OPINION: El reino de la mentira
El mito de los progresistas y conservadores
Una de las maniobras llevadas a cabo por los adversarios de la nación consiste en caricaturizar a los defensores de la patria. Criticar a un autor sin decir ni una palabra de lo que ha dicho y atribuyéndole cosas que no ha dicho. Y sobre ese montaje de realidades inventadas, maltratarlos y humillarlos. Según esto, se han inventado un escenario entre dos corrientes.
- Una “ progresista” nombre con el cual se identifican los partidarios de la desnacionalización del trabajo; los que promueven el desplazamiento de la población haitiana a nuestro país.. Esos progresistas se opusieron a la Sentencia TC168/13, apoyaron el decreto 327/13 que prohibía las deportaciones de los ilegales ; sirvieron de testigos en contra del país ante la Corte Interamericana de los Derechos Humanos. En la trastienda de esta clasificación, nos topamos con una mentira monumental. La palabra progreso ha perdido su sentido. Ha dejado de significar para los dominicanos prosperidad y bienestar. Se halla asociada a comportamientos contraproducentes, a ideas descabelladas. Pues se alcanza el progreso importando miseria del país más pobre del continente, vaya paradoja . ¿ Puede hablarse de progreso, cuando el país se somete a una política que sólo beneficia el interés del intervencionismo extranjero, se olvida de la soberanía, de la Constitución dominicana¿? Para imponer sus puntos de vistas los partidarios de ese supuesto progreso recurren a la amenaza, a la intimación internacional y al chantaje.
- Los que se han inventado ese teatro, han definido como su enemigo, a una corriente conservadora. Palabra impregnada en su lenguaje de todos los descréditos. ¿Quiénes son esos conservadores? Aquellos que defienden los empleos de los dominicanos; los que llaman a defender al país de despliegue de ataques desarrollado por Haití en todos los foros internacionales. Los que quieren conservar la independencia y la soberanía de la Republica Dominicana. Y, naturalmente, aquellos que proclaman la necesidad de una verdadera frontera física, concretada en un muro, que impide la devastación de la capa boscosa y la desaparición de la viabilidad de nuestro territorio; una frontera jurídica que preserve la cohesión y la capacidad de autodeterminación del pueblo dominicano y una frontera cultural y social, que salvaguarde nuestra identidad nacional y el sentido inicial como nación independiente.
Entre esas dos corrientes rivales, se han fraguado dos proyectos de sociedad cabalmente opuestos. Es menester que ambas se despojen del ropaje con que las ha cubierto la traición. No hay batalla entre progresistas y conservadores. La necesidad del país han echado a un lado a los expertos desconectado de la realidad. Las fuerzas que se hallan enfrentadas son las que defienden el Estado nación que constituye la plataforma del pueblo dominicano, el espacio mental de los dominicanos, y aquellos que, con mentiras y falsas redenciones, quieren deshacer nuestra vida nacional. Es decir, que la batalla es entre los patriotas y los antipatriotas, entre partidarios de la nación y los que promueven un Estado post nacional.
¿Cuál es la actitud del mando político ante el mayor desafío que ha tenido el Estado dominicano desde su independencia?
Nos hallamos con un Gobierno sin rumbo político. Sin proyecto. Sin apego a la identidad nacional. Se gobierna pensando en complacer al poder extranjero. Esta actitud es lo que explica las estrambóticas noticias que aparecen en el portal de la Presidencia, donde se promueve la inmigración haitiana, mostrando que el extranjero haitiano resulta más atractivo que nuestros humildes trabajadores. Con esa actitud traidora se crea un efecto llamada. ¿Puede considerarse que sea la función del Gobierno promover el empleo para extranjeros, y olvidarse de los nacionales? Allí en el portal pueden leerse los mensajes dirigidos por la presidencia a los haitianos: “ No te quedes atrás” “ El gobierno me ha hecho gente” y otras lindezas . La suplantación de la mano de obra dominicana se presenta como un progreso; el menosprecio por nosotros mismos resulta una virtud. Es un progreso fundado en nuestra destrucción y en el abandono de todas nuestras conquistas sociales. Es un engaño escandaloso. Los que practican la exclusión del pueblo dominicano fomentando la colonización extranjera creen tener una superioridad moral; en nombre del bien creen necesario hacerle daño a nuestro país.
Los que promueven este estado de cosas le han declarado la guerra a la soberanía nacional. Un ejemplo grandilocuente es la decisión última del Consejo Nacional de la Seguridad Social. En una disposición absolutamente insólita, decidió incluir a los 288.466 ciudadanos haitianos a los que se otorgó residencia legal por dos años, tras la conclusión del plan de regularización, en el Seguro Familiar de Salud (SFS), en lugar de atenerse a lo que dispone la Ley 18-96 para trabajadores extranjeros. ¿Adónde nos va a llevar esta mala decisión? Veamos cuáles serán las consecuencias inmediatas.
- Esto hará que se vuelva inviable e incosteable la seguridad social dominicana, y provocará, finalmente, el hundimiento del sistema. El Ministerio de Salud Pública ha revelado que, en actualidad, se gastan más de 5000 millones de pesos en atenciones y medicinas a las parturientas haitianas que penetran a nuestros hospitales. La mayoría de los centros de salud del régimen subsidiado se hallan absolutamente reventados. De un plumazo, el Consejo Nacional de la Seguridad Social (CNSS) ha decidido volver más precarios todos los servicios de salud; convertirnos en importadores de enfermos del país más insalubre del continente.
- Esta disposición se transformará en un efecto llamada, para los millones de haitianos enfermos, que no cuentan en su país ni con tratamiento médico ni con medicinas para hacerle frente a su tragedia en su país. Así las cosas, se ha decidido importar el desastre sanitario de Haití a nuestro país, y ni siquiera nos hemos enterado.
- Ningún Gobierno puede tomar una decisión tan importante, seducido por la emoción, por la demagogia, por el cálculo inmediato, sin tomar en cuenta que, tras la misma, anulaba las conquistas sociales del pueblo dominicano. Con estos actos irresponsables, el Gobierno pretende darle lecciones de humanidad a los que defienden los derechos de los dominicanos. Es verdad que esa decisión se funda en buenos sentimientos, tras los cuales se asienta el proyecto diabólico de nuestra desintegración como Estado. La primera tarea de ese grupo es culpar a los dominicanos de los problemas que padece Haití. Se emplea su miseria bíblica, sus muertos, sus huérfanos, sus enjambres de enfermos, para presentarlos ante el mundo como el resultado de la política dominicana. El sufrimiento, la muerte, el caos se utilizan con el objetivo de obligarnos a aceptar la destrucción de nuestro país.
¿Qué clase de “progresistas” son estos? Que convierten al Estado dominicano en un vasallo de las ONG, que se arrodillan ante los organismos internacionales, que no defiende nuestras conquistas sociales, que le transfieren, en un acto verdaderamente criminal, los gigantescos problemas haitianos al pueblo dominicano.
De todas las mentiras, la que se halla en la base del chantaje haitiano, es aquella que nos presenta a Haití como el principal socio comercial de la República Dominicana. Según esto, en el intercambio comercial entre los dos países, Haití sólo nos vende unos 200 millones de dólares, y la República Dominicana lleva un balance positivo, pues sus exportaciones podrían alcanzar entre los 800 o quizá los 1000 millones de dólares. Esa relación no debería implicar que la nación dominicana deba canjear la soberanía por estos negocios. Hay otros países a los cuales la República Dominicana le compran más de 1200 millones de dólares, entre estos España y Francia, por ejemplo, y apenas les vendemos unos 300 millones, y ello no implica que Francia o España deban destruir sus fronteras con la República Dominicana. Tampoco ese déficit nos autoriza a chantajear a los Gobiernos franceses o españoles y a desacreditarlos si no desmantelan su soberanía con relación a nosotros , ni que sometamos a esos países a vedas y a extorsiones y descréditos continuos para emplear esa supuesta ventaja, como instrumento para llevarlos a una servidumbre intolerable.
Según ese lema, el vendedor debe humillarse ante el comprador. Se parte del principio que el cliente tiene derecho a humillarnos, a escupirnos, a quemar nuestra bandera, a pedir que nos intervenga internacionalmente, y que para que nos se deshagan ciertos negocios, resulta indispensable soportar todas sus insolencias.
En ese lenguaje falso e inflado, se dice socio. Un socio que contra todas las conveniencias puede anular y llevar a la ruina en cualquier momento y por cualquier quítame esta paja, a su proveedor. Haití no es socio de la Republica Dominicana. Según la encuesta de la OMLAB, del Ministerio de Trabajo, los haitianos que han colonizado la República Dominicana que trabajan en la agricultura y en la construcción exportan en remesas más de 1000 millones de dólares anualmente a su país, y ni siquiera le hemos colocado impuesto a esa sangría financiera, ¿dónde están las supuestas ventajas, y las maravillas de todos esos discursos mentirosos, que imaginan una prosperidad vendiéndole al país más pobre del continente?
Durante los treinta y un año de la dictadura de Trujillo, y aun posteriormente en los primeros gobiernos de Balaguer, ese comercio era de muy poca monta , y el país sobrevivió, sin caer en el atolladero ni en el abismo que le han inventado los que promueven ese comercio.
. ¿Por qué debemos aceptar como una fatalidad que el Gobierno, arropado en un poder que le ha delegado el pueblo, decida desorganizar el mercado de trabajo; demoler los salarios; destruir las conquistas sociales; anular la cohesión social; y aceptar, que todas estas fuerzas confabuladas, echen sobre el país acusaciones, sentimientos de culpa, cuyo objetivo es derrotar psicológicamente a toda la nación?
La idealización de la inmigración haitiana que han llevado a cabo la prensa y los que apoyan esta circunstancia ha escondido las magnitudes del desafío que tenemos por delante. La población ilegal en Estados Unidos alcanza unos 12% millones de personas, lo que representa un 3% de su población, en un vastísimo territorio que tiene apenas 34h/km2. Sin embargo, esa circunstancia los ha llevado a construir más de 1500 kilómetros de muro fronterizo, y emplear todos sus inmensos recursos para contrarrestar la inmigración ilegal. En Francia, donde se han disparado todas las alarmas, la población inmigrante extra europea alcanza 5,1 millones de personas y representa un 8%, procedentes de una treintena de nacionalidades. El caso dominicano, colocado en el celemín de todas las valoraciones, nos pone delante del mayor desafío del mundo. Según la encuesta ONE, hay más de 15 provincias donde la población extranjera rebasa el 15%, y nos enfrentamos a un contingente que, globalmente, supera el 20% de la población. En una isla densamente poblada, Haití tiene más de 360h/km2 y la República Dominicana supera los 198h/km2. Todos los progresos que hemos logrado en los últimos cincuenta podrían volverse cenizas, y caer brutalmente hacia el abismo de todas sus tragedias. Son esos los trabajos de Hércules del patriotismo dominicano.