el temible cirujano de hierro del que hablaba Joaquín Costa (Oligarquía y caciquismo, pág. 109). Al influjo de estos hombres, y no a la supuesta clarividencia del dictador, habría que atribuirle los progresos logrados durante esa etapa de triste recordación. En esos treinta años se produjo la configuración definitiva del Estado dominicano.

  1. Se deslindó definitivamente la frontera dominicana con Haití;
  2. Se crearon los dispositivos de defensa del Estado dominicano ( Ejército, Fuerza Aérea, Marina de Guerra y cuerpo de inteligencia) ; un cuerpo diplomático y consular
  3. Creación de la moneda nacional en 1947, y parejamente del Banco de Reservas, del Banco Central y del Banco Agrícola, y las infraestructuras indispensables para el manejo del Estado;
  4. Creación de la dirección de los Impuestos Internos
  5. Creación en 1941 del voto femenino
  6. Promoción del patriotismo: culto en las efemérides a los padres de la patria, imposición del himno nacional
  7. Creación de la cédula nacional de identidad
  8. Creación del código de trabajo que sobrevivió cincuenta años después de aniquilada la dictadura.

De todo ese mundo no podía esperarse, sin embargo,  el advenimiento de instituciones democráticas. Además, no todos los opositores a la dictadura la habían combatido para implantar un régimen  democrático, de pluralidad de partidos, de libertad de asociación y expresión del pensamiento.  Inmediatamente fue decapitada la dictadura volvió aparecer, sin embargo,  el mismo impulso a la regeneración por la debilidad del poder judicial, por la ausencia de una verdadera representación de toda la sociedad,  en el  poder legislativo,  por el vacío de la sociedad en donde no  había una  tradición de prensa independiente y por las ideas vagas, nebulosas, sobre cómo llevar a cabo un régimen democrático.

Evolución de la sociedad  (1961-2016)

En los últimos cincuenta años, vivimos fundamentalmente en dos proyectos.   No nos hemos libertado de los experimentos y de los errores que nos han llevado a lamentables retrocesos.

  • Durante el período de la llamada Guerra Fría (1945-1989), la regeneración era imaginada como  el advenimiento de un régimen que sepultaría la desigualdad económica  e implantaría un gobierno socialista que sería una réplica de la revolución cubana por piezas o  En todo ese movimiento se veía estas ideas como un factor de modernización.  Era tal el descrédito de la democracia que, en algunos momentos, estuvo a punto de sucumbir.
  • En la actualidad,  ninguno  de los partidos que compiten por el manejo del Estado no lo hace en nombre de las sangrientas utopías del pasado, sino proclamándose como parte del sistema representativo y democrático.

Dos factores amenazan la existencia del proyecto en el cual vivimos los dominicanos.

  • El renacimiento  y la expansión  letal de la corrupción, la inseguridad,  el narcotráfico, el crimen organizado y, particularmente,  el secuestro de las instituciones.  Con un poder legislativo que sirve a los propósitos de una camarilla de partido, y no al país; con un poder judicial reducido a la servidumbre, al comprobarse que no existe el contrapesos de los demás poderes del Estado,  puede decirse que nos hallamos en una nación  sin Constitución.  Una sociedad sujetada a un despotismo partidario.
  • Las repercusiones del colapso del Estado haitiano desfiguran la conformación de nuestra sociedad. Desnacionalización del empleo, del territorio, de la cultura y de los registros civiles. La importación de los problemas haitianos a nuestro país desplomará todos los progresos que hemos logrado en los últimos cincuenta años. Si el país, no logra controlar su territorio, asediado por la mudanza del pueblo haitiano, el narcotráfico, el contrabando, el tráfico de armas y el trasiego de todas las enfermedades que se han ensañado con el país vecino; si, además, tampoco logra controlar a las poblaciones que desorganizan el mercado laboral y anulan todas las conquistas sociales, podremos concluir que entraremos en el caos y en la disgregación.

La estrategia inventada por la diplomacia haitiana, por las ONG  por y las agencias internacionales que mueven soterradamente    toda esta maniobra,  es  la fabricación del miedo. El miedo, dominante en los miembros del Gobierno, opera como un mecanismo de extorsión.  Según esto, no podemos ejercer nuestra autodeterminación  y nuestra soberanía, porque al hacerlo estaríamos quebrantando los derechos humanos de los ciudadanos de otro país. Se trata de una de las mayores estafas intelectuales. La incompetencia, la falta de patriotismo, la cobardía, la deslealtad al pueblo dominicano que sería el gran perdedor en toda esta siniestra operación quedan expuestas a las claras. El miedo se presenta, en primerísimo lugar,  como la probabilidad de que una condena internacional se produzca  por la aplicación de nuestras leyes. Que tal circunstancia  conllevaría parejamente con el hundimiento del turismo dominicano. En segundo lugar, como una suspensión concertada de todas nuestras exportaciones.  Los peones económicos que apoyan esta estrategia proclaman que si aplicamos la ley de migración,  perderíamos al segundo socio comercial de la República Dominicana. Chantaje, turbación, incertidumbre, ansiedad. La descomposición ha penetrado plenamente. Se plantea, según la Ley 169/14 que los hijos de haitianos son dominicanos, y se pretende que se hace para cumplir con los derechos humanos. ¿Es, realmente, un derecho humano privar a los hijos de la nacionalidad de sus padres?, la importación  del desorden haitiano liquidaría la foresta, la sanidad, la paz social y anularía el sentido de pertenencia de los dominicanos.  , el pueblo dominicano perdería definitivamente su Independencia.

Conjuntamente con estos factores adversos, nos hallamos con un mando político que ha llegado al poder, para, desde el poder echar abajo la Constitución y las leyes. Así, el flamante Ministro de lo Interior descalifico como racistas a los dominicanos que le reclamaron que le reclamaron que prolongar la cobertura temporal del Plan de Regularización  constituía una violación de la ley que se hallaba circunscrita a un lindero temporal,  respondió tildándolos de racistas.  A esta descalificación del país  fue redoblada por la Corte Interamericana de los derechos humanos que le imputó al país la existencia de un racismo estructural. El Ministro de Deportes , Fernández Mirabal, se propone desarrollar un ministerio transnacional, colocó sine die todas las instalaciones deportivas al servicio de los haitianos y le ha traspasado al Estado dominicano obligaciones extra nacionales que han mellado a esos servicios a los propios dominicanos.

¿Desde cuándo el destino de un Estado puede  decidirse en negociaciones secretas, a puertas cerradas,, sin que  el pueblo, auténtico soberano, tenga  poder de veto sobre circunstancias que cambiarían brutalmente su destino como nación? Se llega a la conclusión desoladora de que esta nación no podrá salvarse apoyándose en políticos sin ideales, sin criterio nacional, sin amor por su identidad y por su historia.

Si la lucha contra la corrupción, contra el narcotráfico, el crimen organizado, la inseguridad ya no forma parte de las exigencias de regeneración politica  ; si la batalla por  la defensa de los empleos,  de su frontera, de su territorio, de  las conquistas sociales reciben en las urnas la más aplastante derrota electoral, si todas las ilusiones se han desvanecido,  en nombre de qué  ideales se justifica hoy la actividad política.

En  1899,   Américo Lugo escribió esta reflexión sobre el pueblo dominicano:

Impulsado siempre por el azote o el engaño, semeja, mirado en la historia, uno de esos seres degenerados que la abstinencia de las necesidades morales lleva a la locura, en cuya frente no resplandecen ideales, en cuyo pecho yacen , secas y marchitas, las virtudes; estatua semoviente que no recuerda nunca la de Amnon. Pero semejar no es ser: el pueblo dominicano no es degenerado, porque, si bien incapaz de la persistencia en las virtudes, tira fuertemente hacia ellas; porque aunque falto de vigor y vuelo intelectuales, tiene todavía talento y fuerzas para ponerse de pie y dominar el gran espacio de la bóveda celeste; porque aún postrado y miserable, está subiendo, peregrino doliente, el  monte sagrado donde el águila de la civilización forma su nido.

 

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