Nuevo orden cultural
Por: JHONATHAN PÌCHARDO
Los fines de semana de febrero y marzo son caracterizados por los carnavales que se organizan tradicionalmente en diferentes parte de la República Dominicana, iniciando con el miércoles de ceniza de las cuaresma. La finalidad de dichas celebraciones consiste en combinar algunos elementos como disfraces, desfiles, y fiestas en las calles, dependiendo el nivel cultural de la región, la sociedad civil organizadora y de la clase política.
En nuestro país, la celebración tradicional del carnaval se encuentra revuelta con la conmemoración de la Independencia Nacional. Mezclando los días de honores patrios con la perversidad y el descontrol perjudicial que se escenifican en algunos grupos carnavalescos.
Simultáneamente, la sociedad permisiva que promueve y practica cada vez menos los códigos morales, no ha existido solo en la actualidad. Se remontan a tiempos históricos desde la colonización. Según algunos historiadores, dichas fiestas se suscitan a orígenes paganos, similares a las que se realizaban en honor a Baco, las saturnales y Las antiguas Sumeria y Egipto, hace más de 5,000 años, —del mismo modo— con celebraciones similares en la época del Imperio Romano, desde donde se difundió la costumbre por Europa, siendo traída a América por los navegantes españoles y portugueses que nos colonizaron. Con la llegada de Cristóbal Colón, llegó a la isla una nueva cultura diferente a la que existía en los tiempos de los tainos.
Desde el punto de vista actual, las tradiciones populares folclóricas han evolucionado bastante en los últimos años. Es escaso en el carnaval, presenciar desfiles de carrozas, comparsas formadas por grupos vestidos con un mismo estilo original de su región, la cual tiende caracteriza su historia. Un ejemplo de ello son los famosos papeluses y platanuses de Sánchez Ramírez, los cuales han perdido sus valores como parte de las tradiciones de dicha localidad.
Definitivamente, las transformaciones en las costumbres han dado paso a posiciones creadas por una hegemonía que ha ejercido una nueva clase de dirigentes. Dicho grupo, dedica un mayor interés por la producción de lo económico, constituyendo la cultural en una estructura sindical al servicio de propósitos empresariales.
Por otra parte, la gran transformación de los espacios donde por costumbre se relacionaban sanamente los ciudadanos son convertidos en centros privados, denominadas popularmente cuevas de grupos carnavalescos. Así, en palabras del filósofo, teórico marxista, político y periodista italiano, Antoni Gramsci: «las relaciones de producción se da a través del desarrollo de una nueva cultura, que forman los agentes de la transformación económica y a la vez debe significar una revolución ideológica que antes y después del ascenso (…) debe conformar una nueva sociedad civil…». En pocas palabras, se constituye en organizadora de las tradiciones que conformaran el nuevo orden cultural dominante. De manera semejante, se blinda de una nueva subcultura cerrada, la cual define: lo culto y lo inculto, el rebaño y la manada, si es que alguien desea pertenecer a ella.
De igual modo, existe complicidad con la clase política, a la cual le toca el papel del ‘dominio directo’ en el Estado y el gobierno. Esta asegura legalmente la disciplina de aquellos grupos de la población que no están de acuerdo con este tipo de manifestaciones culturales, además que no prestan su aprobación. La clase política garantiza la hegemonía a través de sus medios de opresión: alienación y enajenación evolutiva.
De tal manera, las masas de los grupos no son consientes de su situación y de la naturaleza del sistema en el que viven. Que a dando lugar, a una superestructura que está compuesta por la sociedad civil y la clase política, establecida mediante sus métodos coercitivos ya explicados.
En definitiva para poder apreciar un nuevo orden cultural, escribe el filósofo italiano, es necesaria la disciplina y organización del interior personal, procurando atreves del conocimiento comprender el valor histórico que se tiene en la sociedad, su función en la vida, deberes y derechos. Esto no ocurre de forma espontanea o evolutiva, sería algo ingenuo pensar semejante idea. La responsabilidad está en manos del intelectual, quien debe crear las condiciones sociales para que tal proceso tenga lugar. Facilitando las herramientas necesarias.
JPM