Desorden en el hospital Darío Contreras
Siempre que transitaba por el frente bajando de este u oeste o viceversa, no puedo dejar de mirar al Hospital Darío Contreras. Se ve imponente la remodelación.
La noticia de su inauguración hace unas semanas se difundió por todo lo alto y uno empezaba a sentir la sensación que deja salir un “¡carajo por fin se condolieron del pobre hospital!”
La visión de afuera queda chiquita, enana, empequeñecida, cuando entramos a sus instalaciones: muebles por doquier, pasillos ambientados con un toque de modernidad, naturaleza, ríos, aves ambiente campestre, en fin motivos hermosos.
La tecnología está presente desde los pisos al techo incluyendo las paredes, es una visión utópica de posmodernidad hecha realidad. Así se ve el hospital Darío Contreras; como un sueño, pero no sé si le ha tocado un tipo de sueño en donde todo anda bien y de repente un elemento extraño se introduce en el sueño y lo que era una comedia hermosa que daba risas y gozos, termina en una tragedia de lagrima y tristeza en la que uno se despierta llorando.
Sí, eso está pasando en el hospital Darío Contreras. Y quiero advertir que estoy hablando literalmente cuando les cuento:
El pasado miércoles en horas de la tarde me contactan por teléfono y me hacen saber que mi padre un anciano que cuenta en su existencia con ochenta y cinco años; había sufrido un caída y no se podía levantar del piso.
Llamaron al nueve uno, uno (911) y estos llegaron raudos y veloces, recogieron al desde entonces paciente y lo llevaron al hospital Darío Contreras. Estos los del 911, hicieron su trabajo quizás mejor de lo que se esperaba. Sobrepasaron las expectativas y nadie insinuó que no había gasolina o que se debía pagar algo, ¡Esta gente se ganó un cien!
Señores, en donde pasó de marrón a oscuro el asunto, fue en el Hospital Darío Contreras. Allí mi atribulado padre pasó y con él mis familiares, desde tempranas horas de la tarde hasta las cuatro de la madrugada. Les advertí que estoy hablando literalmente, nada de exageraciones ni uso de figuras, entonces crean que fue hasta las cuatro de la mañana, pero no vayan ustedes a pensar que recibiendo atenciones, no…, y Dios sabe que no miento, pasó todas estas horas por los siguientes acontecimientos:
Uno: la máquina de rayos X, que es muy moderna por cierto, no estaba en uso en el hospital, porque según la explicación llana dada allí, estaba dañada. En consecuencia, estaban mandando a los pacientes hacia centros médicos privados, a ver si conseguían que le hagan las placas.
Realmente no era que estaba dañada, sino que, aparentemente se desconfigura. Es una computadora moderna y el personal que la maneja da señales de no tener la técnica o los entrenamientos necesarios y pertinentes para su manejo.
Dos: Cuando se decide, después de horas esperando, llevar al paciente a un centro médico privado a realizarle la radiografía, entonces resulta que no hay ambulancia. Corrijo sólo hay una, según me explicó la encargada de esa sección o departamento; no sé cómo llamarle. Una sola ambulancia que en adición es vieja, y ya estaba haciendo otros servicios.
Tres: Cuando se descubre después de horas, que la ambulancia llegó, se contacta a quien tiene que ver con eso y dice que ya el chofer se había marchado a su casa porque sólo hay uno y éste se ha pasado todo el día “rututiando” y como ser humano que es, necesita descansar.
En mi desesperación me brindo personalmente para manejar la ambulancia y ella me pregunto que si me previa, dije que por supuesto ya que había que resolver.
No obstante, llamé a un amigo, quien a su vez, contactó a otra persona y me contactaron desde el Ministerio de Salud asegurándome con mucha amabilidad y prontitud, que me iban a resolver ese problema acudiendo a una unidad del 911, que no brinda este tipo de servicios, o sea traslado de un hospital a otro, pero que harían la excepción.
Mientras espero el resultado de las diligencias, a un médico se le ocurrió “una idea salomónica”: ingresar al Don sin radiografías. Total la experiencia clínica le decía que tenía la cadera fracturada y que al día siguiente cuando arreglen el aparato de radiografía se la harían estas.
Ya vamos rumbo a las diez de la noche. Un médico que parece que tiene funciones administrativas allí, se conduele, llama al técnico y le dice que vaya al hospital a echarle una manita con el aparto.
Dos horas después se corre la noticia de que el aparato está en funcionamiento pero ahí no termina la tragedia…
Tres: No aparece un camillero, para llevarlo al lugar del estudio, horas van y horas vienen y el señor no aparece, alguien me informa que éste está en la acera de al frente del hospital, me traslado allí y lo encuentro tomándose un vaso de té. Le imploro casi de rodillas que por amor a Dios y conmiseración de su prójimo me traslade “al viejo”, hasta la sala de estudio en donde se le practicará la radiografía.
Lo conduzco ‘’secuestrado” porque en el camino, pacientes, médicos y enfermeras esperan por él, hace una o dos diligencias, urgentes con la promesa que luego volverá por mi paciente. Lo que cumplió una hora más tarde.
Cuando llegamos a la sala donde se le practicaría el estudio, la radióloga (no sé si será el término), tiene sonando a todo volumen una bachata mientras intenta ajustar las coordenadas que hagan funcionar el aparato. Exige que se busque una autorización especial para poder hacer la radiografía. “La hoja grande», decía.
Mi hermana que me acompañaba no aguantó más y empezó a ponerse los guantes de pelea, interviniendo yo para calmarla, mientras preguntaba dónde dirigirme en consecuencia. El camillero como voluntario componedor se brinda, toma la hoja que se llevó y él mismo fue a buscar la reclamada autorización.
Mi infeliz padre ya no aguantó más y expulsó en pleno centro de estudio todo lo que su estómago tenía.
Por fin…, le hicieron la radiografía y creí que mi odisea había terminado, bajamos nuevamente a la sala de emergencias donde esperamos por un rato que le subieran a sala de internado. Mi hermana me sugiere que como yo tenía que acudir al trabajo temprano, me marchara, lo que hice casi a la una de la madrugada.
Ella se queda esperando que le lleven a la habitación y su esperanza se concretizó a las cuatro de la mañana.
Me despierto temprano, pero no llamo a mi hermana a esa hora, pensando que dada las vicisitudes con saldo desfavorable del día anterior a esa hora estaría recostando la cabeza, pero cuando decido llamarla me informa que en la habitación no existe un mueble para la compañía, sólo la cama del paciente, parece que así lo exigen las nuevas terapias de recuperación. ¡Digo yoo! Pero mi estropeada hermana tuvo que amanecer cuidando “al viejo”, de pie en la habitación.
¡Ah, se me olvidaba algo! No aparece un recipiente para que el que no pueda moverse haga pipi, se orine o como se le quiera llamar y en consecuencia el hombre no tuvo más remedio que mear desde la cama al piso frente a todo el mundo, lo que va contra la más absoluta dignidad humana.
Hoy (cuando estoy escribiendo esto), me llamó mi hermana por teléfono y me dice que a nuestro padre lo operan el día siguiente, pero que necesito buscar una pinta de 500cc de sangre hago las diligencia y aparece un donante en la familia.
No sé qué pasará mañana, pero hoy sucedió un hecho insólito, que le cuento para ya despedirme porque esto es la de nunca acabar.
Llego a la habitación y encuentro una enfermera haciendo su trabajo en la cama del viejo (su trabajo de enfermera aclaro), y me dice que el suero no drena porque el soporte estaba muy bajo, dice que esta lento pero que ya hizo algo para que baje. Realmente no lo veo drenar pero ella asegura que lo está haciendo y yo debo creerle.
Salgo de la habitación a un pasillo por unos quince minutos, busco un conector eléctrico que tenga electricidad (la mayoría están sin energía) pongo a cargar mi celular pero algo en mi interior me dice que le vaya a “darle una vuelta a mi viejo”. Señores, el suero que no bajaba, de repente fue transfundido en su totalidad en más o menos quince minutos.
Corro a la estación de enfermería lo comunico a dos médicos y no pasa nada. Aparece una enfermera que me acompaña, observa la situación, lo cierra y lo deja al paciente. Llega mi hermana “se pone los guantes y a pelear nuevamente con la enfermera”.
Pasa el día y la noche mi hermana decide quedarse otra vez para una noche de calamidades. Yo estoy en casa y a la hora que escribo esto el reloj marca las tres y veinticinco de la mañana.
Una queja generalizada es el asunto de “las comidas”. No dan comida, solo un té o “un agua rara como dijo alguien de los familiares de los internos que salen de la habitación para airear su impotencia” o dos secos y tristes pedacitos de plátanos hervidos o en su defecto guineíto, en compañía de una finísima ruedita de salami corriente.! Por Dios, así noooooooooooo!
Señores autoridades del Ministerio de Salud, si alguno está leyendo esto, le grito, le imploro, le ruego por el amor de Dios y conmiseración de su prójimo, vayan a ver qué está pasando en el Hospital Darío Contreras, el nuevo y moderno Hospital, y por el amor de ese Dios, no dejen que un hospital modelo como está llamado a convertirse, pase a “ruinas nuevas” a la que se le apode la casa del horror.
Recuerden que no hay mayor asesino de una buena publicidad que un mal servicio. Ah… finalmente, de los pasillos decorados con pájaros, retiren la imagen del buitre, tengan en cuenta que es carroñero y persigue a los moribundos y se alimenta de cadáveres.
jpm