Omar Lovelace: carisma desbordado, calidad perenne

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Omar Lovelace

El fin de semana recién pasado, y ante la insistencia de varios amigos, decidí acudir al Bar Salón De Los Espejos Palacio de Bellas Artes. La oferta era un joven cantante que estaría en el lugar por primera vez. La última ocasión en que fui a disfrutar de un espectáculo allí, la cantante (inmensa por demás) era Diomary La Mala, que realmente es muy buena.

EL AUTOR es escritor y director teatral. Reside en Santo Domingo.
EL AUTOR es escritor y director teatral. Reside en Santo Domingo.

Antes había disfrutado de una noche informal con El Cigala. Confieso que asistí más por el compromiso emocional con personas a quienes aprecio, que por verdadero interés en un cantante del que tenía muy pocas referencias; aunque estás, ciertamente, eran buenas. Al entrar me topé, como siempre, con mi camarada Alexis Casado. Nos saludamos con el ritual de costumbre: entonando unas notas de «A diario» (del compositor y cantante Amaury Pérez) que nos regresa a muchas nostalgia y ciertas complicidades. Localizo a mis amigos y me abro paso con satisfactoria dificultad.

¡El bar estaba repleto! —Parece que el Omar Lovelace este (el cantante invitado) tiene poder de convocatoria— me dije. Observé a la gente. Suelo hacer eso. Se trataba de una mezcla interesante. Mitad señora, señores y señorotas; mitad pareja de jóvenes. Obviamente todos y todas conocían mucho mejor que yo a Omar, porque esperaban su entrada casi con delirio. Los espectadores comienzan a inquietarse. Con palmas y voces solicitan que empiece el show.

Varios músicos, a quienes desde luego conozco y admiro, hacen una discreta entrada. Se preparan. Primeros acordes. Finalmente aparece el socilitado Omar Lovelace. Lo observo y analizo antes de que abra la boca. Es un joven muy guapo, bien y juvenilmente vestido, con uno de esos cortes modernos de pelo (casi «pelá caliente»); empero, con ciertos elegantes ademanes y dulzura.

El público delira. Él no luce sorprendido ni abrumado con el recibimiento. Lo esperaba. Desde los primeros versos interpretados se produce ese instante mágico que el artista desea siempre tener con los espectadores. Este mismo escritor y artista se olvida que lo es y también se inclina reverente ante el arte que Omar nos sirve con absoluta calidad. Cuando tiene algo que decir, los buenos modales y humildad sobresalen. Definitivamente, noto enseguida, este Omar es un embaucador emocional. Hace un gesto con la mano derecha, con su cuerpo da un golpe como de tango, entona con un ángel y el público lo aplaude hasta rabiar. No pude evitar gritar durante varios momentos estelares de la noche… ¡Bravo!

Amigos… ¡qué tremendo, afinado, entonado, cultivado y efectivo cantante estaba frente a mí aquella noche!
Alexis, igual que todos ampliamente complacido, interrumpe el show para preguntar a Omar si él quiere estar cantando en el bar cada semana o cada mes. El siempre discreto y comedido Omar, prefiere que sea cada mes. Los espectadores gritan que lo quisieran allí todos los días.

Repertorio bien elegido. Equilibrado. Hermosa voz en un muy joven cantante que sabe muy bien cómo utilizar la coquetería. Carisma desbordado. Calidad perenne. Eso resume mi noche en el bar de los Espejos. ¡El buen Arte me fue servido! Por supuesto que el Arte llegó acompañado por más de dos copas de vino… aunque a la noche no se le fue totalmente la mano.

Espero ahora que se cumpla el mes para volver a disfrutar de Omar Lovelace en el bar de los espejos y de mi amigo Alexis. Aplaudo desde ya.

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