Obispos dicen que Haití está enfermo y Jovenel Moïse se enfada

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PUERTO PRINCIPE.- En Haití se suele celebrar el 27 de junio –día de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro—con una Misa en el estadio Sylvio Cator de Puerto Príncipe. Y luego, una recepción en Palacio Nacional. La tradición ha durado, desde la consagración como patrona de Haití a esta advocación mariana. Hasta este mes de junio de 2018.

Cómo llegó a Haití

Teniendo esta advocación mariana como patrona de su Congregación, los padres Redentoristas la llevaron a sus misiones en Haití. Allí se le edificó un santuario en Béle-Aire, cerca de Puerto Príncipe.

En 1883 una terrible epidemia de viruela azotaba al país. Los devotos acudieron a la Virgen del Perpetuo Socorro y le hicieron una novena. La epidemia cesó milagrosamente y se decidió nombrarla patrona del país.

En 1993 se celebró con gran regocijo el centenario del milagro y del nombramiento de la Virgen como patrona. El Papa Juan Pablo II visitó Haití para esta celebración y puso al país bajo el amparo de la Virgen del Perpetuo Socorro.

La Misa y la homilía

Entre los asistentes a la Misa se encontraba el presidente de la República, Jovenel Moses. Durante la homilía, el presidente de la Conferencia Episcopal de Haití (CEH), Launay Saturné, obispo de Jacmel, destacó que el país está profundamente enfermo.

“Si desde 1978 la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado que la enfermedad de la viruela ha sido erradicada en todo el mundo, pero Haití tiene otras formas de viruela que la destruyen”, dijo el obispo Saturné.

Y más adelante, agregó: “Las formas de la viruela afectan a muchas áreas, incluida la justicia. Las personas que han tenido que responder a la justicia por sus acciones están circulando en las calles sin preocupaciones. Pero lo que es peor, las personas tras las rejas que son liberadas después de una simple llamada telefónica. En cualquier caso, puede generar un clima de inseguridad en el país “, dijo el presidente de la CEH.

Algunas cifras para documentar la injusticia

En Haití, 56 por ciento de la población vive en la pobreza extrema, con menos de un euro diario (1,3 dólares); 76 por ciento no llega a los dos euros (2,7 dólares), en el que se pone el límite de la pobreza relativa.

Algo más: son siete millones de pobres en un país con diez millones de habitantes en el que 60 por ciento de la población no tiene garantizado el trabajo, y donde gran parte de los hogares carece de letrinas y de acceso a agua corriente.

Haití sigue siendo el país con mayor desigualdad de ingresos en el continente americano, y uno de los países más desiguales del mundo. El veinte por ciento más rico de los hogares posee 64 por ciento de los ingresos totales en el país y el 20 por ciento más pobre tiene solo uno por ciento del ingreso.

Trabajar y orar

En su homilía, el obispo Saturné invitó al pueblo de Dios a orar para que la vida en Haití no sea un desastre. “Debemos darnos cuenta de que el país no puede permanecer en este estado”, dijo, señalando la corrupción, la inseguridad, la injusticia, el desempleo como otros males que arruinan a Haití.

El presidente de la CEH también reconoció que se están haciendo esfuerzos para mejorar las condiciones de vida de la población, y concluyó: “Les pido que agradezcan a Dios y oremos para que las condiciones de vida mejoren en beneficio de todos los haitianos”.

Finalmente pidió “orar mientras trabajamos y trabajar con una actitud de oración: esto es lo que pido que permanezca como mensaje de esta celebración”.

Los obispos no fueron recibidos

Según la costumbre, al final de la celebración eucarística tomó la palabra el Jefe de Estado, Jovenel Moïse quien subrayó que “no se puede construir un país con mentiras, con información falsa, rumores, odio, violencia e hipocresía, según dice el Evangelio”.

Desde luego, a Moïse no le gustó la alusión de las viruelas que afectan la realidad de Haití. Algunos sacerdotes haitianos, según la Agencia Fides, comentaron en redes sociales: “Está claro que al Sr. Jovenel Moïse no le ha gustado la lectura que hacemos de la situación en el país”.

Y esto fue claro al negársele la entrada a los obispos en el Palacio Nacional para repetir el acto de consagración de Haití a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, como sucedió y para impartir la bendición con el ícono de la Virgen María.

Ciertamente, este alejamiento no presagia nada bueno en la difícil relación de la Iglesia con el gobierno de Moïse. Ni para la vida en Haití. Todo por una homilía que inconformó al poder.

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