Ninguno es igual
Todo el que me lee o que me ha tratado, sabe que he mantenido –por mucho tiempo- una postura crítica, rayana incluso en lo ácido e irreverente, respecto al sistema de partido con sus secuelas ontológicas: falta de democracia interna, perpetuidd jerárquica de sus cúpulas y el abandono ideológico-doctrinario.
Todo ello, con énfasis en mi propio partido (el PLD). Y esa postura crítica pública, por supuesto, me ha traído también cierta fricción jerárquica –por cuestionar ciertas sacrosantas liturgias- y enconada animadversión de algunos segundones que no toleran ni admiten que, alguien –un vichoraro- se atreva a expresarse libremente sin genuflexión ni cortapisa.
Pero una cosa es la crítica ácida e irreverente, en un determinado momento o coyuntura, y otra cosa es, en política, no dominar los tiempos. Pues sucede que en política, quien no domina los tiempos (las coyunturas) está condenado a verse, constantemente, en dos situaciones: a) no saber qué hacer; o b) rumiar y llorar procesos pasados que no hay forma de recuperarlos o, siquiera, de repetirlos.
Por esa ley universal de la política y de los procesos socio-históricos, en política sólo hay dos actores: los llamados “fríos” o “calientes”, porque los tibios, sencillamente, no existen. De modo que, en cada proceso político-electoral –y como una noria-, se nos plantea el mismo dilema: te quedas en el andén (rabiando y lamentándote de fracasos pasados y frustraciones) o, te montas en el tren (con todas tus garras) y hace el recorrido con tu equipaje que puede ser ligero o bien cargado. Uno escoge.
Sin embargo, montarse en el tren (en este caso en una determinada campaña política-electoral o, en un determinado proyecto político) no quiere decir, bajo ninguna circunstancia, que uno renuncie a la crítica, que uno claudique o que uno deje en el olvido sus aspiraciones. ¡No!, con tal postura, lo que estamos diciendo es: que hemos renovado nuestras aspiraciones y que hemos reafirmado nuestra coherencia partidaria en aras de coronar una victoria y, en consecuencia, redefinir nuevas estrategias para alcanzar nuestras metas desde otra perspectiva o formula..
Lo otro –lo que jamás debe hacer un dirigente político- es quedarse de brazos cruzados en la casa o, viendo la gente pasar. Porque puede suceder que un transeúnte cualquiera, entre a tu casa, te motive, te contagie y te lleve –el día de las elecciones- a votar por el candidato de tu partido. Eso, por supuesto, sería el colmo de los colmos; pero…, ojo, podría suceder…
Por ello, y lo repito: la política –igual que la otrora revolución- es un tren de infinitas paradas, en donde unos bajan y otros suben…,(pero lo peor, es no saberlo).
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