Mujeres embravecidas

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EL AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo.

 
 
15 o 20 años atrás,  las causas de muertes violentas en el país  eran parecidas y no tan frecuentes.
En estos tiempos, son más frecuentes y tienen diversidades de motivaciones que denotan poca valoración por la vida, insensibilidad ante la integridad humana y degeneración social que hace no  temer a las autoridades terrenales y sus leyes y mucho menos al Decálogo Divino que pretende una convivencia armónica de las personas y su entorno.
 
Al parecer la mente y la conducta humana no se dejan regir por la razón, la armonía , el respeto, el amor, la paz…y una serie de valores que garantizan una sociedad tranquila.
 
Me preocupa , como a todos los dominicanos, ver en la prensa diaria tantos casos violentos que degeneran en muertes y motivados estos por «tonterías» que sólo los sicólogos  y siquiatras podrían explicar.
 
Culturalmente la práctica de la violencia y la delincuencia se han asociado más al  hombre, que a la mujer, debido a sus estructuras bioquímicas y físicas que pueden determinar su accionar en la sociedad. 
 
Sería interesante estudiar por los expertos qué pasa por las mentes de las mujeres que friamente  planifican, ordenan y ejecutan horribles crímenes, en contraposición de su ser tierno y natural que suele ser amoroso, dócil y dador de vida con dolor en sus entrañas.    
 Un caso  reciente que ilustra este artículo, es el de la muerte, por supuesto estrangulamiento, de la señora de 70 años,   Altagracia Díaz Ventura,en su apartamento de Santiago, despues de haber llegado al país días antes.
 
La barriada se consternó e indignó con la mala noticia y mucho más al conocerse que todo fue planificado, supuestamente,  por una cuñada y tres haitianos que dejaron luego el apartamento de la victima saqueado de arriba abajo. 
 
Para colmo, la supuesta homicida y sus cómplices llevaron la mudanza de las pertenencia de la victima a otro apartamento  contiguo. 
  
El caso no queda ahí, se informó que uno de los haitianos cémplices fue ahorcado y colgado en un árbol del Parque Ercilia Pepín, de la ciudad corazón, para que no fuera a delatar a los autores directos.
 
En otro extremo del país, apocos días, una maestra y directora de escuela en una comunidad de San Juan de la Maguana, supuestamente en complicidad con un hermano,  matan de más de 20 puñaladas al esposo de la educadora. 
 
La victima era ex funcionario de Educación en la zona, maestro y dirigente político del PLD con aspiraciones a  alcalde. 
 
Estas informaciones dadas por la Policía revelan que para encubrir el crímen los sindicados como autores dieron tres versiones de lo ocurrido, lo que junto a evidencias de sangre en la casa de la pareja y en el auitomóvil de ambos, los delataron hasta confesar y hacerse responsable del crimen.
 
Detrás de estos homicidios confusos, pocos tradicionales,  hay mujeres que deberían ser revisadas de pies a cabeza, porque de seguro deben esconder «Dos Gónadas» bien grandes  entre sus piernas, indispensables  para poder llevar a cabo sus macabras acciones. 
 
Aboguemos por una sociedad formada por principios y valores  de la familia y de la escuela en general.
 
Hombre o mujer que sea, no tiene razón válida para acabar con la vida de otro por cualquier «quítame esta paja» al menos que no sea en defensa propia.
 
Es tiempo de colgar una banderita blanca en el frente de nuestras casas o de llevar una lazo blanco pendiente del lado del corazón para decirle a la sociedad que la necesidad social más anhelada en estos tiempo es poder vivir en Paz.
 

 

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