Narcisismo: Una Mala Influencia Social
Por CRISTIAN BELTRE
Recuerdo cuando era un adolecente que mi hermano Narciso se acercó a mí y me dijo: “mira soy importante, mi nombre está en este libro, ¡soy un príncipe!!!”. Recordar aquel momento ha sido el motor que me ha motivado a investigar acerca de este personaje llamado Narciso. Una historia de la mitología griega, la cual cuenta que al nacer Narciso, consultaron al famoso profeta Tiresias sobre su futuro, este vaticinó, “vivirá muchos años si nunca llega a contemplar su rostro”.
La historia cuenta que narciso a los 16 años era un joven de una belleza espectacular que despertaba la admiración de mujeres y hombres, desarrolló una arrogancia que le hacía ignorar las virtudes y encantos de los demás, convirtiéndose en incapaz de reconocer al otro. Andaba a sus aires de cacerías por el bosque con el único objetivo de disfrutar de su propia compañía, hiriendo a cuantas mujeres, diosas y ninfas que se enamoraban de él.
Narciso se detuvo un día a descansar a orillas de un río y observo su rostro reflejado en el agua, se enamoró de su imagen, la cual no podía tocar ni abrazar. El mito cuenta que fue castigado por Némesis diosa de la venganza, encargada de castigar el orgullo, condenándolo a no poder apartarse de su imagen que le devolvía el río, y su cuerpo se fue consumiendo para terminar convertido en la flor narciso. Una flor muy hermosa, pero muy maloliente.
Más allá del mito, lo interesante es que el narcisismo ha sido objeto de estudios por especialistas del comportamiento humano; mereciendo la atención del padre del psicoanálisis Sigmund Freud, quien en 1914 publicó su ensayo “Introducción al Narcisismo”.
En psicoanálisis se entiende el narcisismo como a una serie de rasgos propios, que se manifiestan de forma patológica extrema en algunos desórdenes de la personalidad, donde la persona sobrestima sus habilidades y tiene una necesidad excesiva de admiración. Este se ve comprometido a desarrollar habilidades para vivir una vida feliz o buena, manifestando rasgos de egoísmo agudo y desconsideración hacia las necesidades y sentimientos ajenos.
La psicología humanista considera que el narcisismo patológico coincide con autoestima baja y tiende a camuflarse presentándose con una autoestima formidable, y socialmente aparece como una persona muy segura, sabedora de lo que quiere y completamente resuelta.
En 1992 La organización mundial de la salud OMS público en ginebra el trastorno de la personalidad narcisista (TPN), el cual se caracteriza por un patrón generalizado de grandiosidad, necesidad de admiración que se manifiesta de las formas siguientes: tiene un sentido grandioso de su propia importancia, lo absorben fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza, se considera un ser especial y único que requiere excesiva admiración.
El TPN describe que el narcisista tiene un sentido exagerado y no equitativo de sus derechos, piensa que todo se le debe a él, exigiendo irrazonablemente de un trato especialmente favorable o aceptación automática de sus deseos. En sus relaciones interpersonales es explotador, se aprovecha de los demás, para conseguir sus propios fines sin importar la carga para sus compañeros ya que asume que todos deben estar totalmente interesados en su bienestar.
La OMS también apunta como característica especial de estas personas, el creer que todos le tienen envidia, siendo reincidentes en devaluar a miembros de su círculo que reciban una felicitación, al pensar que él es más merecedor de la misma. El narcisista muestra actitudes y comportamientos arrogantes, altivos o prepotentes y tiende a carecer de empatía y sensibilidad a reconocer o identificar las necesidades y sentimientos de los demás.
Indican los especialistas que el narcisista tienden a enamorase de ideas ajenas y las hace propia sin la más mínima ética, pueden ser muy exitoso en cuanto al brillo externo se refiere, ya que no tienen dudas de sus propósitos fantasiosos. Al escalar a posiciones de poder, se rodean de personas inferiores y de otras que le harán la corte, en función de un interés mezquino, se drogan con un discurso ético auto-dirigido y no escuchan lo que el mundo externo que les rodea.
Las empresas, grupos religiosos, sociales y políticos se ven seriamente afectadas al ser dirigidas por un narcisista, ya que como líder de equipo, entiende que sus ideas son las mejores, sin importar que corrientes sean y deben ser admiradas y aceptadas, todos trabajan, pero el éxito es solo suyo. Al evaluar los miembros de la organización, valora más los elogios su persona, que el desempeño individual, nunca dice felicidades, buen trabajo equipo.
Una organización liderada por un narcisista está condenada al fracaso temprano pues estos anteponen sus intereses personales a los del colectivo, ignoran el sentido participativo y espíritu democrático. Pierden la óptica y son incapaces de reflexionar tranquilamente, no valoran serenamente la realidad de las cosas más bien su preocupación radica en el teatro social y el reconocimiento externo de sus acciones, y no en la eficacia real y utilidad de las mismas.